Expansión País Vasco

Un giro inesperado, pero con sentido

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El Banco Central Europeo (BCE) sorprendió ayer a los inversores al subir los tipos de interés el doble de lo previsto, medio punto porcentual. La institució­n que preside Christine Lagarde da un golpe de efecto para contener la inflación y reduce su desventaja respecto a otros grandes bancos centrales, que hace tiempo que empezaron a poner coto a la anormal laxitud monetaria causada por las crisis de deuda y del Covid. Es cierto que de alguna manera ayer la institució­n monetaria puso de nuevo en jaque su credibilid­ad, porque con su movimiento corrigió sin argumentos de peso la guía que había dado a los inversores hace apenas un mes. De ahí la sorpresa. Después de once años con los tipos congelados, los sube de golpe 0,5 puntos, algo desconocid­o en la historia del banco. Pero el movimiento fue bien acogido en los mercados y refleja dos aspectos relevantes, aunque no nuevos: la grave preocupaci­ón por la evolución de los precios y el temor a la fragmentac­ión del mercado, que han logrado poner de acuerdo a halcones y palomas del consejo de gobierno de la institució­n monetaria. La histórica subida de tipos de ayer y la puesta en marcha del mecanismo antifragme­ntación –denominado

TPI por sus siglas en inglés– con diseño muy abierto y una condiciona­lidad liviana y generalist­a por demás, muestra que los representa­ntes del norte y el sur han hecho grandes cesiones de terreno. Pese al cambio de dirección del discurso del BCE, que no contribuye a fortalecer su papel de guía, la decisión tiene mucho sentido. Aprovecha una ventana que se está cerrando porque la crisis energética, la de la cadena de suministro y la guerra en Ucrania llevan a la economía hacia la recesión. Es posible que con otro aumento de 50 puntos básicos de aquí al invierno se acabe el plan de normalizac­ión. Queda por ver si el TPI es eficaz, pero el BCE se ha dotado del margen de maniobra necesario para regulariza­r la política monetaria de forma rápida. El mecanismo es de fácil aplicación, porque apenas exige cumplir las recomendac­iones sobre déficit o desequilib­rios macroeconó­micos (que ahora ni siquiera están en vigor por la crisis), mantener una senda de deuda sostenible (lo que permite a los periférico­s mantener el exceso de endeudamie­nto), y cumplir objetivos del Plan de recuperaci­ón, con sus recomendac­iones fiscales. Y tiene un tamaño ilimitado. Podría funcionar, pero debe evitar el riesgo de servir de escudo de malas decisiones políticas.

La agresiva subida de medio punto porcentual permite corregir la desventaja del euro

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