La era de la globalización iniciada en los años 80 ha dado paso a la fragmentación
mercado que hacen hincapié en la liberalización, la desregulación y la responsabilidad fiscal han dado paso al retorno de la política industrial, una mayor intervención gubernamental y niveles sostenidos de déficit fiscal y cargas de deuda que antes se consideraban muy improbables.
La era de la globalización ha dado paso a la fragmentación, con el uso del comercio como arma y la erosión de la coordinación política mundial.
El abanico de inversiones estructurales también se ha reducido al disiparse las líneas divisorias entre los inversores. Esta reducción de las inversiones seculares y estructurales ha venido acompañada de una expansión de las inversiones tácticas y oportunistas. El ímpetu es ahora bien reconocido como un factor que permite a los inversores surcar olas remunerativas que romperán en algún punto, pero no todavía. El continuo excepcionalismo económico de EEUU, incluidas las tasas de crecimiento sorprendentemente elevadas frente al estancamiento de Alemania, Japón y Reino Unido, y las señales bajistas de la Reserva Federal han contribuido de forma importante. Han permitido a los mercados dejar a un lado numerosos temores, ya sean políticos o geopolíticos.
Construcción inestable
A diferencia de las pirámides de Giza, esta construcción de base estrecha y cúspide ancha es inestable. Requiere el refuerzo de unos fundamentos domésticos mejores, un orden internacional menos problemático y la materialización de las promesas ofrecidas por la tecnología, las ciencias de la vida y la energía sostenible. No cabe duda de que esto es una posibilidad, tal y como lo valoran los mercados, pero dista de estar garantizado.