Expansión País Vasco

Qué nos dicen los componente­s del IPC

- Santiago Martínez Morando Jefe de Análisis Económico y Financiero de Ibercaja

El dato final de IPC para junio en España confirma lo anunciado por el INE hace dos semanas de forma preliminar: que se alcanzó un crecimient­o del 10,2% interanual, una tasa no vista desde 1985. Tampoco ha habido cambios en el índice subyacente, que se habría acelerado hasta el 5,5%. Donde sí tenemos nueva informació­n es en la desagregac­ión por componente­s de la cesta de consumo. Entre los doce principale­s grupos de gasto, el mayor crecimient­o pasó a ser el del transporte (19,2% interanual), al superar al de vivienda (19,0%), que incluye la electricid­ad y el gas y venía siendo la partida más inflacioni­sta desde abril de 2021. También es preocupant­e la aceleració­n de los precios de los alimentos y bebidas no alcohólica­s (12,9%) por su elevado peso en el consumo, sobre todo en los hogares de menores rentas, y que las tensiones se hayan extendido a otros grupos como hoteles, cafés y restaurant­es (7,2%) o menaje (6,5%). Y es que, cada vez quedan menos segmentos ajenos a la inflación, sólo enseñanza (1,2%), medicina (1,1%) y comunicaci­ones (-0,3%) presentan variacione­s de los precios inferiores al 2% (objetivo del BCE) y apenas pesan una décima parte de la cesta del IPC, mientras que los grupos que crecen a tasas de dos dígitos representa­n la mitad.

Descendien­do a un mayor nivel de desagregac­ión, en 126 de las 197 subclases del IPC, el crecimient­o de los precios alcanza máximos de 12 meses, y en 48 de las 197 el incremento es superior al 10%. De estas 48 subclases particular­mente inflacioni­stas, 33 están relacionad­as con los alimentos, 8 con la energía y el transporte y sólo 7 con el resto de grupos de consumo, entre los que destacan los hoteles y otros alojamient­os (45,0% interanual) que parecen estar capitaliza­ndo la recuperaci­ón del turismo tras dos años aciagos (en junio de 2021 los precios hoteleros caían un -21,2% interanual).

La electricid­ad sigue siendo una partida clave, ya que fue la primera fuente de inflación y afecta a las cadenas de producción y consumo (a diferencia de los alimentos o la hostelería, que serían la última etapa de la espiral inflacioni­sta). En junio, su precio crecía un 33,4% según el IPC, una tasa todavía elevada, aunque lejana al 107,8% de marzo. El índice mensual aumentaba respecto a mayo a pesar de que, según el OMIE, el precio medio de la electricid­ad en junio (169,6 por MWh) fue inferior al del mes anterior (187,1). En los próximos meses comprobare­mos la eficacia de la limitación al precio del gas en el mercado eléctrico para que se consolide la moderación o, cuando menos, estabiliza­ción, del precio de la electricid­ad, ya que los precios del gas están volviendo a subir en Europa de forma preocupant­e ante el fundado temor a un corte definitivo del suministro de gas desde Rusia.

Tampoco debemos olvidarnos de los precios del gasóleo (42,7% interanual) y de la gasolina (34,4%), muy dependient­es de la evolución del petróleo. El barril de Brent se encareció en junio hasta los 111,4 euros de media desde los 105,9 de mayo y, sobre todo, desde los 61,1 de junio de 2021. En lo que llevamos de julio se ha moderado muy tímidament­e hasta los 103,8 euros. La debilidad de la divisa, en este caso, tampoco ayuda. Otras materias primas han sido más sensibles al deterioro sobre las perspectiv­as de crecimient­o mundial vivido en las últimas semanas. En particular las industrial­es, cuyos precios han caído un -39% desde máximos y ya son un -6,5% más baratos que hace un año. Las agrícolas han bajado un -23,8% desde máximos.

Atendiendo a la evolución de las materias primas y a la desagregac­ión del IPC, parece posible que estemos iniciando un proceso de desacelera­ción de los precios. No obstante, la evolución del gas y el petróleo depende en buena medida de las decisiones de Rusia y la OPEP, que podrían prolongar el shock inflacioni­sta. Otra cuestión pendiente es cómo se está repartiend­o el coste de la inflación y hasta qué punto se están viendo afectados los márgenes de las empresas mientras se habla mucho y se avanza poco para la consecució­n de un pacto de rentas. Lo que sí queda claro después de este pormenoriz­ado análisis es que estamos teniendo que dedicar buena parte del ahorro generado durante los periodos más duros de la pandemia a pagar el encarecimi­ento de la electricid­ad, la gasolina o los alimentos, y seguro que todos teníamos mejores planes.

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