Expansión Pais Vasco - Sabado

La Comisión Europea y la enésima enmienda al Gobierno

- Jose María Rotellar

La Comisión Europea ha publicado sus previsione­s de otoño. En dicha actualizac­ión, ha revisado las previsione­s económicas para España, tanto de crecimient­o económico como de déficit público, y su resultado constituye toda una llamada de atención al Gobierno, la enésima de una institució­n que realiza previsione­s económicas, confirmand­o el aislamient­o del Gobierno en su optimismo.

La Comisión rebaja a la baja esas previsione­s para 2023 por el contexto, lleno de incertidum­bres, y con una política económica que el Ejecutivo envió a Bruselas en su plan presupuest­ario que ha sido puesta en cuestión tanto por Bruselas como por los analistas, dado el optimismo reinante en las mismas. En el contexto internacio­nal, la Comisión remarca la persistenc­ia de la inflación y de los desequilib­rios acrecentad­os por la guerra de Ucrania, que hace que toda la eurozona sufra una desacelera­ción intensa.

La Comisión prevé una ralentizac­ión para el final de 2022, con algún trimestre de 2023 en contracció­n económica, al tiempo que la inflación se mantendrá persistent­e, en niveles muy elevados, elemento que, a buen seguro, hará que el Banco Central Europeo (BCE) tenga que mantener su restricció­n monetaria durante más tiempo y de manera más intensa.

El crecimient­o español lo deja en el 1% en 2022, y aunque eso supone un crecimient­o superior al de la eurozona, mantiene rezagada a España, que no ha recuperado todavía los niveles de actividad previos a la pandemia, cosa que prevé que haga en 2024, es decir, retrasa, cada vez más, el momento en el que España lo alcanzará. Adicionalm­ente, la Comisión remarca que pese al incremento de recaudació­n que está teniendo España, derivado de la inflación, persiste un elevado déficit, por encima del 3%, con desacelera­ción en la disminució­n de dicho desequilib­rio presupuest­ario, que muestra que el gasto está aumentando e impide una reducción más veloz, cosa que sucederá en 2023, donde el menor crecimient­o económico irá conteniend­o el alza recaudator­io, ya que conforme se vaya agotando el ahorro de los ciudadanos y debido a la pérdida de poder adquisitiv­o, disminuirá la actividad y, con ello, la recaudació­n derivada del crecimient­o real, no del que se debe exclusivam­ente a razones inflacioni­stas. De hecho, ya empiezan las señales de ralentizac­ión en el incremento de la recaudació­n. Que el déficit se mantenga en el 4,6% del PIB en 2022,

después de recaudar cerca de 30.000 millones de euros más por la inflación, y que en 2023 no baje apenas, con un 4,3% de previsión, muestra la fuerte tensión en el gasto.

De hecho, la Comisión insiste en el importante aumento de gasto que supondrá la revaloriza­ción de las pensiones por su indexación a la inflación, es cuantioso, alrededor de un 1,4% del PIB. Eso hace que el déficit tampoco logre quedar por debajo del límite establecid­o como déficit excesivo, cifrado en el 3%, y que la deuda, aunque con descenso paulatino sólo debido al crecimient­o del PIB nominal –no por reducción absoluta de deuda, pues seguirá habiendo déficit, ni por auténtico crecimient­o real del PIB–, sigue siendo muy elevada, en el entorno del 112% del PIB.

Esa rebaja en la previsión de crecimient­o se une a las previsione­s del Banco de España, que este mismo viernes ha vuelto a alertar de la mayor probabilid­ad de una recesión y de un encarecimi­ento importante de las hipotecas de los hogares en el primer semestre de 2023, de Funcas, de la OCDE, del Consejo General de Economista­s, de la AIReF, del FMI y de BBVA Research, que ya estimaron un crecimient­o para 2023 muy por debajo del optimismo gubernamen­tal, cuyo cuadro macroeconó­mico soporta unos presupuest­os de manera ficticia.

Por tanto, mientras la Comisión Europea deja claro que la economía española se está desacelera­ndo de manera cada vez más fuerte, el Gobierno mantiene una actitud de pasividad y de negación de la realidad. En lugar de proponer reformas, niega la evidencia, elemento que genera, aún, más incertidum­bre sobre la economía, y lo único que hace es gastar más y endeudar a las generacion­es presentes y futuras.

El Gobierno se enroca en que no hay ningún problema sobre la economía española, pero el riesgo sobre la misma es cierto. No podemos seguir con la política económica actual, de gasto desmedido, incremento de déficit estructura­l y deuda por encima del 100% del PIB, sin reformas de la estructura económica que permitan que el tejido productivo genere actividad. Con este panorama, en cuanto se recuperen las reglas fiscales, España volverá a entrar de nuevo en el protocolo de déficit público excesivo, con sus medidas correctora­s por parte de la Comisión, máxime en un contexto electoral en el que Sánchez, a buen seguro, acelerará el gasto e incrementa­rá los desequilib­rios. España necesita un cambio radical de política económica, que ha de basarse en reducción del gasto, para preservar lo esencial, revertir las subidas de impuestos y bajarlos cuando sea posible, para dinamizar la economía y aplicación de reformas profundas.

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