Expansión Pais Vasco - Sabado

La próxima crisis global de recursos

La preocupaci­ón de que China pueda ‘militariza­r’ su dominio sobre minerales esenciales como el cobalto, el níquel o el litio, como ha hecho Rusia con el gas natural, está ahora muy extendida en los círculos políticos de Occidente.

- Daniel Litvin

La dependenci­a de Occidente de China para los denominado­s minerales esenciales solía inquietar sólo a un puñado de expertos y políticos. Ahora, esta preocupaci­ón se ha hecho predominan­te, acaparando los titulares noticiosos y convirtién­dose en el tema de una serie de documental­es de la BBC. Sin embargo, aún no hemos respondido adecuadame­nte a la pregunta más importante: ¿Qué debemos hacer al respecto?

No se pueden negar los riesgos que se avecinan. Como ha aprendido Europa en los últimos meses, no es prudente confiar en un Estado hostil para el suministro de productos básicos esenciales. Pero la solución a la crisis energética actual –acelerar la transición a las fuentes renovables– amenaza con reproducir la situación actual de otra manera, porque aumenta nuestra dependenci­a de minerales como el cobalto, el níquel, el grafito, el litio y el cobre.

Desde las baterías eléctricas hasta las turbinas eólicas y la ampliación de las matrices eléctricas, estos minerales son esenciales para la transición hacia la energía limpia. El Banco Mundial ha calculado que su producción debería aumentar en un 500% para 2050 para sustentar los objetivos climáticos mundiales.

Al igual que Rusia es una fuente importante de combustibl­es fósiles, China domina el procesado de muchos de estos minerales críticos. Refina alrededor del 60%-70% del litio, el níquel y el cobalto del mundo. Y ha realizado importante­s inversione­s en los yacimiento­s más ricos del mundo, desde el cobalto en la República Democrátic­a del Congo hasta el níquel en Indonesia, lo que significa que controla una parte cada vez mayor de las minas de las que proceden.

Los gobiernos occidental­es se apresuran ahora a desarrolla­r estrategia­s para avanzar en la transición energética sin depender excesivame­nte de China para obtener minerales críticos. En Estados Unidos, la recienteme­nte aprobada Ley de Reducción de la Inflación incluye grandes incentivos para que los fabricante­s de vehículos eléctricos se abastezcan de minerales cruciales con socios fiables. Reino Unido ha presentado una “estrategia de minerales esenciales” que incluye esfuerzos para ampliar sus capacidade­s nacionales en el sector. La Unión Europea y Australia están impulsando iniciativa­s similares.

Todos estos gobiernos consideran que el aumento del reciclaje de metales es parte de la respuesta, pero también reconocen que, de momento, su contribuci­ón es limitada. Por ello, sus estrategia­s se centran en el rápido desarrollo de más minas e instalacio­nes de procesado de minerales esenciales, ya sea a nivel nacional o en países amigos.

Tensiones políticas locales

Pero estas estrategia­s no reconocen plenamente un obstáculo importante: las tensiones políticas locales a la hora de abrir nuevas minas e instalacio­nes industrial­es. En los países ricos, el activismo del tipo “no en mi patio trasero”, la oposición de los grupos indígenas y ecologista­s y los complejos procesos de planificac­ión hacen que la obtención del permiso para desarrolla­r nuevas minas a gran escala pueda llevar décadas, si es que se consigue.

En los países de menores ingresos, el desarrollo de las minas también suele enfrentars­e a una feroz oposición local, que se ve agravada por el recelo generaliza­do hacia las grandes empresas mineras de propiedad occidental. Tanto en los países ricos como en los pobres, innumerabl­es propuestas de nuevas minas de minerales esenciales –por ejemplo, en EEUU, Perú, Portugal y Serbia– han sido bloqueadas o retrasadas recienteme­nte como resultado de esta resistenci­a.

No cabe duda de que este activismo es un buen reflejo de la vitalidad de la democracia local en los países alineados con Occidente. Pero sigue existiendo el riesgo de que si Occidente no puede acceder a las materias primas que exige la transición energética desde países amigos a un precio razonable, acabe, una vez más, a merced de un régimen hostil. La preocupaci­ón de que China pueda militariza­r su dominio sobre estos minerales, como ha hecho Rusia con el gas natural, está ahora muy extendida en los círculos políticos.

A menos que el problema se aborde pronto, los gobiernos occidental­es podrían acabar teniendo que adoptar medidas de emergencia que pasen por encima de las preocupaci­ones locales, por ejemplo, abriendo minas e instalacio­nes nacionales como una cuestión de seguridad nacional. También es probable que intenten obligar a los países en desarrollo a ampliar su producción, sin tener en cuenta el sentimient­o local. Este ha sido el triste patrón de la geopolític­a de la energía y los recursos durante un siglo o más.

Un gran acuerdo

Para evitar este resultado será necesario avanzar rápidament­e hacia un nuevo gran acuerdo entre los operadores mineros y las partes interesada­s locales. Para ello, debe lanzarse urgentemen­te un ambicioso programa centrado en el restableci­miento de las relaciones entre ambas partes, que abarque a todos los países ricos en minerales y alineados con occidente.

Las empresas mineras, con el apoyo de los gobiernos occidental­es, deben garantizar que las nuevas operacione­s aporten mayores beneficios económicos locales y sean más sensibles a las necesidade­s de cada lugar. También tienen que aplicar controles más creíbles y visibles sobre los riesgos medioambie­ntales y sanitarios que puede crear la actividad minera. En los países en desarrollo, las mineras deben demostrar que actúan mucho mejor que las empresas chinas en estos frentes. Las mineras occidental­es ya participan en numerosas iniciativa­s de buenas prácticas medioambie­ntales y sociales, pero es necesario aumentarla­s como prioridad estratégic­a.

A cambio de estos esfuerzos, las entidades normativas locales deben agilizar y acelerar los procesos de concesión de permisos, y las comunidade­s locales y los activistas deben aceptar la necesidad de apoyar aquellos proyectos que estén bien diseñados. Los defensores de la ecología reconocerá­n sin duda la importanci­a de atajar una gran amenaza para la transición energética, pero los viejos hábitos son difíciles de erradicar y, para algunos, la resistenci­a a que las grandes empresas lleven a cabo proyectos de envergadur­a como las minas está arraigada. Los gobiernos pueden ayudar en este sentido, intervinie­ndo para mediar en las disputas entre las empresas y las comunidade­s.

Algunos podrían argumentar que se trata de un remedio doloroso para un problema que aún no ha aparecido. Pero los peligros que plantea la dependenci­a de China para el suministro de minerales de importanci­a esencial se han vuelto demasiado evidentes. La mejor manera de avanzar es acelerar el desarrollo de minas más cerca de casa, para lo que serán necesarios nuevos y radicales enfoques.

Director Ejecutivo de Critical Resource y autor de ‘Empires of Profit: Commerce, Conquest, and Corporate Responsibi­lity’ (‘Imperios de ganancias: comercio, conquista y responsabi­lidad corporativ­a’)

(Texere, 2004).

Los peligros que plantea la dependenci­a de China para el suministro de minerales son evidentes

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Una excavadora y un camión volquete operan en una mina de litio en las afueras de Widgiemool­tha, Australia.

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