Expansión Nacional

España vista desde lejos

Con la amnistía el sanchismo le ha dado la vuelta a la gobernanza en España como se le da a un calcetín. Y esto es lo que muchos, empezando por los que auparán al PSC a la victoria, se resisten a admitir. Increíblem­ente durante la campaña electoral en Cat

- Tom Burns Marañón

Hasta hace poco los medios internacio­nales pasaban de las altercacio­nes en este crispado corral hispano que por fortuna y en compensaci­ón es soleado. La falta de interés era normal. Se mueven piezas de peso en el tablero geopolític­o, por doquier hay hiperlider­azgos reales y no faltan aspirantes a ser hombres fuertes. La polarizaci­ón global es el pan nuestro de cada día.

Hasta hace muy poco las cosas de España eran más bien íntimas. Se hablaba de ellas bajo los soportales de sus plazas y las sombrillas de las terrazas. No aparecían en el radar internacio­nal. España no era noticia y lo de aquí no se tomaba en cuenta. Pero de repente el mundo se enteró de los ejercicios espiritual­es presidenci­ales y de la introspecc­ión acerca de que si merecía o no la pena seguir. Y que el país estaba en vilo.

Esos cinco días de reflexión interesaro­n enormement­e allende de los Pirineos porque el emocionado órdago de Pedro Sánchez fue toda una extravagan­cia impensable en cualquier país que no sea el del todo o nada. Y el pecado lleva su penitencia.

La cuestión es que la descomunal jugada fue precisamen­te lo que en el extranjero se espera de la siempre sorprenden­te e impredecib­le España del toro negro zaino y del muro de blanca cal. Por lo pronto, dos tazas bien cargadas serán servidas en Cataluña.

Para ver bien lo que pasa suele ser útil tomar distancias y contemplar­lo desde lejos como hacen los que llegan desde fuera. Así se entera uno de que la deriva que han tomado los asuntos públicos se acerca a lo que pasa por ser anormal. Es chocante lo que se dice, lo que se hace y, también, como se vota.

Las elecciones catalanas ilustran el impractica­bility, la ausencia de pragmatism­o en la gobernanza de la península que reiteradam­ente denunció el futuro duque de Wellington en sus informes a Londres durante la Guerra de Independen­cia cuando dirigía las campañas bélicas contra la grande armée napoleónic­a entre Talavera y Vitoria, pasando por Arapiles. El estigma wellington­iano pervive.

Los enviados de los medios internacio­nales que, como norma general en cualquier lugar a donde viajan, le hacen preguntas al taxista que les recoge en el aeropuerto y plagian lo que publica la prensa local, se entretiene­n ahora detallando el posible bloqueo político que se avecina en un lugar que les suena a sus lectores por aquello de la Costa Brava, el Barça y el Barcelona Mobile.

Nada subraya mejor la desaparici­ón del sentido práctico en una sociedad como la paralizaci­ón de sus procesos políticos. Las elecciones de domingo 12 de mayo pueden repartir sorpresas, pero en lo fundamenta­l no habrá ninguna. En todas sus parcelas el fragmentad­o electorado catalán está partido por la mitad entre los muy y los no tanto independen­tistas, los muy y los no tanto constituci­onalistas, los muy y los no tanto izquierdis­tas y los muy y los no tanto conservado­res.

Barcelona desinflama­da

El catalán es un cuerpo electoral en el que cada uno está especialme­nte preso de su “idea” y de su “verdad”. No contempla concesione­s ni consensos. Es impractica­l, por decirlo en inglés. Y con estos votantes se la juegan tanto Sánchez como Carles Puigdemont. Los veteranos cronistas que presumen de “olfato” piensan que harán tablas. Y que la normalidad de una Barcelona “desinflama­da” puede ser engañosa.

El enviado especial que aterriza en un país que no es el suyo siempre busca algo “picante” siendo esto un elemento necesario para poder interesar a su público con las historias de in partibus infidelium que se propone contar.

A finales de abril esto fue el carácter enamorado de la carta a la ciudadanía que Sánchez colgó en la red; fue la figura de su mujer, tan fotogénica como él, y los hirientes bulos acerca de un supuesto tráfico de influencia­s. La historia de un político que con furia salta a la defensa de la honorabili­dad de su esposa se escribe sola. Pero el pin pan pun de la corrupción es una pista falsa y finalmente efímera. Lo gordo es lo de pasado mañana en Cataluña.

Lo realmente “picante” lo sirve un terco y vengativo fanático de carne y hueso que es tan experto con los naipes como lo es el presidente del Gobierno. La astucia es lo que el extranjero espera en el espectácul­o del cainismo hispano y el programado el 12 de mayo no defrauda.

Al enviado especial le fascina el papel que juega un prófugo de la justicia en la parálisis institucio­nal que se prevé. Le hipnotiza la figura de quien después de llevar casi siete años de autoexilio negoció su autoamnist­ía con el presidente del Gobierno. A poco que obtenga un buen resultado en las elecciones catalanas, Puigdemont se va a hartar de dar entrevista­s a los medios internacio­nales.

La políticas identitari­as proliferan en Europa, pero fuera de Bélgica donde el tema ya aburre, el desmembram­iento de un estado nacional no está en la agenda. El nacionalis­mo escocés es una cáscara hueca y el de un Quebec “libre” se ha olvidado. El de Cataluña, sin embargo, aparenteme­nte goza de un insultante buena salud y domina la conversaci­ón.

La vigencia del derecho a decidir que airean los independen­tistas catalanes se conoce de sobra aquí, pero los que no son de estos pagos pasaron página al procés el día siguiente a la entrada en vigor del artículo 155.

Ahora se fijarán de nuevo en ese desafío y concurrirá­n que se trata del histórico desencuent­ro en una vieja nación que está a medio hacer porque sigue siendo un work in progress.

En la “mirada del otro”, la noticia, una vez más, es la del choque de trenes y el descarrila­miento hispano. Vuelven los sempiterno­s tópicos y los lugares comunes que llevan más de dos siglos perjudican­do a España.

Todo esto tiene la potencia de ser muy malo para la imagen exterior de España y quienes se preocupan por la proyección de la estampa patria han de saber que puede empeorar la percepción del impractica­bility made in Spain en las cancillerí­as diplomátic­as , en los mercados financiero­s y en las empresas foráneas.

Se agravará porque los medios internacio­nales irán atando cabos ahora que España ha vuelto a ser noticia. El renovado interés amenaza la imagen del país al desenterra­r los estereotip­os y ponerlos en la vitrina. Y si se deteriora la del país, la de Sánchez caerá en picado.

Se perfila un bloqueo político en Cataluña porque Sánchez, el del órdago, lo ha hecho inevitable. Si España carece de la gobernanza que se exige a las “plenas” democracia­s liberales es porque Sánchez se ha entregado al frentismo contra quien debiera pactar políticas del Estado y al apaciguami­ento con quien le traicionar­á a la primera de cambio.

El presidente del Gobierno hizo suyo el victimismo del relato nacionalis­ta y acusó a la derecha de haber creado adrede el “conflicto catalán”. La derecha, ya se sabe, es muy dada a practicar la intoleranc­ia. Sánchez asumió la narrativa nacionalis­ta hasta tal punto que amnistió a los que sueñan con hacer realidad la República de Cataluña.

La gobernanza

Con la amnistía el sanchismo le ha dado la vuelta a la gobernanza en España como se le da a un calcetín. Y esto es lo que muchos, empezando por los que auparán al Partido de los Socialista de Cataluña a la victoria pasado mañana, se resisten a admitir. Increíblem­ente durante la campaña electoral en Cataluña se evitó hablar de amnistía.

Desde la distancia puede que los periodista­s extranjero­s caigan en la cuenta de lo que ha sucedido. Sánchez ha convertido en doctrina oficial y memoria democrátic­a el hecho de que los anticonsti­tucionalis­tas de la sedición tuvieron razón y que el Estado de Derecho está obligado a pedir perdón por haberles procesado. Hay numerosos ejemplos de lo errónea que ha sido la política apaciguado­ra a lo largo de los tiempos. El disconform­e que se pretende pacificar, nunca se sacia porque, comprobada la debilidad del adversario, siempre quiere más. Una y otra vez, tales iniciativa­s han tenido consecuenc­ias no deseadas. La gestionada por Sánchez tras las inconclusa­s elecciones generales del 23 de julio del año pasado fue de las más impúdicas.

Sánchez debería de haber pactado un acuerdo en torno a la centralida­d de la gobernanza con el Partido Popular que superó en votos y escaños al Socialista. Hubiera sido lo pragmático. Pero su sectarismo y su narcicismo no se lo permitiero­n.

Como se sabe muy bien porque para ello existen las hemeroteca­s, Sánchez se opuso como el que más a cualquier medida de gracia con los sediciosos del procés hasta que necesitó los siete votos en el Congreso leales a Puigdemont para completar su “mayoría parlamenta­ria” y ser investido de nuevo presidente. Tocó entonces la tecla apaciguado­ra.

Y de aquellos polvos vienen los actuales lodos en el soleado corral de las altercacio­nes. Según Sánchez, los produce una “máquina de fango” que opera una derecha que no le tolera como presidente del Gobierno. Según sus críticos en el gallinero mediático, el que embarra es él. Y por eso, se está con el muy enfangado terreno del “Duelo a garrotazos”. Spain is news una vez más.

Las elecciones catalanas ilustran la ausencia de pragmatism­o en la gobernanza española

Los cinco días de reflexión de Pedro Sánchez interesaro­n enormement­e allende de los Pirineos

 ?? ?? El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ayer en su último acto electoral en Cataluña.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ayer en su último acto electoral en Cataluña.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain