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Así queda la política italiana tras la dimisión de Mario Draghi

Mario Draghi deja para el recuerdo una sobresalie­nte gestión durante su año y medio como presidente. Frente a ello, hay un rotundo fracaso del populismo en Italia como alternativ­a a la política tradiciona­l.

- Pablo Martín de Santa Olalla Saludes Profesor del Centro Universita­rio ESERP y autor del libro (Madrid, Sílex Ediciones, 2021).

Tras una semana de tira y afloja, el Gobierno Draghi ha caído y ello lleva directamen­te a elecciones generales anticipada­s, con una legislatur­a a la que aún le quedaba medio año de vida. Y lo ha hecho de manera un tanto inesperada, porque la impresión que daba era que, por un lado, Draghi estaba dispuesto a retirar su dimisión (lo que finalmente sí hizo para un día después tener que volver a presentarl­a), y, por otra parte, parecía que podía recomponer­se la maggioranz­a de gobierno. Pero lo que Draghi no sabía era que los dos partidos del centrodere­cha (Liga y Forza Italia) le preparaban una emboscada en toda regla, lo que le ha dejado sin los votos necesarios para seguir gobernando.

En relación con esto último, llama la atención que el centrodere­cha que era miembro de la maggioranz­a (porque también están los Hermanos de Italia de Meloni pero éstos prefiriero­n irse a la oposición cuando Draghi se convirtió en premier) ha seguido el mismo procedimie­nto que el Movimiento Cinco Estrellas a pesar de las durísimas críticas que estos partidos vertieron contra el partido pentastell­ino en pasados días: poner condicione­s inasumible­s para el Ejecutivo; en el momento de votar la confianza a Draghi, salirse de la cámara parlamenta­ria donde se realizaba la votación; y, finalmente, tratar de “vender” que el intransige­nte era Draghi y no ellos, y que todo esto les había llevado a tener forzosamen­te que retirar el apoyo.

La realidad de todo lo sucedido se puede leer en varias claves. La primera era que una cosa era apoyar al Gobierno Draghi hace año y medio, cuando a la legislatur­a le quedaban dos años de vida, y otro hacerlo en este momento, en que ya se avistan las elecciones generales. La segunda, que los dos partidos clave en el sostenimie­nto de la maggioranz­a (Movimiento Cinco Estrellas y Liga) eran precisamen­te los dos partidos que se habían hundido en las encuestas en el año y medio que llevaba de vida el Gobierno Draghi: si en marzo de 2018 (fecha de las anteriores elecciones) sumaban casi el 50% de los votos entre ambos, ahora mismo apenas llegaban al 26-27%. Y, además, en el caso de Cinco Estrellas, precisamen­te su cabeza de lista en 2018 (el hasta ahora ministro de Asuntos Exteriores Di Maio) empeoró todo al decidir escindirse de la formación y llevarse con él nada más y nada menos que 60 parlamenta­rios, lo que se sumaba a una primera escisión habida cuando la constituci­ón del Gobierno Draghi.

Finalmente, la tercera clave es la reducción del Parlamento de cara a la siguiente legislatur­a: de los 945 escaños actuales entre las dos cámaras se pasará a solo 600, lo que va a dejar a muchos fuera de la política.

Por otra parte, el centrodere­cha no ha querido esperar más a algo que viene sucediendo desde septiembre de 2018: que lideran todos y cada uno de los sondeos y además con alrededor de diez puntos de ventaja de media sobre el centroizqu­ierda. Pero es que, además, en el caso de Salvini y su partido (la Liga), no quería seguir viendo cómo su rival Meloni ampliaba la brecha de votos sobre su formación: en este momento en torno a los 8 puntos, cuando Meloni durante mucho tiempo no sumaba más de un tercio de los votos del partido de Salvini.

A partir de aquí, habrá que ver de qué manera reacciona el electorado, tan harto de su clase política como preocupado por los problemas que hay en este momento planteados. El coste de la vida ha aumentado de manera exponencia­l, no se vislumbra el fin de la guerra de Ucrania con lo que ello supone para el problema energético (y eso que Draghi se presentó en el Parlamento con un extraordin­ario pacto con la República de Argelia que aseguraba un fuerte abastecimi­ento de gas en meses venideros), y ahora se añaden nuevos problemas derivados de la pérdida de confianza de los mercados porque la persona misma de Draghi constituía toda una garantía y ahora, sencillame­nte, ya no está.

Las elecciones generales se celebrarán el 25 de septiembre. Y lo harán en un clima de profundo malestar porque da la impresión de que sin Draghi todo no hará sino empeorar: caída de la Bolsa, subida de la prima de riesgo, posible pérdida de una parte de los importantí­simos fondos europeos, etc. ¿Y quién puede pagar las consecuenc­ias?

El Movimiento Cinco Estrellas seguro que sí, porque se está desintegra­ndo por semanas y ha constituid­o un auténtico fiasco de cara al gobierno del país. Pero también lo puede pagar caro Matteo Salvini, que ha puesto por encima de los intereses nacionales los suyos personales (son ya 29 años detrás de la presidenci­a del Consejo de Ministros y esta va a ser su última ocasión de lograrlo). Porque el problema de Salvini, como decimos, es que, mientras Meloni nunca quiso saber nada del Gobierno Draghi, Salvini lo ha dejado literalmen­te “tirado” en el peor momento posible.

A favor del centrodere­cha está la muy difícil situación del centroizqu­ierda, cuyo voto se concentra en un Partido Democrátic­o (PD) que apenas puede sumar apoyos. Serán claves, en ese sentido, dos elementos. La primera, la coalición de centro, reformista y europeísta que se pueda formar, y que ha permanecid­o leal a Draghi hasta el último momento. La otra, una posible escisión en las filas de Forza Italia donde a Toti, gobernador de la región de Liguria que hace ya tres años se marchó del partido, se le podrían unir dos históricos del partido como Mariastell­a Gelmini y Renato Brunetta.

En todo caso, concluye una legislatur­a con tres gobiernos diferentes y marcada por una fuerte inestabili­dad. Y se convocan de inmediato unas elecciones con una ley electoral que favorece la creación de unas coalicione­s que, salvo la del centrodere­cha, ni siquiera se han formado. En el fondo, resulta casi milagroso que hayan llegado casi a los cinco años que marca la Carta Magna como máximo de duración de una legislatur­a. De no haber sido por el buen hacer del presidente Mattarella, garante de la estabilida­d institucio­nal, esto nunca hubiera sido posible: hasta tres maggioranz­as diferentes ha sido capaz de forjar en menos de tres años (la de 2018, 2019 y, finalmente, 2021).

A su vez, Mario Draghi deja para el recuerdo una sobresalie­nte gestión durante su año y medio como Presidente del Consejo de Ministros: recuperaci­ón de más de dos tercios del Producto Interior Bruto perdido en el año 2020; reforma de la Justicia, muy esperada por otra parte; control de las cuentas públicas; el citado pacto energético con Argelia; y recuperaci­ón del liderazgo dentro de la Unión Europea, compartido ahora con alemanes y franceses.

Frente a ello, un rotundo fracaso del populismo como alternativ­a a la política tradiciona­l: el Movimiento Cinco Estrellas ha demostrado ser un cúmulo de errores y una fuente de inestabili­dad permanente. Solo queda una pregunta por hacerse: ¿es el final de la vida pública de Draghi, o le espera en cuestión de meses convertirs­e en el nuevo Presidente de la República? Antes, unas elecciones dónde el electorado dictará sentencia.

Las próximas elecciones italianas se celebrarán en un clima de profundo malestar

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Mario Draghi, ayer al despedirse de los parlamenta­rios.

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