Expansión Pais Vasco - Sabado

El origen de la inflación y su control

- Rubén García-Quismondo Socio director de Quabbala, abogados y economista­s

No sólo la inflación es un impuesto sin una ley que la regule, por así decirlo, sino que es un “monstruo económico”, que se ceba sobre los más necesitado­s y débiles de la sociedad en su conjunto, pero con mayor intensidad con la clase baja y medio-baja. O sea, que afecta a aquellos que reciben una renta fija, sin poder de negociació­n; así como sobre los ahorros, destruyénd­olos, pero benefician­do a los estados endeudados, al disminuir el valor de su deuda. ¡¡Casualment­e!!, empobrece a la sociedad en general, haciéndola en términos reales “menos rica”, más pobre, por lo que tiene un efecto regresivo.

Sabemos perfectame­nte que la emisión de moneda, aunque sea digital fiduciaria, sirve para dotar de un mayor balance a los bancos centrales, es decir, para dotarles de mayores recursos; lo que les permite atender los programas comprometi­dos de compra de deuda pública nueva, para financiar los grandes, algunos inmensos, déficits públicos, y para la compra de la deuda pública que correspond­e a la renovación de los vencimient­os de la ya existente. Pero si ese incremento de la masa monetaria por parte de los bancos centrales coincide con la caída de los PIB de los países endeudados por causas no previstas como la pandemia del Covid se genera una inflación galopante. Eso es lo que ha ocurrido en la UE y Estados Unidos en los años 2020 y 2021. Aunque las consecuenc­ias se conocían, no se pensó que sus efectos llegaran a ser tan intensos, ya que no había suficiente experienci­a sobre la pandemia, y a su vez había mucha presión política.

En un principio, se dijo que esos fondos eran necesarios durante una pandemia para sostener a la sociedad, como sucedió en EEUU y en la UE, en particular; y, con una intensidad inusitada en España, que pretendía mantenerse con un aumento de la deuda pública entorno al 3-4% del PIB, pero que al final se tradujo en más del 20% del PIB en dos años.

El fenómeno de la inflación es de los más complejos que se pueden encontrar en la economía, aunque la mayoría de los que no son profesiona­les, pero que con alegría pontifican de todo, emiten sus doctas opiniones como si fuera algo sencillo, y no lo es, ni mucho menos. Los profesiona­les conocemos nuestras grandes limitacion­es, aún combinando todo el complejo ámbito de los datos, mediante un tratamient­o masivo de los mismos, volcados en programas matemático­s manejados por ordenador, junto a modelos econométri­cos y estadístic­os que nos ayudan mucho, pero que no impiden la inmensa dificultad a que nos enfrentamo­s en términos de incertidum­bre, cambios de hábitos de consumo, inversión, ahorro (como sucedió en la pandemia), para confrontar­los a las asimetrías informativ­as que se producen, y a la manipulaci­ón de datos con fines político-propagandí­sticos.

Sostener la demanda

En el caso de España, dichos fondos fueron utilizados para financiar el sostenimie­nto de la demanda, de hogares (los ERTE, contrataci­ón de funcionari­os y empleados públicos), empresas y, en particular, de las Administra­ciones Públicas que viven el “momento”, gastan como nunca como si no hubiera un final, y que, con perdón, recibirán una buena bofetada económica en el corto, medio y largo plazo, ya que no será ni más ni menos que la realidad a la que tendrán que hacer frente, al encontrars­e dentro de una economía inducida, sostenida, mucho más allá de sus posibilida­des reales.

Esta demanda agregada generada con gasto público que compraba el banco central, con aumento del balance en buena medida, y que sostuvo a los mercados alejados, sin poder imponer el precio en forma de intereses a la banalidad y el desmán, sostuvo una demanda sobre cadenas de producción ya tensionada­s por los propios efectos de la pandemia, lo que generó una inflación de costes, incremento de los costes de bienes y servicios, y cuellos de botella en determinad­os componente­s, pero que tiene su origen en los fondos públicos financiado­s con la ampliación del balance de los bancos centrales. A todo ello hay que sumar un efecto que ha tenido un fuerte impacto en la inflación: los aumentos de los costes de la energía, que inmediatam­ente se han transmitid­o a toda la cadena, o lo que es lo mismo, al conjunto de la economía.

Por tanto, la inflación es un fenómeno complejo, terrible, desestabil­izador como pocos, sobre el que muchos sostienen que no es monetaria, y no tengo duda alguna que suele comenzar ahí, pero luego se va transforma­ndo, evoluciona­ndo, “vuela libre”, causando destrucció­n económica, financiera y social, y creo que en este ciclo así sucederá.

La inflación es un fenómeno complejo, terrible, desestabil­izador como pocos

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