Expansión Pais Vasco - Sabado

Venta de asientos desde 1792

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taba el asiento, de los que 300.000 dólares debían proceder de financiaci­ón bancaria.

Después de sucesivas negativas y el rechazo de la mayoría de los patrocinad­ores a los que pidió respaldo, logró su empeño a finales de 1967 y su recién estrenada empresa, Muriel Siebert & Co, pudo empezar a operar en la Bolsa de Nueva York, asentado ya como el centro de referencia de los mercados de todo el mundo. Cuando Siebert se convirtió en la primera mujer miembro de la NYSE, tenía 39 años.

Una década después, la fabulosa Siebert se convirtió en la primera mujer en ocupar el cargo de supervisor­a del sector bancario del estado de Nueva York. Pese a que fueron tiempos difíciles para la economía, ningún banco quebró bajo su vigilancia. Dispuesta a seguir cambiando el mundo, Siebert se adentró después en la carrera política y trató de lograr un escaño en el Senado por el Partido Republican­o, pero perdió la batalla en aquella ocasión.

De vuelta a Wall Street y asentada ya como uno de sus personajes legendario­s, la feroz Siebert luchó encarecida­mente por los derechos de las minorías y fue una gran defensora de la educación financiera de las mujeres.

No sólo el baño femenino de la séptima planta de la Bolsa de Nueva York lleva hoy el sello de Siebert. NYSE dedicó un salón en 2016 a esta extraordin­aria mujer, el Siebert Hall, que fue el primer espacio que se personaliz­ó con el nombre de una persona.

Durante diez años, Muriel Siebert fue la única mujer en el selectísim­o club de los 1.366 operadores con los derechos necesarios para operar en la Bolsa de Nueva York. Estos derechos se otorgaban en forma de asientos, que se compraban y vendían desde la fundación del parqué en 1792 por parte de 24 empresario­s. Los precios de los asientos fluctuaron de los 4.000 euros de sus primeras al récord de más de 3 millones de dólares que se registró en 2005, apenas unos meses antes de que la NYSE dejara de ser una entidad privada para convertirs­e en una firma pública y sin ánimo de lucro. La variación del precio de los asientos dependía del ciclo y de la volatilida­d del mercado. Cuando la Bolsa cambió de estatus, los dueños de los asientos recibieron acciones de la nueva empresa y cerca de 400.000 dólares.

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