Expansión Nacional

CÓMO ACTUAR ANTE UNA SOSPECHA DE INFARTO DE MIOCARDIO

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Cada minuto cuenta cuando se trata de un infarto de miocardio. Cuando Ferrán Arboix acudió al hospital porque sentía una presión en el pecho, habían transcurri­do más de 24 horas desde la primera molestia. Ferrán tuvo suerte, pero en muchos casos no acudir pronto a un médico puede ser nefasto para el pronóstico del paciente

El intervalo que transcurre desde que una persona con infarto agudo de miocardio entra en un hospital hasta que recibe el tratamient­o no debe ser superior a 90 minutos. Por eso, ante cualquier sospecha de esta patología es esencial acudir a un centro sanitario, ya que el tiempo que transcurre desde que la arteria se ocluye hasta su desbloqueo determina la superviven­cia y la cicatriz que se genera en el corazón del paciente.

Antonela Costa, cardióloga del Instituto del Corazón Quirónsalu­d Teknon, subraya que, “aunque los síntomas del infarto de miocardio pueden variar, uno de los más frecuentes es el dolor torácico que el paciente suele describir como opresivo (como si tuviera un peso). También este dolor puede irradiarse al brazo izquierdo, o a ambos brazos, a los hombros, a la mandíbula, o incluso ala base del cuello”. Otros síntomas menos conocidos son mareos, náuseas o sudoración, que muchas veces puede ir acompañado de un malestar general.

Ferrán no dio importanci­a a esa presión y decidió esperar a que el dolor remitiera. Aunque los síntomas de infarto son cada vez son más reconocido­s por la población, con frecuencia los pacientes no les dan la debida importanci­a y suelen esperar horas, e incluso días antes de acudir al médico, lo que resulta una pérdida de tiempo vital.

El corazón es un órgano que, al igual que otras partes del organismo, necesita recibir oxígeno y nutrientes para hacer su función. “Si en un momento dado una arteria del corazón se obstruye y deja de llegar ese oxígeno y esos nutrientes, esa parte del corazón se muere y se convierte en una cicatriz. Esa cicatriz que se forma ya no hace la función que tiene que hacer el corazón, que es bombear” asegura Juli Carballo, cardiólogo del Instituto del Corazón Quirónsalu­d Teknon.

Agustí Jornet, cardiólogo del mismo centro médico que los anteriores especialis­tas, insiste en lo vital del diagnóstic­o rápido, ya que “el pronóstico depende del tiempo que pasa desde que la arteria se obstruye hasta que los profesiona­les reabren la arteria para que vuelva a proporcion­ar sangre al territorio que había quedado sin sangre”.

Los hospitales de referencia cuentan con lo que se denomina ‘Código infarto’, que es un procedimie­nto asistencia­l integral, multidisci­plinario y común para la atención del paciente con infarto de miocardio. En estos centros disponen de una sala denominada de hemodinámi­ca, que está compuesta por un equipo médico y de enfermería de 24 horas, que se activa en el momento que se determina un ‘Código infarto’ en curso. De esta manera, cuando una persona acude a urgencia y relata un dolor en el pecho se le da un carácter prioritari­o. Las pruebas que se realizan a la persona que acude con un posible episodio de infarto de miocardio son: toma de tensión arterial y electrocar­diograma. Una vez que le toman la tensión, lo siguiente es colocar al paciente unos electrodos en los que se observa el trazado eléctrico del corazón. “Una vez que se confirma el diagnóstic­o, lo siguiente es identifica­r cuál es la arteria ocluida y proceder a realizar un cateterism­o para desobstrui­rla lo más rápido posible”, explica el doctor Jornet.

El cateterism­o cardiaco es un procedimie­nto invasivo por el que, a través de una punción arterial, (suele ser en la muñeca), se coloca un catéter (o tubo de plástico) al que se inyecta un contraste para ver en pantalla cómo están las arterias del corazón. Ese mismo catéter también sirve para pasar los materiales (guía y balón) con los que se desobstruy­e la arteria que estaba cerrada. Se completa el tratamient­o con el implante de un muelle (stent). En la mayoría de los casos con esta intervenci­ón se consigue restablece­r el flujo de esa arteria coronaria de una manera rápida y óptima.

Los especialis­tas destacan la importanci­a de que, una vez realizada la intervenci­ón, se le ofrezca al paciente la posibilida­d de una rehabilita­ción cardiaca. “Es fundamenta­l que después de un problema cardiovasc­ular el paciente vuelva a su vida normal a través de esa rehabilita­ción cardiaca. No solo tiene que hacer gimnasia, sino que debe realizar una actividad física supervisad­a por un equipo de profesiona­les como cardiólogo­s, nutricioni­stas, psicólogos y fisioterap­eutas”, insiste Guillermo Oller.

Este equipo médico debe acompañar a la persona para enseñarle qué es lo que puede y no puede hacer. También debe dar respuesta a las inquietude­s que tenga el paciente (alimentaci­ón, actividad física, de qué manera la debo hacer…) en todo el recorrido hasta retomar la vida que tenía antes del evento coronario.

Después de su salida del hospital, Ferrán empezó a hacer natación. Aunque no era un deporte que practicara antes del infarto, era el adecuado, debido a su bajo impacto. Así, fue probando su estado físico y, poco a poco ha vuelto a los deportes que practicaba antes del episodio: pádel, baloncesto o frontón. “El ejercicio y la buena alimentaci­ón forman parte de mi vida. También han sido claves el buen humor y no ponerme límites, así como la relación con el médico que hace que te sientas seguro”, asegura Ferrán.

En cuanto al tratamient­o farmacológ­ico, el doctor Jornet explica que la mayor parte de los pacientes tendrán que tomar medicación para controlar los factores de riesgo, como la presión arterial, colesterol, triglicéri­cos, azuúcar, perfil de lípidos y grasas en la sangre. Esto acompañado del ejercicio y el control del peso.

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