Batalla por las condiciones de Bruselas a la fusión de Orange y MásMóvil
‘TELECOS’/ LAS FIRMAS QUE SE UNEN QUIEREN QUE LOS ‘REMEDIES’ SEAN MÍNIMOS Y QUE LOS RECIBAN LOS RIVALES MÁS DÉBILES O CUALQUIERA MENOS DIGI. LAS OBLIGACIONES MÁS AGRESIVAS SERÍAN CONTRATOS MAYORISTAS A BAJO PRECIO EN FIJO Y MÓVIL.
El CEO de Orange en España, Jean François Fallacher, señaló el pasado martes que la Comisión Europea (CE) no debía imponer ningún remedie a la integración de Orange con MásMóvil. Pero ¿qué son los remedies?. En la jerga comunitaria se refiere a las obligaciones o remedios que el área de Competencia de la CE (dirigida por la comisaria Margrethe Vestager) impone a una fusión para intentar restaurar los mismos niveles de competencia que existían antes de la integración.
Los remedies pueden ser estructurales (venta de activos, redes o de negocios) o conductuales (en este caso, contratos de alquiler de redes) y siempre tienen uno o varios receptores o compradores (el remedy taker), que se benefician de esas concesiones y que son los que deben “restaurar” los niveles de competencia perdidos.
Cuanto más agresivos sean esos remedios en manos del comprador que se beneficie de ellos más intensa será la competencia tras la fusión, por lo que las perspectivas de rentabilidad de la nueva Orange-MásMóvil serán peores. Y eso supone muchos cientos (o miles) de millones de euros de diferencia en valor.
Así que es lógico que tanto desde Orange como desde MásMóvil se defienda que el mercado español es hipercompetitivo y que, por tanto, la integración de dos de los actores en un sector que tiene 150 jugadores con ofertas de fijo+móvil, de los que 8 son capaces, cada uno, de facturar más de cien millones de euros, no reducirá apreciablemente los niveles de competencia.
Y también es lógico que ambos pretendan que esos remedios vayan a parar a los rivales más débiles posibles para que los puedan aprovechar peor. ¿Y eso qué significa en España?. Pues lo razonable es que signifique “cualquiera menos Digi”. El operador rumano –que a mitad de año reportó 3,4 millones de líneas móviles y 900.000 de banda ancha fija– es el que más rápido está creciendo y mes a mes ya ha superado incluso a MásMóvil en el robo de clientes por la portabilidad. Si ya crece a esa velocidad con su política de ultra low cost con sus propios medios y con los contratos mayoristas que tiene ahora –con Movistar–, cualquier ayuda que recibiera vía nuevos activos o aún mejores condiciones mayoristas le permitirían crecer más rápido. Eso supondría materializar el gran temor de Orange-MásMóvil, así como de Movistar y Vodafone: que en dos años el mercado estuviera como está ahora, con un cuarto operador muy grande y agresivo.
Así que, como alternativas, lo lógico sería buscar grupos más pequeños como Avatel -que también está creciendo rápido pero con otro modelo, de compra de telecos rurales– Finetwork o incluso la catalana Parlem, participada por Inveready, uno de los accionistas de MásMóvil. Pero hay quien señala también a la posibilidad de Vodafone fuera uno de los receptores de los remedios.
A Vodafone, desde luego, le podrían interesar parte de las frecuencias que sobrarán tras la fusión –la suma de Orange y MásMóvil supera el límite máximo en las bandas de 1.800, 2.100 y 3.500 MHz– así como algo de la red de fibra solapada que tengan entre ambos, aunque es una cifra exigua, de no más de medio millón de hogares.
Pero, en todo caso, una cosa es que Orange-MásMóvil busque al rival más débil y otra que la Comisión Europa se lo consienta.
Tras la opinión de la abogada general de la UE, la hipótesis de ‘remedies’ duros gana enteros
La venta de la red móvil
El remedie más obvio es obligar a vender, entera, la red móvil de MásMóvil, que la teleco cifra en 6.000 emplazamientos y que le permite cursar alrededor del 50% del tráfico que gastan sus clientes, reduciendo mucho el coste mayorista que paga aún a Orange. Pero esa red puede ser un regalo envenenado, porque aunque se comprase barata tiene unos altos costes de operación: las torres son casi todas de Cellnex con contratos a largo plazo; hay que pagar el coste del NOC (centro de control) que proporciona Ericsson; también hay que pagar la transmisión y sobre todo, las tasas radioeléctricas. Además, habría que actualizarla a 5G, que aún no es diferencial pero que será obligado en unos años. Se necesita un volumen de clientes elevado para que salgan las cuentas de tanto gasto. Y no está claro que ni incluso a Digi, la más grande de los posibles receptores, le salieran los números. Claro que el ganador podría optar por intentar rellenar su nueva red móvil ofreciéndola a bajo precio a todo el resto de los virtuales, lo que multiplicaría la virulencia de la competencia en el bajo coste y supondría una catástrofe para Movistar, Orange-MásMóvil y Vodafone.
Con todo, las condiciones más agresivas que podría imponer Bruselas –y que tras la reciente opinión de la abogada general del TJUE aparecen como más probables que antes– son los contratos mayoristas, por los que el receptor debería poder usar las redes del grupo resultante –o sea las redes de Orange, que tiene la segunda mejor red de fibra y, por ahora, la tercera de móvil, que aún así triplica en tamaño a la de MásMóvil– a precios preferentes. Eso sería, con toda seguridad, el peor escenario posible para ambos, aunque sería difícil que la fusión se rompiera, impusiera lo que impusiera Bruselas dado el endurecimiento de las perspectivas macroeconómicas y el encarecimiento de la deuda.
Los expertos coinciden en apuntar que más que la venta de activos, la condición que más temen ambos que se les imponga es un acceso en buenas condiciones a la red fija de Orange, transfiriendo al remedy taker los IRU (los acuerdos de uso a largo plazo) que MásMóvil logró arrancar a la firma francesa con un mecanismo de semi coinversión, que sitúan los precios de acceso muy por debajo de los actuales de mercado, que están alrededor de los 12 euros/mes por línea de fibra. Tampoco sería plato de gusto una versión light de ese modelo, con un acceso barato –aunque no tanto como los IRUs– a la red de fibra.
Y en cuanto a la red móvil, un acuerdo por capacidad – es decir, no ligado a un consumo concreto de gigabytes– y que incluya desde luego el 5G, que ahora no mueve la aguja de las preferencias de los clientes, pero que en unos años será imprescindibles solo para sobrevivir. Cualquiera de estos escenarios sería un terremoto indirecto para todo el sector y perjudicaría, además, directa y sensiblemente a Telefónica o Vodafone que perderían a uno de sus grandes clientes de redes mayoristas, que, como es sabido, son ingresos que se traducen directamente en ebitda. Telefónica en el caso de que el ganador fuera Digi o Avatel y Vodafone si se trata de Finetwork.