En sus últimos años Carlos padeció un delirio persecutorio por miedo a ser envenenado
de Barcelona de las razones para que le detuvieran: “La citada Majestad no está obligada a dar razón de sus actos sino tan sólo a Dios, como rey y príncipe que en este mundo no tiene más superior”.
Carlos de Viana fue hecho prisionero nuevamente y liberado al cabo de diez años. Al poco tiempo murió repentinamente en Barcelona, con cuarenta años, de una pleuresía de probable origen tuberculoso. Según Néstor Luján: “Su enfermedad debió agravársele con todas las peripecias de cárceles húmedas, persecuciones y huidas a uña de caballo, amores voluptuosos y batallas irremisiblemente perdidas”.
El historiador catalán Antonio de Bofarull (1821-1892), en su Historia crítica, civil y eclesiástica de Cataluña, afirma que el protomédico Juan Vezach fue detenido el 15 de junio de 1462, acusado de asesinar al de Viana. Se sospechó que una ponzoña pudo haber sido administrada por orden de su madrastra, doña Juana Enríquez y Fernández de Córdoba (14471468). Es difícil admitir que un veneno administrado en marzo de 1461, cuando se vieron por última vez Carlos y su madrastra, pudiera surtir efecto en septiembre. En esa etapa el príncipe residió en Barcelona y doña Juana en Aragón y los rumores del envenenamiento se basaban en que el repostero del príncipe murió a los pocos días de aquél.
Carlos de Viana en sus últimos años padeció un delirio persecutorio, y su hermanastro Fernando, el futuro rey Católico, tuvo que “hacer la salva” en una ocasión porque se negaba a probar bocado. El verbo salvar alude a la costumbre de probar la comida y la bebida un encargado de dar servicio a reyes y grandes señores para descartar la presencia de veneno (praegustatores o catadores). La salud de Carlos de Viana siempre fue precaria, se había resentido durante su estancia en Italia y tuvo que marcharse de Mallorca porque sus aires no le iban bien. Es