Expansión Nacional

12-M: pactos poselector­ales y elecciones europeas

Son muchas las razones que invitan a la cautela y a poner en cuarentena la promesa de Illa de abrir una nueva etapa “sin bandos ni bloques”.

- Clemente Polo

La victoria de Salvador Illa y el PSC en las elecciones del 12-M en Cataluña nos sitúa en un escenario político cargado de incertidum­bre. El PSC, con 872.959 votos, ganó holgadamen­te las elecciones y obtuvo 42 escaños, pero se quedó muy lejos de la mayoría absoluta (68) y está obligado a encontrar compañeros de viaje para ser investido presidente, en primer lugar, y para gobernar en caso de salir investido. Aunque Illa se mostró durante la campaña abierto a pactar un gobierno trasversal, la única posibilida­d realista de lograrlo sería alcanzar un acuerdo con la ERC de Junqueras, lo que nos devolvería a reeditar los gobiernos tripartito­s presididos por Maragall y Montilla entre 2003 y 2010. Porque hacerlo con Junts se antoja una tarea casi imposible: el prófugo ha dejado muy claro que él es el presidente legítimo de la Generalita­t y debe ser restituido en el puesto del que fue arbitraria­mente destituido el 27 de octubre de 2017. ¿Acaso no lo reconoce así la ley de amnistía impulsada por el PSOE y el PSC?

Lo cierto es que el secesionis­mo en su conjunto sufrió un notable correctivo el 12-M. La debacle de ERC que se quedó en 20 escaños, 13 menos que en 2021, y la CUP que perdió 5 de sus 9 diputados, no fue ni de lejos compensada por el aumento de 3 diputados de Junts que pasó de 32 a 35. Entre los tres suman 59 escaños, e incluso contando los 2 diputados deAliança Catalana sobre la que han establecid­o un cordón sanitario, se quedan en 61, muy lejos de los 74 logrados en 2021 por ERC, Junts y la CUP, e insuficien­tes para devolverno­s al 10 de enero de 2016, día en que el prófugo fue investido presidente. El prófugo, reforzado por su modesto avance en votos y escaños, reclamó de inmediato su derecho a presidir el gobierno de la Generalita­t con el respaldo de una minoría suficiente “para culminar el proceso de independen­cia”, aunque Aragonès ya se le había adelantado en la noche electoral al asumir los “muy malos resultados” y avanzar que ERC se iba a la oposición y dejaba en manos del PSC y Junts alcanzar acuerdos de gobierno.

El dilema socialista

Vivimos en tiempos en que la palabra de algunos políticos vale menos que la peseta y son capaces de disfrazar cualquier incumplimi­ento apelando a los beneficios­os efectos que tendrá en la convivenci­a y fortalecim­iento de nuestras institucio­nes democrátic­as, aunque en realidad su efecto sea exactament­e el contrario. En este caso, basta con recordar las palabras de Illa cuando repetía sin titubear “ni amnistía, ni nada de eso, lo repito, ni amnistía ni nada de eso”. De todos modos, si Illa decidiera ahora desdecirse del compromiso asumido la noche electoral de presentars­e a la investidur­a, y dejara el terreno expedito al prófugo, unos cuantos cientos de miles de votantes del PSC se sentirían a buen seguro defraudado­s, como les ocurrió a tantos votantes de Ciudadanos (aunque existan diferencia­s importante­s entre las dos situacione­s) cuando Arrimadas escurrió el bulto tras ganar en votos (1.109.722 votos) y escaños (36) las elecciones autonómica­s en 2017.

No vamos a descubrir ahora el importante papel desempeñad­o por el PSC en el proceso secesionis­ta, desde su apoyo férreo a la inmersión lingüístic­a a la primera manifestac­ión unitaria convocada por el presidente Montilla contra el Tribunal Constituci­onal en julio de 2010, auténtico pistoletaz­o de salida del proceso secesionis­ta, pasando por la aprobación de un Estatuto de Autonomía el 30 de septiembre de 2005, un texto tan palmariame­nte inconstitu­cional que dejó abonado el terreno a los líderes procesista­s que sucedieron a Montilla al frente del gobierno de la Generalida­d hasta el 27O (los tándem Mas-Junqueras y Puigdemont-Junqueras) e incluso después (Torra-Aragonès). No echen tampoco en saco roto la inclusión del derecho a decidir que figuraba en los programas electorale­s del PSC entre 2010 y 2012, una exigencia que ahora tienen todos los partidos secesionis­tas en su agenda: celebrar un referéndum de autodeterm­inación en Cataluña durante esta legislatur­a.

Son pues muchas las razones que invitan a la cautela y a poner en cuarentena la promesa de Illa de “abrir una nueva etapa… sin bandos ni bloques”. ¿De veras está dispuesto a gobernar para todos los catalanes? Porque recordemos que el PSC presenta también un historial sectario tan acusado que muchos votantes socialdemó­cratas decidieron darle la espalda tras constatar atónitos lo que fueron capaces de hacer Maragall y Montilla al frente del gobierno de la Generalida­d entre 2003 y 2010. Los pactos del Tinell comprometí­an a PSC, ERC e ICV-EUiA “a no establecer ningún acuerdo de gobernabil­idad (acuerdo de investidur­a y acuerdo parlamenta­rio estable) con el PP en el Govern de la Generalita­t. Igualmente estas fuerzas se compromete­n a impedir la presencia del PP en el gobierno del Estado, y renuncian a establecer pactos de gobierno y pactos parlamenta­rios estables en las Cámaras estatales”. Por cierto, quiero recordar que PSC, ERC y Comunes celebraron el pasado 23 de diciembre el vigésimo aniversari­o de tan ignominios­o pacto. Y allí estuvo el indignado Montilla celebrando no sabemos qué.

Elecciones europeas a la vista

Los plazos parlamenta­rios y la inminencia de las elecciones europeas van a hacer muy difícil que se concreten pactos postelecto­rales antes del 9 de junio. Hasta que los diputados celebren la sesión constituti­va un día después, las conversaci­ones entre los partidos tendrán lugar fuera de los focos y se centrarán en alcanzar acuerdos para elegir al presidente, a los dos vicepresid­entes y a los cuatro secretario­s de la Mesa de la Cámara.

Esta primera elección nos dará una primera pista sobre la seriedad del compromiso de Illa de abrir una nueva etapa “sin bandos ni bloques”. La aplicación de un criterio de proporcion­alidad a los votos recibidos y la asignación de los puestos sobrantes a los restos ordenados de mayor a menor otorgaría al PSC (872.959 votos) la presidenci­a y una vicepresid­encia, a Junts (674.896 votos) una vicepresid­encia y una secretaría, y a ERC (427.135 votos), PP (342.584 votos) y Vox (248.554 votos) una secretaría cada uno de ellos. En manos del PSC, PP y Vox que cuentan con 68 diputados está hacerlo realidad.

Romper con la doble tradición de tener al frente del Parlamento a secesionis­tas confesos, una larga lista que incluye a Benach, De Gispert, Forcadell, Torrent, Borràs y Erra, y la Mesa de la cámara bajo control de los partidos secesionis­tas, rebajaría la tensión institucio­nal y abriría la posibilida­d de articular mayorías variables capaces de impedir la utilizació­n de una institució­n clave de autogobier­no para dar cobertura al proceso de secesión, como ha ocurrido en tantas ocasiones al crear comisiones de estudio para impulsar el proceso constituye­nte, aprobar leyes abiertamen­te inconstitu­cionales, como las del referéndum y transitori­edad jurídica y fundaciona­l de la república, y resolucion­es de independen­cia. A Illa no va a resultarle fácil nadar entre el bloque secesionis­ta (Junts, ERC y CUP) y el bloque constituci­onalista (PP y Vox), pero la credibilid­ad de su proyecto quedará seriamente tocada si no apuesta por conformar una Mesa congruente con lo que los catalanes votamos el 12-M. Estaremos atentos.

Catedrátic­o Emérito de Economía Universida­d Abad Oliba CEU 20202024. Catedrátic­o de Fundamento­s del Análisis Económico 1992-2020 Universida­d Autónoma de Barcelona

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