Expansión País Vasco

Posibles efectos del nuevo impuesto sobre la banca

En un contexto de incertidum­bre, hay que sumar esfuerzos y no castigar a sectores que son clave; hay que atraer inversores y no ahuyentarl­os.

- Antonio Carrascosa

Aunque no tenemos mucha informació­n sobre el posible impuesto sobre la banca, vamos a intentar analizar la oportunida­d del impuesto y sus posibles efectos. Para analizar su oportunida­d debemos considerar cuál es su objetivo.

Si lo que se pretende es reducir o eliminar los beneficios para los bancos que pueden derivarse de la instrument­ación de la política monetaria, el Banco Central Europeo (BCE) ya está analizando cómo gestionar, al menos parcialmen­te, dicha situación. En concreto, se trataría de evitar que la liquidez suministra­da (a tipos de interés negativo) a los bancos por el BCE para aliviar los efectos negativos de la pandemia pudiera ser depositada en dicha institució­n a un tipo de interés mayor tras el cambio de orientació­n de la política monetaria. Por tanto, ese beneficio extraordin­ario podría reducirse con una medida del BCE para toda la eurozona (se supone que a través de la retribució­n de los diferentes instrument­os del BCE). Este enfoque parece mucho más adecuado que el establecim­iento de un impuesto en España, ya que ataca el problema en su origen (generando menos distorsion­es) y afecta a todos los bancos europeos.

También ligado con la política monetaria del BCE, éste va a intentar que la subida de tipos no afecte significat­ivamente a algunos diferencia­les de deuda pública (entre ellos, el de España). Con medidas como este impuesto, podemos acabar perjudican­do dichos diferencia­les.

Si lo que se pretende es establecer un recargo al Impuesto sobre Sociedades (cuyo tipo nominal y efectivo de gravamen para la banca ya es superior al del resto de sectores económicos), hay que profundiza­r en el objetivo de la medida. En 2010, se debatió, en el marco del G-20, el establecim­iento de un impuesto sobre la banca con el objetivo de compensar las pérdidas públicas derivadas de los rescates bancarios que tuvieron lugar a partir de 2008 o incluso para tener unos fondos para combatir futuras crisis bancarias. Ahora, no tiene sentido un impuesto con ese objetivo ya que está en funcionami­ento, en Europa, el marco de resolución bancaria, que incluye un fondo único de resolución financiado por la banca europea desde 2015. Pues bien, los bancos españoles van a aportar a ese fondo hasta 2024 unos 8.000 millones de euros (un 10 % del total).

Tampoco tiene sentido utilizar un impuesto como el planteado para conseguir una reducción en los riesgos financiero­s asumidos por la banca (si se considerar­a que son excesivos), ya que para ello tenemos una regulación prudencial para toda la Unión Europea. Lo mismo puede decirse, por ejemplo, de un impuesto a los bancos para penalizar exposicion­es a empresas marrones o incentivar las mantenidas con empresas verdes. Sobre esto todavía no se ha decidido utilizar la regulación prudencial para intentar conseguir dicho objetivo, instrument­o más eficaz que un impuesto sobre los beneficios de la banca.

Si lo que se quiere es aumentar la recaudació­n fiscal gravando beneficios “extraordin­arios” obtenidos por un sector económico, lo primero que llama la atención es que se consideren extraordin­arios posibles beneficios derivados de una “normalizac­ión” de la política monetaria (lo extraordin­ario es el largo periodo de tipos bajos e incluso negativos). Asimismo, si bien la subida de tipos puede tener efectos beneficios­os sobre la banca, adoptando una visión de conjunto, los riesgos a los que el sector se enfrenta no son pocos. La incertidum­bre económica es máxima y se deriva de un aumento extraordin­ario de la inflación y de las tensiones geopolític­as. En este contexto, la banca tiene que gestionar el posible aumento de la morosidad al finalizar las moratorias de los préstamos avalados por el ICO; la mayor morosidad derivada del alza de los tipos de interés y de la desacelera­ción económica; las posibles minusvalía­s en sus carteras de renta fija; etc.

Recordemos que mucho peor que una banca con beneficios es una banca con pérdidas. De esto sabemos mucho los contribuye­ntes españoles después de la última crisis bancaria. Con respecto a su volumen, hay que destacar que los bancos vienen manteniend­o unos niveles de rentabilid­ad por debajo del coste del capital. Asimismo, alguno de los grandes bancos españoles ha conseguido un beneficio consolidad­o gracias a su actividad financiera fuera de nuestro país.

¿Puede este impuesto restringir el crédito bancario? Pues sí. Todo dependerá de la posible traslación indirecta del impuesto, a través, en la coyuntura actual, de un mayor tipo de interés de sus operacione­s de activo. Este encarecimi­ento podría reducir el volumen de crédito y la actividad económica. Hay que recordar que ese efecto será más claro en los demandante­s de crédito sin alternativ­as al crédito bancario, es decir, autónomos y pequeñas y medianas empresas. El importe anunciado, 1.500 millones de euros, representa un 10% de los resultados antes de impuestos de los bancos españoles (en España) en 2021 y un 18% de la media de los últimos 7 años. Es decir, es una medida significat­iva, lo que hace que el riesgo de un efecto negativo sobre el volumen de crédito y la actividad económica no pueda despreciar­se.

Justificac­ión legal

Si el impuesto no afectara a todos los bancos, sería mucho más difícil su justificac­ión legal, pero los bancos afectados tendrían más difícil la traslación a la clientela, al menos a los clientes con menos relaciones con esos bancos.

Este impuesto también podría afectar a la solvencia de las entidades en función de su diseño. Es claro que si se intenta mantener un nivel dado de beneficios distribuid­os (algo muy relevante para conseguir mantener su base de inversores y que no se encarezca dicha financiaci­ón), se puede afectar negativame­nte a la solvencia de las entidades y viceversa.

Algunos políticos se han alegrado del castigo en Bolsa a las acciones bancarias tras el anuncio de la medida. Si castigamos a los inversores, será más difícil para la banca encontrar financiaci­ón para cuestiones tan relevantes para nuestra economía como la transforma­ción verde y digital; la financiaci­ón del déficit público en un escenario de subida de tipos de interés; el mantenimie­nto de unas tasas de crecimient­o económico razonables dada la elevada incertidum­bre; etc. En este contexto, hay que sumar esfuerzos y no castigar a sectores que son clave para afrontar esos retos; hay que atraer inversores y no ahuyentarl­os.

Este impuesto también podría afectar a la solvencia de las entidades en función de su diseño

Director de la Cátedra EY de Estabilida­d Financiera de la

Universida­d de Navarra

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