Bildu y la tierra baldía que deja el sanchismo
El mapa político que dejan las elecciones autonómicas en el País Vasco es el reflejo más nítido del páramo ético que extiende el sanchismo por toda España. El domingo Bildu fue la lista más votada en dos de las tres provincias vascas, logrando ganar en casi todas las comarcas de Álava y en buena parte de las de Vizcaya, donde históricamente había sido hegemónico el PNV. Algo que ha sido posible gracias a décadas de adoctrinamiento nacionalista que ha ido calando sobre la juventud como sirimiri (la llovizna típica del País Vasco) y a la rehabilitación política del movimiento abertzale desde el Gobierno sin que hayan realizado la condena expresa de ETA ni hayan contribuido a reparar el dolor de las víctimas esclareciendo los asesinatos no resueltos. Sánchez buscaba blanquear sus pactos con Bildu, pero le ha dado tanto lustre que les ha convertido en la opción más atractiva para miles de votantes, como hizo el 18-F con el BNG. El símil del sirimiri es el que usaba el aseado candidato de Bildu, Pello Otxandiano, en su campaña. Esa que elogiaba Moncloa por su marcado perfil social y por ser una apuesta “pragmática” por el autonomismo. Los gritos de “independentzia, independentzia” con que los militantes abertzales recibieron a Otxandiano y a su tutor, Arnaldo Otegi, tras sus históricos resultados corroboran que aquello era otra careta para ocultar su verdadero rostro. En palabras del aspirante a lehendakari, el sirimiri se convirtió en lluvia y pronto será un mar. Un mar que arrase lo que queda de España en el País Vasco y ahogue la memoria de las víctimas de ETA, cuyos herederos están más cerca que nunca de lograr al poder. Como alertó Fernando Savater, el proyecto nacionalista no es que Euskadi salga de España, sino que España salga de Euskadi. Lo trágico es que los socialistas estén contribuyendo de forma decisiva a que suceda sólo para que Sánchez siga unos meses más en la Moncloa. “Abril es el mes más cruel”, comienza el poema La tierra baldía de T. S. Elliot , y para las víctimas del terrorismo desde luego lo es a raíz de lo que han votado los vascos el 21-A. Las voces de sus representantes volverán a escucharse mañana jueves en el II Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo que organiza la Universidad CEU San Pablo en
Madrid, pero su eco llegará muy difuminado, si es que llega, al País Vasco. Las víctimas llevan mucho tiempo sufriendo el olvido infame de la mayoría de los políticos vascos, por muy dignos que se pongan algunos como Patxi López con sus aspavientos en la sala de prensa del Congreso cuando le mentan a Bildu. Quien fuera lehendakari gracias al apoyo leal del PP tiene verdaderos problemas para explicar su transición personal hacia el servilismo cobarde que impone Sánchez a toda la dirigencia socialista, que les obliga a homologar a los filoetarras como demócratas al tiempo que acusan a la oposición de golpista. Y por eso le reconcome tanto la conciencia cada vez que Feijóo se lo recuerda, sin ser consciente de que ha pasado de representar la última esperanza constitucionalista en el País Vasco a ser la encarnación de la felonía del socialismo hacia las víctimas de ETA. Es terrible que ni él ni Sánchez sean capaces de decirle a Otegi lo que Koldo García, el conseguidor de Ábalos, espetó al senador de Bildu que le pregunto quién tiene la conciencia tranquila: “Igual ustedes, ¿no?”. La brújula moral de nuestra democracia era la defensa de las víctimas del terrorismo (memoria, dignidad y justicia). Al abandonarlas, el Gobierno puso en marcha la degradación de la vida pública que ha llevado a los socialistas a estar más cómodos con los herederos de los verdugos que junto a las familias de los asesinados. Con Bildu convertido en fuerza mayoritaria de la izquierda y casi del soberanismo en el País Vasco, ésta es ya tierra baldía para que pueda germinar en ella un movimiento solidario, regenerador e integrador; esto es, constitucionalista.