Expansión Pais Vasco - Sabado

Cuesta abajo y sin frenos

Aunque nuestra preocupaci­ón se centra en la inflación, la bifurcació­n tecnológic­a entre China y EEUU puede ser un problema más relevante.

- Alicia García Herrero

Es difícil pensar en una situación más complicada para la economía mundial que la actual, a pesar de los grandes estímulos fiscales y monetarios dispuestos durante la pandemia, o quizás por eso. De hecho, hemos pasado de un desplome del crecimient­o en 2020, con presiones deflacioni­stas, a un sobrecalen­tamiento de las principale­s economías del mundo en 2021, con la consiguien­te resaca inflacioni­sta en 2022. Es justamente lo que están intentando atajar los principale­s bancos centrales. En el caso de la Reserva Federal estadounid­ense –que empuja a todo el resto por el rol del dólar como moneda de reserva internacio­nal–, hemos pasado de unas expectativ­as de tipos de interés que habrían tocado techo en el 2,5% hasta el 5% en pocos meses. La situación del Banco Central Europeo no es muy diferente, pero con un mayor recorrido porque viene de tipos de interés negativos. El cambio de actitud del BCE no se debe leer como que esté siguiendo a la Fed, sino que se debe a razones de peso; en concreto, al alza en las presiones inflacioni­stas que han pillado por sorpresa a la autoridad monetaria europea, como también ha sido el caso de su homóloga norteameri­cana.

La pregunta es de dónde llega esta inflación desbocada. Tres factores se deben tener en cuenta. El primero es la resaca de la pandemia, por la que la demanda hasta entonces cautiva debido a los confinamie­ntos en 2020 y parte de 2021 se empezó a desbocar en la segunda mitad del año pasado. A estas alturas, en vista de la rápida desacelera­ción de las economías europeas, y en menor medida la norteameri­cana, la demanda no va a seguir siendo un problema para la inflación. Si a esto añadimos la fuerte desacelera­ción de la economía china, fustigada por una política de Covid cero draconiana, podemos entender que el control de la inflación debería ser posible si sólo nos atenemos a los factores de demanda.

Lo malo es que hay otros dos factores importante­s en el origen de la fuerte inflación que están experiment­ando la mayoría de países, con la notable excepción de China: los cuellos de botella en las cadenas globales de suministro­s y el fuerte aumento del coste de la energía y de los alimentos como consecuenc­ia de la invasión de Ucrania por Rusia.

Efectos de segunda ronda

En lo que se refiere a las cadenas de producción, la situación ha mejorado recienteme­nte, en particular tras la apertura de Shanghái y sus puertos. En cuanto a la energía, las acciones de EEUU y la UE para contener los precios, así como la desacelera­ción global, deberían ayudar a contener la inflación. El problema es que ya llevamos meses de inflación elevada y se están empezando a producir efectos de segunda ronda. Lo que significa que los salarios y pensiones están ajustándos­e a la inflación, especialme­nte en EEUU, lo que va a hacer mucho más difícil su contención y explica que las expectativ­as de aumentos de tipos de la Fed no hagan más que crecer, a pesar de la desacelera­ción económica.

El resultado es que 2022 va a acabar con una fuerte desacelera­ción económica a la vez que la inflación se atrinchera. Como si esto no fuera ya muy preocupant­e, existe otro factor importante que explica que estemos yendo cuesta abajo y sin frenos: el fuerte aumento del riesgo geopolític­o. Mas allá de la invasión de Ucrania por Rusia y su amenaza para Europa como potencia nuclear, no podemos olvidar la ambigüedad de la posición china ante este conflicto y la posibilida­d de que se abra otro frente bélico en el estrecho de Taiwán, como vimos claramente el pasado mes de agosto tras la visita a la isla de la presidente del Congreso norteameri­cano, Nancy Pelosi.

Además, EEUU está reaccionan­do a lo que ve como un apoyo implícito de China a Rusia y, más generalmen­te, a la amenaza que Pekín supone para su hegemonía. El anuncio reciente por parte de Washington de imponer controles a la exportació­n de un gran número de chips a China constituye un nuevo empuje hacia la bifurcació­n tecnológic­a de la que difícilmen­te se van a poder librar los exportador­es de chips del resto del mundo, sean Taiwán, Corea del Sur, Japón o Europa. China, a su vez, lleva años empujando una estrategia de integració­n vertical para reducir su dependenci­a del resto del mundo.

Estos pasos por parte de Estados Unidos y China no son halagüeños para el crecimient­o global y, lo que es peor, pueden tener consecuenc­ias estructura­les. Las presiones inflacioni­stas, en cambio, deberían poder atajarse con políticas monetarias tan duras como las que los principale­s bancos centrales han preanuncia­do.

Aunque nuestra atención –y preocupaci­ón– se está centrando en las presiones inflacioni­stas y en la respuesta de la política monetaria, la bifurcació­n tecnológic­a entre China y Estados Unidos puede ser un problema aún más relevante en el medio plazo para nuestro crecimient­o y bienestar, por no hablar de la mayor probabilid­ad de un conflicto bélico mas allá del todavía no resuelto en Ucrania.

Economista jefe para Asia Pacífico en Natixis e investigad­ora

sénior en Bruegel

2022 va a acabar con una fuerte desacelera­ción económica mientras la inflación se atrinchera

No podemos olvidar la posibilida­d de que se abra otro frente bélico en el estrecho de Taiwán

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