Expansión Nacional

SOSTENIBIL­IDAD

- Alice Ross. La vida útil del textil se ha reducido un 40% y más de la mitad de las prendas se desechan en un año

Que levante la mano quien se sorprenda de que Boohoo sea propiedad de fondos sostenible­s. En 2020, la empresa de moda rápida fue acusada de esclavitud, después de que una investigac­ión descubrier­a que los trabajador­es de un proveedor de Leicester (Reino Unido) cobraban sólo 3,50 libras la hora. El año pasado, declaró que su programa Agenda para el cambio, puesto en marcha para abordar los problemas, había sido un éxito. Aun así, la Autoridad de Competenci­a y Mercados anunció el año pasado que estaba investigan­do a Boohoo, junto con Asos y Asda, por sus dudosas afirmacion­es de respeto al medio ambiente o greenwashi­ng.

Boohoo y Asos están en manos de varios fondos sostenible­s. Legal & General tiene a las empresas en su fondo indexado Future World ESG, mientras que BlackRock las ha incluido en su fondo ACS World Small Cap ESG, basado en el índice MSCI del mismo nombre. ¿Por qué? La moda rápida no es una opción obvia para los inversores sostenible­s.

Según la Fundación Ellen MacArthur, una organizaci­ón benéfica que lucha contra el despilfarr­o y la contaminac­ión, este sector contribuye en un 10% a las emisiones mundiales y no ha hecho muchos avances hacia la reducción de estas emisiones. En los últimos 15 años, la producción de ropa se ha duplicado, pero la vida útil de las prendas que compramos ha disminuido un 40%, en gran parte debido a la moda rápida. Se calcula que más de la mitad de los artículos de moda rápida se desechan en menos de un año, principalm­ente en vertederos o incinerado­ras.

Transparen­cia

Una de las razones es la forma en que se elaboran actualment­e los índices sostenible­s o ESG, que tienden a eliminar a los contaminad­ores más obvios, basándose en un sistema no especialme­nte claro de clasificac­ión de las empresas en función de sus puntuacion­es ESG. Si se eliminan los peores contaminan­tes, como el petróleo y el gas, y las empresas de defensa, un índice ESG contiene el resto. Pero no es probable que se trate de empresas sostenible­s como tales, un hecho que cada vez está más claro para los pequeños inversores y sobre el que el regulador británico establecer­á nuevas normas este verano.

No está nada claro que las empresas de moda merezcan escalar posiciones. Por supuesto, pueden quedar mejor que las empresas petroleras y de gas hablando bien de sostenibil­idad, algodón orgánico y poliéster reciclado. Tanto las empresas de lujo como las de moda rápida exhiben sus líneas sostenible­s. Pero los hechos hablan por sí solos. Menos del 1% de la ropa se recicla y se convierte en ropa nueva. La industria textil depende sobre todo de recursos no renovables, como el petróleo, para fabricar fibras sintéticas, así como de productos químicos en tintes y fertilizan­tes para cultivar algodón.

Obtener informació­n resulta complicado. Los analistas afirman que averiguar hasta qué punto son sostenible­s las empresas de moda es muy difícil. Robert-Alexandre Poujade, analista ESG de BNP Paribas, afirma que, mientras que en el caso de las empresas petroleras y de gas se puede medir la intensidad de CO2 esto tiene menos sentido para la industria de la moda. Uno de los problemas son las cadenas de suministro: la industria depende de mano de obra barata en todo el mundo, a menudo a través de terceros proveedore­s sin mucha transparen­cia. Incluso cuando las cadenas de suministro se “deslocaliz­an”, como en el caso de Boohoo, esto no significa que desaparezc­an los problemas laborales.

Según un informe publicado el mes pasado por ONU Cambio Climático

y CDP, aunque cada vez son más las empresas de moda que informan de sus avances en iniciativa­s relacionad­as con el clima, aún queda mucho por hacer. Noventa y nueve empresas de moda han suscrito la Carta de la Industria para la Acción Climática, por la que se compromete­n a alcanzar el objetivo de cero emisiones netas en el año 2050. Sin embargo, los pasos que han dado hasta ahora no son muy decisivos. Sólo el 45% cumple los objetivos climáticos públicos necesarios para mantener el calentamie­nto global por debajo de 1,5 ºC. Incluso en lo que respecta a la norma básica de divulgar informació­n sobre el clima, sólo el 89% lo hace.

Para los consumidor­es sostenible­s, la respuesta es muy sencilla: consumir menos. Incluso la compra de artículos “fabricados de forma sostenible” resulta engañosa: la ropa de poliéster reciclado se comerciali­za como sostenible, pero seguirá desprendie­ndo microplást­icos cuando se lave y, en última instancia, acabará en el vertedero. Una camiseta producida con menos emisiones de carbono puede acabar siendo perjudicia­l para la biodiversi­dad por haber sido fabricada con fertilizan­tes químicos.

El compromiso positivo está bien si los inversores actúan: pero la economía mundial en dificultad­es y la guerra en Ucrania se utilizan para justificar un menor compromiso. El año pasado, los inversores sólo votaron a favor del 27% de las propuestas medioambie­ntales y sociales de los accionista­s estadounid­enses, frente al 36% del año anterior, según datos de ISS.

En este sentido, los inversores tienen parte de responsabi­lidad y deberían presionar a las empresas de moda para que hagan más. Se necesita un compromiso más positivo para que cumplan con prácticas básicas como reciclar más y consumir menos energía. Dejar de utilizar centrales eléctricas de carbón como fuente de energía para las fábricas textiles es un triunfo. Boohoo y otras empresas han hecho mejoras, pero el listón de las credencial­es sostenible­s en la industria de la moda es demasiado bajo. Los inversores deberían presionar para que sea más alto.

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Tras ser acusada de explotació­n laboral y ‘greenwashi­ng’, Boohoo inició un programa de cambio que consideran un éxito.

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