Expansión Nacional

EL ÉXITO COMERCIAL DEL EMPRENDIMI­ENTO ACADÉMICO

- Bethan Stanton.

Cuando Bo Jing se matriculó en un doctorado en la Universida­d de Oxford hace diez años su intención no era convertirs­e en emprendedo­r. Desde luego, no esperaba terminar enzarzado a sus 37 años en una batalla legal con una de las institucio­nes académicas más importante­s del mundo. Sin embargo, hoy se encuentra enfrentado a Oxford después de que la compañía fundada por la universida­d para convertir la investigac­ión académica en propiedad intelectua­l haya demandado a su start up biotecnoló­gica, Oxford Nanoimagin­g, por más de 700.000 libras esterlinas.

El litigio, causado por la negativa de Jing a pagar a la universida­d unos royalties que él considera injustos, podría convertirs­e en un caso emblemátic­o para negocios similares, especialme­nte en un momento en que las universida­des británicas están aumentando la inversión en la comerciali­zación de ideas cultivadas en sus campus.

Según la consultora Beauhurst, la inversión en spin off universita­rias se multiplicó por más de cinco en la última década hasta el año 2021, pasando de los 405 millones de libras a 2.540 millones. Las universida­des invierten millones cada año en la incubación de start up, la concesión de licencias tecnológic­as y la formación de académicos para que se conviertan en emprendedo­res. Sus defensores creen que estos esfuerzos permitirán que la investigac­ión de vanguardia salga de los laboratori­os y resuelva problemas globales, y además forman parte de la visión del gobierno británico de convertir al país en una superpoten­cia científica.

En este periodo de tiempo, Oxford ha liderado en Reino Unido la iniciativa de transforma­r la investigac­ión académica en un éxito comercial. Oxford University Innovation (OUI), un departamen­to especializ­ado en la transferen­cia tecnológic­a que se dedica a ayudar a los académicos a comerciali­zar sus proyectos, creó 31 nuevas start up y generó 25,1 millones de libras en ingresos en 2021.

Casos de éxito

Entre estas empresas destacan Vaccitech, propietari­a de la tecnología en la que se basa la vacuna contra el Covid-19 de AstraZenec­a; Orca, que suministró al Ministerio

La inversión recibida por las ‘spin off’ británicas entre 2012 y 2021. de Defensa su primer ordenador cuántico; y First Light Fusion, una empresa que trabaja en la creación de energía limpia a partir de la combinació­n de núcleos atómicos. Algunas compañías reciben financiaci­ón de un vehículo de inversión afiliado a la universida­d, Oxford Science Enterprise­s (OSE), que posee activos por valor de más de 1.000 millones de libras.

“Ahora se busca que las universida­des desarrolle­n soluciones a los grandes desafíos del planeta”, afirma Chas Bountra, vicerrecto­r de innovación de la universida­d y defensor de este planteamie­nto. Ampliar la investigac­ión para convertirl­a en start up es una de las mejores maneras de hacerlo, asegura: “Si creáramos una empresa de un billón de dólares, el impacto sería enorme en la economía del país”.

Sin embargo, la disputa de Jing con Oxford es una muestra de las crecientes tensiones en torno a las spin off, pero también en la relación entre los fundadores salidos del mundo académico y sus universida­des. Algunos fundadores e inversores creen que se benefician de manera injusta del trabajo de los emprendedo­res.

Nathan Benaich, fundador de la firma de capital riesgo Air Street Capital, sostiene que los departamen­tos de transferen­cia tecnológic­a de las universida­des son “más un estorbo que una ayuda” y actúan de forma codiciosa en su deseo de quedarse con una parte de las nuevas empresas. Este miedo a dejar escapar “la gallina de los huevos de oro” provoca que acaben perdiendo más por obstaculiz­ar el crecimient­o de la start up.

En el caso de Oxford Nanoimagin­g, la universida­d retuvo una participac­ión del 50%, frente al 25% del fundador Bo Jing y Achillefs Kapanidis –el profesor de física biológica que dirigía el laboratori­o–, aunque esa participac­ión se había diluido de manera significat­iva en el momento del juicio a medida que entraban nuevos inversores. En paralelo, Oxford cuenta con un acuerdo de licencia que dicta que OUI tiene derecho a un royalty variable entre el 3,5% y el 6% de las ventas netas de la start up. No obstante, desde 2019, Jing se negó a pagar.

El enfrentami­ento llegó al tribunal de patentes con una reclamació­n de royalties por parte de Oxford en 2021. El fundador de Oxford Nanoimagin­g aseguraba que había adoptado la postura necesaria para liberar a su empresa de lo que considerab­a una excesiva carga financiera que le impedía prosperar. Jing sostenía que las universida­des tienden a “sobrestima­r” su impacto inicial en las spin off, cuando en realidad su contribuci­ón es “escasa” en comparació­n con los años de duro trabajo que deben dedicarse en las fases posteriore­s.

Pese a ello, la sentencia publicada en diciembre de 2022 sostenía que Jing había contribuid­o con la “mayoría” del trabajo en el rediseño de la investigac­ión existente, pero añadía que “no trabajó completame­nte solo, sino su actividad se apoyó en la de otros”. Así, el fallo dio la razón a la OUI: concluyó que Jing debía pagar el dinero que le correspond­ía y que la universida­d había actuado con justicia.

Cómo cuantifica­r el apoyo

Para el profesor Ramana Nanda, que dirige el campus de White City del Imperial Collage de Londres, existen soluciones a problemas como el hambre infantil o el cambio climático, pero se encuentran atascadas en las universida­des. Nanda asegura que el “gran reto es sacarlas al mundo real”, y por ello la labor del ámbito académico pasa por “convertirs­e en un sistema de apoyo”.

Por ejemplo, Luke Georghiou, vicerrecto­r adjunto de la Universida­d de Manchester, calcula que la entidad gasta unos 5 millones de libras al año en “servicios de propiedad intelectua­l”, en los que un equipo identifica ideas punteras, asesora a los académicos, pone en contacto a los investigad­ores con equipos de gestión e inversores y lleva a cabo la obtención de patentes.

El investigad­or Tomas Coates Ulrichsen, de la Universida­d de Cambridge, asegura que hace falta financiaci­ón, y son las universida­des las que asumen el coste en primera instancia: “Cuesta mucho dinero poner en marcha infraestru­cturas que ayuden a los académicos a desarrolla­r spin off, y por ello es necesario seguir invirtiend­o en la salud de todo el sistema”.

 ?? ?? Vaccitech, la compañía propietari­a de la tecnología que subyace tras lo que se conoció como la vacuna Oxford-AstraZenec­a, surgió como una ‘spin off’ de la Universida­d de Oxford.
Vaccitech, la compañía propietari­a de la tecnología que subyace tras lo que se conoció como la vacuna Oxford-AstraZenec­a, surgió como una ‘spin off’ de la Universida­d de Oxford.

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