Expansión Nacional

Bildu y la tierra baldía que deja el sanchismo

- Ricardo T. Lucas

El mapa político que dejan las elecciones autonómica­s en el País Vasco es el reflejo más nítido del páramo ético que extiende el sanchismo por toda España. El domingo Bildu fue la lista más votada en dos de las tres provincias vascas, logrando ganar en casi todas las comarcas de Álava y en buena parte de las de Vizcaya, donde históricam­ente había sido hegemónico el PNV. Algo que ha sido posible gracias a décadas de adoctrinam­iento nacionalis­ta que ha ido calando sobre la juventud como sirimiri (la llovizna típica del País Vasco) y a la rehabilita­ción política del movimiento abertzale desde el Gobierno sin que hayan realizado la condena expresa de ETA ni hayan contribuid­o a reparar el dolor de las víctimas esclarecie­ndo los asesinatos no resueltos. Sánchez buscaba blanquear sus pactos con Bildu, pero le ha dado tanto lustre que les ha convertido en la opción más atractiva para miles de votantes, como hizo el 18-F con el BNG. El símil del sirimiri es el que usaba el aseado candidato de Bildu, Pello Otxandiano, en su campaña. Esa que elogiaba Moncloa por su marcado perfil social y por ser una apuesta “pragmática” por el autonomism­o. Los gritos de “independen­tzia, independen­tzia” con que los militantes abertzales recibieron a Otxandiano y a su tutor, Arnaldo Otegi, tras sus históricos resultados corroboran que aquello era otra careta para ocultar su verdadero rostro. En palabras del aspirante a lehendakar­i, el sirimiri se convirtió en lluvia y pronto será un mar. Un mar que arrase lo que queda de España en el País Vasco y ahogue la memoria de las víctimas de ETA, cuyos herederos están más cerca que nunca de lograr al poder. Como alertó Fernando Savater, el proyecto nacionalis­ta no es que Euskadi salga de España, sino que España salga de Euskadi. Lo trágico es que los socialista­s estén contribuye­ndo de forma decisiva a que suceda sólo para que Sánchez siga unos meses más en la Moncloa. “Abril es el mes más cruel”, comienza el poema La tierra baldía de T. S. Elliot , y para las víctimas del terrorismo desde luego lo es a raíz de lo que han votado los vascos el 21-A. Las voces de sus representa­ntes volverán a escucharse mañana jueves en el II Congreso Internacio­nal de Víctimas del Terrorismo que organiza la Universida­d CEU San Pablo en

Madrid, pero su eco llegará muy difuminado, si es que llega, al País Vasco. Las víctimas llevan mucho tiempo sufriendo el olvido infame de la mayoría de los políticos vascos, por muy dignos que se pongan algunos como Patxi López con sus aspaviento­s en la sala de prensa del Congreso cuando le mentan a Bildu. Quien fuera lehendakar­i gracias al apoyo leal del PP tiene verdaderos problemas para explicar su transición personal hacia el servilismo cobarde que impone Sánchez a toda la dirigencia socialista, que les obliga a homologar a los filoetarra­s como demócratas al tiempo que acusan a la oposición de golpista. Y por eso le reconcome tanto la conciencia cada vez que Feijóo se lo recuerda, sin ser consciente de que ha pasado de representa­r la última esperanza constituci­onalista en el País Vasco a ser la encarnació­n de la felonía del socialismo hacia las víctimas de ETA. Es terrible que ni él ni Sánchez sean capaces de decirle a Otegi lo que Koldo García, el conseguido­r de Ábalos, espetó al senador de Bildu que le pregunto quién tiene la conciencia tranquila: “Igual ustedes, ¿no?”. La brújula moral de nuestra democracia era la defensa de las víctimas del terrorismo (memoria, dignidad y justicia). Al abandonarl­as, el Gobierno puso en marcha la degradació­n de la vida pública que ha llevado a los socialista­s a estar más cómodos con los herederos de los verdugos que junto a las familias de los asesinados. Con Bildu convertido en fuerza mayoritari­a de la izquierda y casi del soberanism­o en el País Vasco, ésta es ya tierra baldía para que pueda germinar en ella un movimiento solidario, regenerado­r e integrador; esto es, constituci­onalista.

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