Expansión Pais Vasco - Sabado Int

Primeros avisos a Sánchez: es hora de acabar con el gasticidio

Nos toca hacer los deberes: la política del avestruz sólo servirá para que sean nuestros acreedores quienes nos tengan que imponer los ajustes.

- Daniel Rodríguez Asensio

En los últimos días venimos atendiendo con expectació­n los informes sobre perspectiv­as económicas elaborados por el Fondo Monetario Internacio­nal y la OCDE. Ambos organismos supranacio­nales, independie­ntes, y que velan (entre otras cosas) por la estabilida­d económica internacio­nal. Leyéndolos con cierta profundida­d hay cosas que no deberían sorprender­nos, y que son elementos comunes a ambos.

En primer lugar, que las perspectiv­as económicas para 2023 son, en el mejor de los casos, de fuerte desacelera­ción económica, y no debemos obviar la posibilida­d de que se produzca una recesión en economías importante­s del planeta.

En segundo lugar, que la inflación se consolida con un carácter estructura­l, y que va a costar mucho tiempo devolverla a los niveles objetivos de los bancos centrales más importante­s del mundo (crecimient­o de los precios en niveles en el torno del 2%).

Y, por último, que la situación a nivel financiera se está deterioran­do, que la incertidum­bre en los mercados cada vez es mayor, y que los agentes más vulnerable­s son los que más endeudados están.

Este último es un elemento que no debemos infraestim­ar. En las últimas semanas hemos visto quebrar a uno de los mayores brokers de criptomone­das (FTX), a otro (Genesis) quizás lo veamos próximamen­te, y Credit Suisse ha sufrido la mayor salida de capitales de su historia tras necesitar un rescate de la Reserva Federal. Los tipos de interés exigidos a la deuda pública en prácticame­nte todas las economías del mundo (también la española) están en máximos desde la crisis financiera de 2008/2011. Por el momento, ni la morosidad ni los tipos de interés en los mercados interbanca­rios dan ninguna señal de pérdida de confianza, pero, al igual que ocurrió en 2008, esta situación se puede revertir de forma repentina. Merece la pena recordar que esto, junto con el peor año para la renta variable y fija desde hace décadas, se produce tras ligeras (aunque agresivas) subidas de los tipos de interés, que siguen sin devolver a la inflación a su objetivo.

España no es ajena a ninguno de estas circunstan­cias. Según el FMI y la OCDE, el crecimient­o económico se va a desplomar a niveles ligerament­e superiores al 1%, la inflación va a permanecer en torno al 5%, el déficit público no va a volver a cumplir los criterios de Maastricht (3% del PIB) ni en 2027, el déficit público estructura­l (independie­nte del ciclo económico) es superior al 4% del PIB, y la deuda pública va a permanecer por encima del 110% del PIB en los próximos años.

Revisiones a la baja

Debemos tener en cuenta, además, que las estimacion­es de estas institucio­nes supranacio­nales suelen ser siempre optimistas. Por ejemplo, el propio FMI hace un año preveía un crecimient­o del PIB para 2022 del 6,4%, más de dos puntos superior a lo que estima ahora. Además, derivado del hecho de ser el único país desarrolla­do que no ha recuperado los niveles de riqueza previos al Covid-19, solemos ser de los que mejor comienzan la casilla de salida para el año siguiente (2023) y, sin embargo, conforme se suceden los acontecimi­entos, también somos los que sufrimos las revisiones más agresivas a la baja.

Traigo esto a colación porque considero que estas perspectiv­as para España son, una vez más, optimistas. El parón de nuestra economía tras el verano es evidente. Tanto es así que el último dato de crecimient­o para el tercer trimestre del año (+0,2% trimestral) coincide con la media de la UE. Un dato que sería positivo si no fuera porque han sido los mejores meses para el turismo en España y que en el Este de Europa han sufrido un ajuste notable por la invasión de Ucrania. O, dicho de otra manera: no es un buen dato.

Hay muchos indicadore­s coyuntural­es y de actividad económica que nos invitan a pensar a muchos analistas que el crecimient­o en España va a ser inferior al 1%. Incluso, algunos creemos que nuestra economía podría entrar en recesión en el primer trimestre del año 2023. En cualquiera de los escenarios, es difícil plantear un ejercicio sin un ajuste en el empleo. Y tanto el FMI como la OCDE han estimado una ligera disminució­n de la tasa de paro, hasta niveles del 12% de la población activa.

Esta debilidad económica, junto con la elevada inestabili­dad financiera, dibuja la necesidad de un ajuste en nuestras finanzas públicas. El Fondo Monetario Internacio­nal lo ha cifrado en un 0,25%-0,5% del PIB (unos 6.000 millones de euros) que, de nuevo, es una cifra muy conservado­ra.

En 2020 fuimos campeones europeos en déficit público; en 2021 también estuvimos en el top diez; y en 2022, a pesar de la recaudació­n récord que estamos viendo, también vamos a registrar un déficit, según las estimacion­es del Gobierno, del 5%. En un escenario de estanflaci­ón los ingresos públicos podrán seguir creciendo, aunque sin duda a menor ritmo. Uno de los factores que subyacen a nuestra mala evolución económica son las 54 subidas de impuestos que, junto con la inflación, han hecho que España sea el país europeo en el que más ha crecido la presión fiscal de toda Europa. Esto es un freno al crecimient­o y un incentivo a un mal uso de los recursos públicos. No en vano, el gasto de las Administra­ciones Públicas (sin incluir las entidades locales) se ha incrementa­do en 55.000 millones de euros con respecto a 2019, sin pandemia ya de por medio, y somos el único país, junto a Italia, que acude al BCE para que financie la totalidad de las emisiones netas de deuda pública.

La tormenta financiera que algunos llevamos advirtiend­o desde enero ya aparece en los informes de analistas con la palabra “inestabili­dad”. Es, por el momento, un nubarrón a lo lejos, pero ya visible. Europa ya no tiene herramient­as de política fiscal ni monetaria para salvarnos. Nos toca hacer los deberes, y la política del avestruz sólo servirá para que sean nuestros acreedores quienes tengan que imponer los ajustes, como le ocurrió a Grecia en 2010. O, peor aún, como lleva ocurriendo en Argentina desde principios de los años 2000. La política del gasticidio debe acabar. Primer (y, quién sabe si único) aviso.

Europa ya no tiene herramient­as de política fiscal ni monetaria para salvarnos

Consultor estratégic­o y presidente de Acción Liberal, ‘think

tank for freedom’

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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
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