Xi Jinping: las sombras de su hiperliderazgo
La entronización del presidente chino, Xi Jinping, como líder indiscutible del país durante el XX Congreso del Partido Comunista no será tan lucida como él hubiera deseado. En primer lugar porque, a diferencia de la mayoría de países del mundo, China mantiene duras restricciones contra el Covid por la política de cero contagios impuesta por el propio Xi que generan malestar social. Además, la economía del gigante asiático se está resintiendo de las constantes interrupciones de la actividad productiva, así como del colapso de los conglomerados inmobiliarios. El crecimiento se sostiene por la enorme inversión pública, pero en muchos casos es improductiva. Debido a ello y al reequilibrio geopolítico global, es probable que Pekín reoriente sus objetivos quinquenales para primar la autosuficiencia económica frente al avance del PIB. Pekín quiere ser menos dependiente de Occidente, sobre todo de su tecnología, pero también en materia energética, financiera y alimentaria. El Gobierno central ha impuesto contra el criterio de los ejecutivos regionales el abandono de agrocultivos rentables destinados a la exportación para retomar la siembra a gran escala de productos básicos como trigo y arroz para protegerse frente a una posible guerra comercial. También planea más límites a la iniciativa privada, lo cual supone revertir parte de las reformas económicas que hace una década impulsaron la economía del país y puede alejar a la inversión extranjera. Por último, la ambivalencia de Xi con Vladímir Putin por la invasión de Ucrania, así como su revivida hostilidad hacia Hong Kong y Taiwán, han dañado la imagen exterior de China.