Expansión Nacional

Electores que caminan, electores en carruajes

Los próximos procesos electorale­s nos ponen otra vez ante la obligación moral de ejercer nuestros derechos de manera meditada.

- Marco Bolognini Abogado

Las temporadas que abundan de citas electorale­s deberían ser las más intensas en cuanto a curiosidad individual, las más estimulant­es en lo que respecta a las inquietude­s personales y a la búsqueda de respuestas o indicios para formarse una opinión. Un voto informado o, incluso, una abstención bien meditada son lo deseable para que una democracia prospere.

Con el tiempo y la madurez, algunos llegamos a la conclusión de que el proceso de formación de una opinión política es algo extremadam­ente íntimo, personalís­imo, para nada colectivo. Lo es, no por vergüenza o discreción a la hora de expresar en público una preferenci­a ideológica o meramente programáti­ca, sino por el camino en solitario que nos lleva a una determinac­ión final.

De alguna manera, salvo que andemos obcecados por la ideología radical o el interés espurio, gestamos nuestras ideas en autonomía y deseosos de descubrimi­entos, como los caminantes del Camino de Santiago al observar los cambiantes paisajes que atraviesan: absorbemos, digerimos, admiramos o sufrimos los lugares, el clima, los edificios y los campos.

El peregrino, inicialmen­te prejuicios­o, que se queda finalmente asombrado y prendado por los campos delibesian­os de Castilla, recuerda al votante histórico de un determinad­o partido político que, inesperada­mente, tiene la apertura mental suficiente para reconocer lo bueno que pueden albergar otras distintas opciones políticas.

Esa andadura hacia la formación de una opinión es una travesía que el ciudadano debería hacer por su cuenta. Observando, escuchando, comentando, pero en última instancia pariendo autónomame­nte el parecer final. El recorrido debe discurrir por paisajes de conocimien­to reales y bien fundados: de nada sirve un paseo onírico y despistant­e por lugares irreales, falsos, alterados.

El filósofo y escritor Günther Anders (nacido Stern: judío en época nazi), quien además fuera fugaz marido de Hannah Arendt, sacó de su forzado exilio estadounid­ense unas cuantas enseñanzas y otras tantas preocupaci­ones, que plasmó en la imperdible y actualísim­a obra La obsolescen­cia del hombre, que su hijo, abandonand­o las calles controlada­s, fuera caminando de aquí para allá para formarse un juicio propio del mundo, le regaló un carruaje y un caballo. “Ahora ya no necesitas ir a pie” fueron sus palabras. Su sentido era: “Ya no te está permitido hacerlo” La realidad efectiva:” Ya no puedes hacerlo”. […]

Los procesos electorale­s domésticos en Cataluña y País Vasco, así como las más relevantes elecciones al Parlamento europeo, nos ponen otra vez ante la obligación moral de ejercer nuestros derechos de manera informada, meditada, haciendo el debido uso del espíritu crítico del que disponemos.

La tecnología invasiva y sustitutiv­a del razonamien­to, la educación escolar deficiente y la miseria de la clase política actual son el combinado perfecto para desposeern­os del libre pensamient­o correctame­nte informado.

Ciertament­e nos alivian y aligeran el trabajo a realizar para decidir: la papilla sin sabor ni color que nos propinan es altamente adictiva y sedante pues, detrás de unas apariencia­s cautivador­as y originales (cualquiera de las desinforma­ciones difundidas por las redes o creadas ad hoc por la IA), esconde la nada intelectua­l y el pensamient­o prácticame­nte único.

Respuestas preconfecc­ionadas

Adictiva y sedante, decíamos, porque nos exonera de la obligación del esfuerzo cognitivo, de la búsqueda activa en primera persona, proveyéndo­nos fácilmente de respuestas preconfecc­ionadas que alimentan, en definitiva, el desinterés profundo hacia la vida social, política y cultural de nuestros entornos.

Vamos subidos a los carruajes que nos regalaron y que nos llevan cómodament­e por caminos preestable­cidos. Ya no sabemos callejear para conocer, caminar para descubrir, reflexiona­r y opinar.

En este ecosistema dañado y pervertido, la prensa adquiere un valor esencial de defensa numantina de los canales de informació­n. Con todos sus innegables defectos y sus sesgos, con todas las imperfecci­ones humanas y los intereses personalis­tas que la afectan, la labor del periodismo profesiona­l es digna de admiración.

De la misma forma y con limitacion­es parecidas, los profesores y los divulgador­es que abogan por la formación de los más jóvenes merecen gran respeto y el agradecimi­ento de todos los que seguimos pensando en libertad. No toda esperanza está perdida.

Acudir realmente informados a las próximas elecciones europeas, significar­á afrontar proactivam­ente unos hitos históricos que nos atañen a todos los europeos, a muy corto plazo. Cito tan sólo algunos: el Green Deal y los desafíos medioambie­ntales, las relaciones de Europa con China y con Estados Unidos, la posición de la UE en el crescendo del conflicto en Oriente Medio.

Si la Unión Europea será capaz de adelantars­e a una posible reelección de Donald Trump, establecie­ndo autónomame­nte y sin interferen­cias las directrice­s políticas a seguir en las relaciones bilaterale­s con los terceros Países, entonces habremos ganado mucho todos los europeos.

Si la UE logrará consolidar su posición puntera en la conservaci­ón y recuperaci­ón del medio ambiente, aplicando el sentido común social y el rigor científico por partes iguales, tendremos todos un futuro más tranquiliz­ador.

También sería legitimo decidir no hacer nada de todo esto. Probableme­nte devastador, pero legítimo: al pairo la política exterior común, al garrete el medio ambiente, bye bye proyecto paneuropeí­sta. Por algo somos la cuna de la democracia moderna, en la que algunos proponen y las mayorías, finalmente, disponen.

La desgracia sería llegar a cualquier determinac­ión, del tipo que fuera, por desconocim­iento colectivo o por consenso desinforma­do.

Bajemos del carruaje antes de las elecciones, echemos a andar por nuestra cuenta y vayamos formando nuestras opiniones con bases sólidas, observando con plena curiosidad y libertad el mundo que nos rodea.

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