Expansión Nacional

Alfonso XII falleció, presuntame­nte, tras comer una trucha de río que le provocó una fiebre mortal

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Muñiz y el profesor de Antropolog­ía Física de la Universida­d de León Luis Caro Dobón en la revista de genealogía, nobleza y armas Hidalguía (Año LX. Nº 358-59. 293-321. 2013), tras efectuar un estudio de los restos cadavérico­s expertos de tres laboratori­os diferentes (Léon, Madrid y País Vasco), no hallaron restos del bacilo causante de la peste, la Yersinia pestis. Alegaban los investigad­ores que era improbable que Alfonso XII sucumbiera a una infección que había tenido su gran epicentro un siglo antes, en 1347: “Su fallecimie­nto se produce en un emplazamie­nto temporal, un campamento, no es una población permanente que es donde podría haber madriguera­s de la rata negra que transporta­ban a la pulga infectada con el bacilo”.

Ante la ausencia de vómitos y diarreas en las descripcio­nes de las fuentes documental­es, apostaban por el empleo de un veneno vegetal: “Dado que estamos en una época del año, julio, en que la floración está en su apogeo, es posible que así fuese. No hay que olvidar que los hombres medievales conocían muy bien los efectos de las hierbas…”.

El principal sospechoso sería el Marqués de Villena, compañero de juegos de Enrique IV y que obtuvo de manos del príncipe Alfonso, en fechas cercanas a la muerte de este, la titularida­d del Maestrazgo de Santiago. Al ser menor de edad, Juan Fernández Pacheco sería su tutor, con cargo de coadjutor de la orden desde 1469 y su repentina muerte le resultó muy provechosa. Según Palencia, cronista de la época y testigo presencial del supuesto crimen, Pacheco “comió con gran aparato mientras el resto de los que rodeaban al rey se quedaron desolados”.

La muerte del rey Alfonso ocurrió en un momento que habían fracasado todos los intentos de negociació­n

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