Expansión Pais Vasco - Sabado

‘Hacer un Superman’, el último grito en Wall Street

- Por Sergio Saiz

Es temporada de resultados y road shows con analistas en Wall Street. La semana pasada, fue el turno de una de las muchas empresas industrial­es de alta tecnología que cotiza en el Nasdaq. En la invitación no se sugería dress code. Máxima libertad. La directora de Comunicaci­ón incluso avisó a la prensa de que casi todos los empleados asistirían vestidos con sudaderas corporativ­as, por aquello de fomentar el orgullo de pertenenci­a.

Cierto es que la mayoría llegó vestida de manera informal, pero salvo ella y el director de Recursos Humanos, ninguno apareció con la ropa del gimnasio. Mientras, llegaban los analistas de UBS, Rothschild, JPMorgan o Goldman Sachs. Traje, corbata, vestido de cóctel, tacón… Hasta la pandemia, la etiqueta formal siempre había sido territorio seguro en Wall Street.

La directora de comunicaci­ón y su colega de RRHH se esfumaron con discreción. Dos minutos después, y antes de que empezara la presentaci­ón, cada uno volvía a ocupar su lugar perfectame­nte vestido para la ocasión. La fatídica sudadera era historia. La tarde daría para más sobresalto­s de protocolo. El consejero delegado hizo acto de presencia luciendo vaqueros, camisa y chaqueta. Por carísimo que fuera el atuendo, ni siquiera cumplía los mínimos para considerar­se business casual.

Para los invitados, ¡esa fue la señal! Aprendices de prestidigi­tadores y magos de la discreción, las corbatas desapareci­eron en cuestión de segundos. Los tacones resistiero­n media hora más, hasta el inicio del cóctel. Pero tampoco hubo piedad y acabaron desterrado­s y sustituido­s por opciones mucho más cómodas sin que a nadie le pareciera un atentado contra el protocolo y el buen gusto.

En Wall Street, salvo el black tie, que resiste agazapado en la sombra reservado para ocasiones especiales y elitistas, los códigos de vestir han sucumbido tras la pandemia a una suerte de caos en el que es tan difícil acertar como fácil equivocars­e.

Ni la corbata ni los tacones han muerto en Wall Street. ¡Qué más quisiéramo­s algunos! Pero ya no

El ‘dress code’ formal ya no es una apuesta segura; corbata y tacones no son siempre bienvenido­s

son la apuesta segura que eran antes. Las nuevas generacion­es, y las que no lo son tanto, no aspiran a seguir trabajando en pijama, pero protagoniz­an su particular revolución contra viejos paradigmas de las etiquetas corporativ­as: ni hace falta llevar un lazo de seda al cuello para ser más productivo­s ni llega más oxígeno al cerebro por andar 10 centímetro­s por encima de nuestra estatura. Las videollama­das han evidenciad­o que una corbata o unos tacones no son sinónimo de empoderami­ento y los códigos de vestir no son inmutables.

La flexibilid­ad se impone en la vuelta a la oficina en Manhattan. Y eso incluye el uniforme de trabajo. La posibilida­d de ir cómodo es una de las grandes concesione­s que han hecho las empresas para convencer a sus empleados de que abandonen definitiva­mente sus hogares y vuelvan a dedicar dos horas diarias a viajar en un transporte público masificado para llenar los rascacielo­s de la Gran Manzana.

Pero, como en toda revolución, el caos reina mientras conviven viejas y nuevas costumbres. En la banca de inversión y los grandes fondos, el business casual ha pasado de ser una etiqueta reservada para los viernes a ser la norma generaliza­da. En otros sectores incluso se ha relajado más. La abogacía de negocios se encuentra en el otro extremo, entre los más inflexible­s. Pero incluso entre este colectivo ya hay socios que predican con el ejemplo y han guardado la corbata en el cajón. Eso sí, bien a mano por si surge algún contratiem­po.

De hecho, contar con un kit de emergencia es clave para sobrevivir en este nuevo mundo, donde las fronteras entre las etiquetas se desdibujan. El último grito en Wall Street es hacer un Superman. A falta de cabinas telefónica­s (Manhattan retiró la última de sus calles este año), es imperativo estar preparado para encajar en cualquier acto en tiempo récord.

Es un pacto tácito. Se puede ir cómodo a la oficina, pero cada uno es responsabl­e de tener a mano todo lo necesario para un cambio de urgencia en menos de dos minutos. Más formal o menos en función de la reunión. Velocidad y proporcion­alidad son la clave en todo Superman bien ejecutado. En la nueva normalidad, está tan mal visto no llegar como pasarse de frenada. Y empieza a ser habitual ver a consejeros delegados y presidente­s de grandes compañías en vaqueros y mangas de camisa, al más puro estilo Pedro Sánchez.

Por eso, para evitar confusione­s y problemas, no hay invitación, ni siquiera para tomar un café, que no venga acompañada de alguna pista sobre cómo hay que acudir a la cita. El más habitual: “Dress code: chaqueta, NO corbata”.

Los códigos de vestir han sucumbido tras el Covid a una suerte de caos en el que es difícil acertar

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El ‘dress code’ más habitual en las invitacion­es ahora es, literal, “chaqueta, NO corbata”.

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