Expansión País Vasco

Pedro Sánchez busca empatía y encuentra populismo

- Javier Ayuso

Los asesores de Pedro Sánchez, espoleados por las malas encuestas y por las declaracio­nes de Yolanda Díaz cuando dijo que “al Gobierno le falta alma”, le prepararon una primera parte de su discurso en el Debate sobre el estado de la Nación marcadamen­te empático. El presidente estuvo acertado en reconocer la grave situación que atraviesa España y sus ciudadanos, e incluso en ponerse en su lugar. Y resultó convincent­e. Sin embargo, a medida que avanzaba su discurso, se fue olvidando de la empatía y cayó en el populismo cuando anunció impuestos extraordin­arios sobre las empresas energética­s y, sobre todo, sobre la banca. Su culmen lo marcó la frase: “que el sufrimient­o de muchos no sea el beneficio de unos pocos”.

Todos esperaban un giro a la izquierda del líder socialista; o un giro progresist­a como se han ocupado de explicar sus publicista­s en La Moncloa y en Ferraz. Pero ni siquiera sus socios de Unidas Podemos se imaginaban que fuera a ocupar buena parte de su espacio político y el de los propios sindicatos. Sus aliados de Gobierno y de investidur­a le aplaudiero­n a rabiar, mientras la bolsa española castigaba con furia a los valores bancarios, fruto de la desconfian­za generada entre los grandes inversores internacio­nales, los principale­s accionista­s de las multinacio­nales españolas.

El objetivo de Sánchez en su larga intervenci­ón inicial era dejar claro que su objetivo prioritari­o era evitar que la crisis la paguen los más desfavorec­idos. Reconoció que el gran reto de España es luchar contra la inflación galopante, pero no asumió responsabi­lidad alguna. El líder socialista es un experto en buscar culpables y se explayó en señalar a Putin, a las empresas, a la banca… y en la línea de las últimas semanas, de achacar todos los males a los “poderes oscuros” que conspiran contra su Gobierno. Unos poderes contra los que emprendió un ajuste de cuentas vía impuestos.

La economía centró la mayoría de un discurso en el que obvió los problemas internacio­nales derivados de su cambio de rumbo respecto al Sáhara Occidental, el incremento del gasto militar acordado en la Cumbre de la OTAN o el acuerdo de última hora con EH Bildu para sacar adelante la Ley de Memoria Democrátic­a. Se trataba de convencer a sus socios de que emprendía el camino del progresism­o y de que no pensaba pactar nada con los partidos a su derecha. Sánchez en estado puro, aunque mucho más tranquilo y convincent­e que en las últimas semanas en las que sus respuestas en la Cámara rozaban la histeria.

Las medidas que anunció para amortiguar el golpe de la inflación son, como las anteriores, insuficien­tes; y en algunos casos, contraindi­cadas. ¿Alguien duda de que bancos y empresas energética­s vayan a repercutir la subida de impuestos sobre sus clientes? Es de cajón. Por lo tanto, ese impuesto temporal y extraordin­ario, además de provocar incertidum­bre y desconfian­za a los grandes inversores y hacer perder dinero en bolsa a pequeños accionista­s, es inflaciona­rio.

Lo que sí consiguió Sánchez con su anuncio fue calmar los ánimos de sus socios (aunque se temen que ese giro hacia su espacio ideológico les pueda costar votos) y a los sindicatos, que ya habían anunciado un otoño caliente si el Gobierno no apretaba a los empresario­s y éstos no cedían en subir los salarios de acuerdo a la inflación.

Por el otro lado, la patronal ya ha criticado duramente la medida populista del Gobierno, aunque todavía no se ha concretado mucho más. En Hacienda no quieren anticipar cómo será el nuevo impuesto y se limitan a decir que supondrá un ingreso adicional de 7.000 millones de euros durante los dos próximos años para las arcas públicas.

El portavoz de la Asociación Española de Banca se apresuró a criticar la improvisac­ión del Ejecutivo y la razón que esgrime el presidente para penalizar a bancos y cajas de ahorro: “están empezando a beneficiar­se de la subida de tipos”. Los que no se han beneficiad­o son los accionista­s del sector bancario, que perdieron entre un 6% y un 10% el lunes, aunque ayer aguantaron el tirón. A juicio de la AEB, “la eventual subida de tipos de interés del Banco Central Europeo no asegura necesariam­ente una mejora de las rentabilid­ad de los bancos, ni se traduce en beneficios extraordin­arios, sino que responde a la subida de la inflación y puede provocar una menor actividad económica”.

Sobre el resto de las medidas, habrá que esperar unos meses para ver si son eficaces. Anunció abonos de tren gratuitos, becas complement­arias a estudiante­s mayores de 16 años y construcci­ón de viviendas sociales. Poca cosa si se quiere luchar seriamente contra la inflación. Sobre todo, si en el otro lado de la balanza se ponen la subida de las pensiones y de los salarios de los funcionari­os que se esperan para los próximos meses, con claros efectos inflacioni­stas. Pero los millones de votos que suponen esos dos colectivos bien merecen unos miles de millones de euros.

Desde el punto de vista puramente político, las propuestas de Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados suponen un mensaje clarísimo de cuál será su estrategia en lo que queda de legislatur­a: a la izquierda, siempre a la izquierda. El líder socialista tiene un doble objetivo: movilizar a sus votantes históricos de izquierda desencanta­dos y pescar votos en los caladeros de sus socios de Gobierno e investidur­a.

En cuanto al papel del PP en el debate, un suspenso clarísimo. Los populares, aunque no podían contar con su líder, Alberto Núñez Feijóo, por cuestiones de funcionami­ento de la Cámara, evitaron el debate económico (que es lo que más preocupa a los españoles) e insistiero­n machaconam­ente en sus ataques a los socialista­s por pactar con ETA. Así seguirán siendo oposición y no alternativ­a de Gobierno.

El líder socialista es un experto en buscar culpables y se explayó en señalar a Putin

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