La hija de una antigua esclava que se convirtió en banquera
Maggie Walker hizo historia al convertirse en la primera mujer de raza negra que fundó un banco. También fue maestra y editora de periódicos.
En los tiempos de Maggie Lena Walker, se seguía linchando a negros en muchas partes de Estados Unidos. Pero esta afroamericana nacida fuera del matrimonio de una antigua esclava y de un soldado blanco quiso cambiar la historia transformando el recuerdo de los campos de algodón en cuentas bancarias e hipotecas.
“Primero necesitamos una caja de ahorros. Juntemos nuestro dinero, usemos nuestro dinero, prestémonos dinero entre nosotros con intereses y cosechemos nosotros mismos el beneficio. Tengamos un banco que coja peniques y los convierta en dólares”. Dos años después de que Walker pronunciara estas palabras de las que se nutre el sistema financiero clásico, abría sus puertas el St. Luke Penny Savings Bank en Richmond (Virginia).
Era 1902 y la esclavitud se había abolido apenas cuarenta años antes. Los afroamericanos seguían considerándose ciudadanos de segunda y pagando intereses más altos que los blancos en las entidades financieras tradicionales. Así que Walker, que había trabajado como profesora hasta que se casó, tenía un plan en la cabeza.
Tres pilares
Primero, abriría un periódico que se encargara de difundir noticias y contribuyera a elevar el nivel cultural de los afroamericanos locales bajo una idea clarividente: “Ningún negocio, ninguna empresa que tenga que tratar con el público puede ser impulsada con éxito sin un periódico”. De aquel espíritu reivindicativo y visionario, nació el St. Luke Herald en 1902.
Además, crearía unos grandes almacenes que facilitaran puestos de trabajo a las mujeres negras y ofrecieran precios económicos a un colectivo afroamericano ávido de dignidad y sufriente de discriminación y de sobrecostes. Esta idea se convirtió en St. Luke Emporium.
El tercer pilar, el más importante que Walker ambicionaba, era el lanzamiento de un banco, sin el cual resultaba inconcebible el éxito financiero de cualquiera, y especialmente de los afroamericanos. Así que en noviembre de 1903 abrió sus puertas el St. Luke Penny Savings Bank, un banco destinado al empoderamiento económico de los negros. Maggie Walker era la presidenta de la entidad, por lo que cobraba un salario de 25 dólares a la semana. Emmett Burke, el cajero, percibía 50 dólares al mes.
Cuando comenzó en el cargo, Walker pasaba dos horas al día en el Merchants National Bank of Richmond, propiedad de blancos, aprendiendo el arduo oficio de cómo gestionar un banco.
Devota de la información financiera, Walker regalaba huchas a los niños, a los que permitía abrir una cuenta en el banco en cuanto conseguían ahorrar cien centavos, garantizándose así futuros clientes.
El banco vivió años de esplendor pero en el caótico 1929, con el negocio en decadencia,
St. Luke Penny Savings Bank se vio obligado a fusionarse con Second Street Savings Bank. De ahí nació Consolidated Bank and Trust, del que la primera banquera afroamericana siguió siendo presidenta hasta que falleció en 1934. Pasó sus últimos años en silla de ruedas y fue también una gran luchadora
por los derechos de los discapacitados.
Consolidated Bank sobrevivió a los terribles años de la Gran Depresión y, en 2009, fue absorbido por Premier Financial Bancorp. Hace un año pasó a manos de People’s Bank, un nombre que le hubiera encantado a la extraordinaria Maggie Walker.