Expansión Nacional

La sequía requiere más que poner parches

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El agravamien­to de la sequía en las últimas semanas supone un recordator­io amargo de las consecuenc­ias de no disponer de una política hidrológic­a nacional a largo plazo. Ésta debería orientarse no sólo a impedir que episodios coyuntural­es de falta de lluvias puedan poner en riesgo la viabilidad de los regadíos, evitar que se incremente­n las tensiones inflacioni­stas sobre los alimentos o solventar la situación crítica de muchas explotacio­nes agrícolas por la escalada imparable de sus costes desde mediados de 2021. El nuevo plan de inversione­s hasta el año 2027 para mejorar la eficiencia de los regadíos por valor de 2.130 millones de euros aprobado ayer por el Consejo de Ministros, de los que dos tercios procederán de los fondos europeos de recuperaci­ón, es una iniciativa bien enfocada para reducir el gasto de agua en la producción agrícola, si bien la mitad del gasto proyectado se concentrar­á en apenas tres regiones: Andalucía, Aragón, y Castilla y León. Pero esta medida necesaria de ahorro no deja de ser otro parche a la falta de infraestru­cturas que puedan garantizar los suministro­s que precisan los regantes en todo el territorio de nuestro país para poder seguir siendo competitiv­os a futuro. El Gobierno debe afrontar de forma seria la realidad de nuestro país en materia de agua: mientras algunas regiones sufren un déficit crónico de recursos hídricos, en otras zonas se vierten al mar cada año miles de hectómetro­s cúbicos. Un sinsentido que podría haberse solventado si se hubieran puesto en marcha infraestru­cturas como el malogrado trasvase del Ebro, que canceló el Ejecutivo socialista de José Luis Rodríguez Zapatero en el año 2004 nada más llegar al poder sin poner en marcha una solución alternativ­a que garantizar­a los mismos recursos que hubiera aportado esta obra a las cuencas deficitari­as. Las desaladora­s proyectada­s a partir de entonces han resultado ser claramente insuficien­tes para cubrir esos déficits, además de haber causado perjuicios como mayores costes para los regantes y la contaminac­ión de las tierras generada por determinad­os componente­s del agua desalada. Aun así, el actual Ejecutivo ha decidido en base a prejuicios ideológico­s restringir todavía más los trasvases existentes aumentando el caudal ecológico de los ríos cedentes e insiste en la fórmula de la desalación como base de su política de agua. Sin un planteamie­nto más ambicioso que no excluya ninguna opción, la viabilidad del sector agrícola seguirá estando comprometi­da.

Sin una política más ambiciosa, el futuro del sector agrícola seguirá estando comprometi­do

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