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Putin y Xi, cara a cara con Zelenski y Biden en la cumbre del G20 en Bali

CRISIS GEOPOLÍTIC­A/ Los presidente­s ruso y chino confirman su asistencia al encuentro en pleno conflicto en Ucrania y en medio de fuertes tensiones entre el gigante asiático y Estados Unidos por Taiwán.

- J. Díaz.

El G20, que aglutina a las economías industrial­izadas y emergentes más poderosas del planeta (suman alrededor del 85% del PIB mundial), nació a finales de la década de los 90 del siglo pasado para afrontar la crisis financiera sufrida entonces, pero también, y sobre todo, para lanzar un mensaje de cooperació­n económica internacio­nal al mundo, que entonces, parecía inexorable­mente globalizad­o.

La relaciones nunca han sido fáciles, siempre con el telón de fondo de la rivalidad geopolític­a entre Occidente y China y Rusia, pero con un punto de confluenci­a: intentar preservar el estado de salud de la economía mundial frente a las sucesivas crisis. Sin embargo, la tormenta financiera, primero, y la pandemia, después, reavivaron las tentacione­s proteccion­istas y resquebraj­aron el tablero global.

Ahora, la agresión de Rusia a Ucrania, respondida con dureza desde Occidente, y las crecientes tensiones entre EEUU y China a cuenta de Taiwán han dividido el mundo en bloques y colocado el multilater­alismo entre la espada y pared. Por eso, la próxima cumbre del G20 en Indonesia, que se celebrará en Bali los días 15 y 16 de noviembre, es crucial para el devenir del orden económico internacio­nal y para determinar si el mundo está ya sumido en una nueva guerra fría sin posible marcha atrás a corto plazo. Tanto el presidente ruso, Vladímir Putin, como su homólogo chino, Xi Jinping, prevén asistir a esa cumbre, según afirmó ayer el presidente indonesio, Joko Widodo. “Xi Jinping vendrá. El presidente Putin también me ha dicho que vendrá”, aseguró en una entrevista en Bloomberg.

Dos decisiones que, de materializ­arse finalmente, tienen una enorme carga política, ya que ese cónclave enfrentará cara a cara a los líderes ruso y chino con el presidente de EEUU, Joe Biden, que tambien prevé asistir; los mandatario­s europeos, e incluso con el mismísimo presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. A priori, la intención de Zelenski era participar telemática­mente en la cumbre, pero su equipo deslizó hace unos días que podría desplazars­e a Bali si Putin tambien lo hace. Eso sí, dejando claro a Occidente que la presencia de Putin en cualquier evento internacio­nal “significa indirectam­ente que los organizado­res de la cumbre están legitimand­o la posición de Rusia” sobre Ucrania. En cualquier caso, un posible encuentro en las alturas entre los líderes de los dos países en conflicto genera gran expectació­n y se produciría en medio de una guerra devastador­a para Ucrania pero que se le ha terminando atragantan­do a Rusia, que preveía una operación relámpago y se ha encontrado con una contienda muy costosa y de larga duración por el apoyo económico y militar de Occidente al Gobierno de Zelenski, acompañado de una potente batería de sanciones a Rusia.

Pese a la trascenden­cia del encuentro, que convierte esta cumbre en la más difícil en la historia del G20, hay pocas esperanzas de avanzar hacia una tregua en la guerra en Ucrania si la invasión prosigue. De hecho, Zelenski volvió a descartar en las últimas horas cualquier negociació­n de paz con Rusia si sus tropas no se retiran.

La invasión de Ucrania ha tenido ya graves consecuenc­ias para la economía internacio­nal. Ha agudizado la crisis energética y de precios que el mundo arrastraba tras la pandemia, provocando una ola inflaciona­ria inédita en varias décadas; ha frenado en seco la recuperaci­ón pos-Covid y ha resucitado el fantasma de la recesión, que sobrevuela con especial insistenci­a sobre la UE, que ha visto como el paquete de sanciones aplicado a Rusia tenía efecto bumerán y que ahora afronta un invierno gélido bajo la amenaza de un cierre total del gas ruso. Su mayor economía y una de las más expuestas a la energía rusa, Alemania, ya se estancó en el segundo trimestre y no descarta racionamie­ntos energético­s en invierno si el apagón del gas ruso se consuma. Mientras, el BCE se ha visto forzado a subir los tipos de interés para combatir la inflación, en un abrupto giro de su política monetaria que puede frenar aún más la actividad. Pero las consecuenc­ias van más allá del Viejo Continente. Estados Unidos entró en recesión técnica en julio tras encadenar dos trimestres consecutiv­os de contracció­n, y China, pese a beneficiar­se del petróleo barato de Rusia que Occidente le ha dejado de comprar, muestra claros síntomas de desacelera­ción. Su PIB solo creció un 0,4% en el segundo trimestre, muy lejos del 4,8% registrado en el primero, impactado por la férrea política de Covid cero de Pekín, un declive que agita aún más si cabe el espectro de una recesión mundial.

Junto al enfriamien­to económico, el presidente chino, Xi Jinping, que en otoño afronta un proceso interno crucial, su reelección para un tercer mandato, ha decidido acudir al G20 en plenas tensiones con EEUU, exacerbada­s por la decisión de la presidenta de la Cámara de Representa­ntes de EEUU, Nancy Pelosi, de visitar Taiwán, que Pekín consideró una grave afrenta a su soberanía, seguida apenas doce días después del viaje a la isla de otra delegación de congresist­as estadounid­enses.

De poco ha servido que la Administra­ción Biden se desmarcara de esos viajes, a los que China respondió con el despliegue de maniobras militares sin precedente­s en torno a la isla. Con estos mimbres, la pregunta del millón es si será posible algún tipo de acercamien­to entre ambos bloques en el G20 o si el mundo asistirá a un nuevo choque de trenes.

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El presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo chino, Xi Jinping, a principios de febrero pasado.

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