El éxito del arte español a la japonesa
Los jóvenes pintores se hacen fuertes en las subastas de Asia.
El año pasado, el valor promedio de las obras de artistas españoles vendidas en subasta cayó un 2,8% respecto al año anterior. Y ello a pesar del gran éxito de dos ventas monumentales de Piccaso, como Femme nue couchée por 70 millones de dólares y el bronce Tête de femme (Fernande), récord de una escultura del autor, vendida por casi 47 millones. Frente a las limitadas obras de Picasso, Miró o Goya, surge una proclive generación de jóvenes pintores como Xavier Calleja, Edgar Plans o Laura Mas Hernández, cada vez más relevantes en todo el mundo, especialmente en Asia. “En los últimos dos años, esta nueva generación de artistas se ha convertido en una propiedad caliente en subasta, representado una de cada cinco ventas”, explica Sebastian Duthy en el The Knight Frank Luxury Investment Index. Las ventas de artistas vivos españoles han crecido hasta representar el 18%, mientras que en 2019 apenas alcanzaban el 6% de las pujas. La región Asia Pacífico es la que más los compra, con el 53% de las ventas en subasta, seguido de Europa (destino del 27% de las obras), EEUU, con el 18% y Latinoamerica (2%).
El tirón que tienen en Asia Calleja, Plans, Xavi Carbonell o Laura Mas Hernández, más conocida como Okokume, es lógico, pues sus obras tienen una fuerte inspiración en el movimiento Kawaii, surgido en Japón hace unas décadas, un estilo al que ya están acostumbrados y que responde a una especie de arte manga pero que va más allá “de los gustos para el dormitorio de un adolescente”, puntualiza Duthy.
Kawaii podría definirse como mono, un gatito o un disfraz de niña, pero trasciende más allá, hacia un con
cepto psicológico que supone una emoción que lleva a querer estar cerca, un tono dulce de cuidado, que cuando se traslada al lienzo, inspira algo más, al menos en las exposiciones de Hong Kong, donde los animales héroes de Plans o los personajes de Calleja son un must.
Se trata de un arte en el que esos personajes de ojos grandes y líneas
aparentemente sencillas “permiten narrar historias” y seguir un hilo conductor que lo hace más atractivo para los coleccionistas y galeristas, que quieren incluir en su oferta obras adecuadas a la realidad política y social del momento que son de gran interés a nivel internacional.
Y es que actualmente el mercado de arte contemporáneo domina sobre el arte de los viejos maestros, “priman las obras de objetos simbólicos, alegóricos y realisticos y los paisajes convencionales y las pinturas de flores ya no gustan tanto como hace quince años”, explica José Antonio Urbina, director de la galería Caylus en el informe de la consultora.
Un arte joven para una nueva generación de coleccionistas que quieren historias más que paisajes.