Aragonès se crece ante la sumisión de Sánchez
La intervención del presidente de la Generalitat catalana y candidato de ERC a la reelección, Pere Aragonès, en el debate sobre la ley de amnistía en el Senado constató que, como él mismo había proclamado previamente, su objetivo exclusivo era dinamitar la sesión parlamentaria. No hubo en su discurso ningún ánimo de sostener un diálogo constructivo con sus homólogos de la mayoría de las comunidades autónomas presentes en la Cámara Alta respecto a una norma capital para la permanencia de nuestro Estado de Derecho. El dirigente separatista presentó la amnistía y el referéndum de independencia como inevitables para resolver el presunto conflicto entre Cataluña y el conjunto del Estado. Planteó sus exigencias como un trágala que terminará imponiendo al conjunto de los españoles aprovechándose de la debilidad parlamentaria del Gobierno. Muy poco democrático. Quien debería ejercer como presidente de todos los catalanes se puso al servicio de la campaña irresponsable de La Moncloa para intentar deslegitimar al Senado como órgano de representación territorial, una función que le atribuye la Constitución de 1978, además de ser depositario, junto al Congreso, de la soberanía nacional, que reside en el conjunto del pueblo español. Por eso, las cuestiones que afecten al núcleo de nuestra democracia deben fiscalizarse por la Cámara Alta. La ley de amnistía lo es, porque ataca varios de los pilares de la misma, como la igualdad de los españoles ante la ley o la separación de poderes, como han dictado el Consejo General del Poder Judicial, la Comisión de Venecia o los letrados del Senado.