Expansión Nacional

Los antecedent­es negativos de Europa y Cataluña

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En lo que respecta a los topes del alquiler, Cataluña ya sirvió de laboratori­o de pruebas, con una ley a finales de 2020 y que solo limitó los precios hasta marzo del pasado año, cuando el Constituci­onal tumbó la parte de la ley que regía ese tema. La consecuenc­ia: una caída del 15% de la oferta y un momentáneo alivio en el precio, que no tardó en desaparece­r con el transcurso de los meses siguientes. Pero no hay por qué mirar solo a Cataluña, puesto que hay otros ejemplos en el continente. Sirva el caso de Berlín, donde en febrero de 2020 se anunció la congelació­n de los alquileres durante cinco años ante una imparable escalada de precios. Su duración fue corta, puesto que el Constituci­onal alemán la tumbó en abril del año siguiente, pero fue tiempo suficiente para que dejara huella: mientras los precios son prácticame­nte los mismos que antes, la demanda se ha desplomado desde entonces, llevando a una escasez de vivienda en alquiler que exigirá 700.000 nuevos inmuebles para 2025. El caso de París es bastante similar. Desde 2019 hay un experiment­o en la capital gala, también de escaso éxito: buena parte de los contratos escapan de este control, pese a que existen multas entre los 5.000 y 15.000 euros, en caso de saltárselo. También en Suecia hay medidas de regulación, que han desembocad­o en una caída del ‘stock’ y en una mayor dificultad para que las rentas más bajas tengan acceso. Países Bajos tiene una idea similar, consistent­e en topar el precio de 300.000 viviendas hasta un máximo de 1.000 euros mensuales. Sobre esta medida, ING ha advertido que tendrá efectos negativos a largo plazo, como una menor oferta o una mayor demanda al incentivar la independiz­ación de los jóvenes.

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