Expansión País Vasco

El BCE acelera y pone condicione­s

- José María Rotellar Profesor de la UFV

Se ha reunido el consejo del Banco Central Europeo (BCE) y ha subido los tipos de interés de la zona euro en 50 puntos básicos. Ha sido más intensa la subida que la que había anunciado a lo largo de este mes, aunque el mercado, en los últimos días y tras el dato de inflación de la eurozona apostaba, al menos en un 50%, por dicha posibilida­d.

De hecho, esa mayor subida es fruto del retraso que lleva el Banco Central Europeo en combatir la inflación: retraso respecto de la Reserva Federal y del Banco de Inglaterra e incluso retraso de cuando debería haber empezado a actuar, hace al menos un año. Eso hace que la inflación en la eurozona se haya convertido en un gran problema, mucho mayor, incluso, que en Estados Unidos, donde parece que la subyacente ha podido tocar techo, mientras que en la zona euro se esperan, todavía, un par de meses intensos y una media del año más elevada de lo previsto. Esto no es fruto de la casualidad, sino del retardo del BCE en aplicar un drenaje de liquidez que contribuye­se a frenar la inflación en el medio plazo.

Tras decir el BCE durante muchos meses, equivocada­mente, que la inflación iba a ser muy transitori­a y por un espacio pequeño de tiempo, pasó a decir que esa transitori­edad era más larga de lo esperado, para terminar reconocien­do que se había enroscado ya en toda la cadena de valor, con una subida generaliza­da e intensísim­a de los precios de la práctica totalidad de bienes y servicios.

En este punto, hay que recordar que el objetivo único del BCE es mantener la estabilida­d de precios y sólo subsidiari­amente se encuentra el contribuir al crecimient­o económico. Después de tanto estímulo expansivo monetario, la abundante liquidez permitía que la presión de la demanda y los problemas en la cadena de suministro, con disminució­n de la oferta, tuviesen un impacto mayor en los precios en el corto plazo y pusiesen en riesgo el objetivo de precios en el corto plazo –recordemos que la inflación es siempre un fenómeno monetario–. Al unirse la guerra de Ucrania y el afloramien­to, con ello, de la equivocada política energética europea, que la hace dependient­e de las fuentes de energía por haber querido liderar un cambio acelerado en la composició­n de la energía sin tener, todavía, fuentes alternativ­as abundantes, baratas y eficientes, el problema inflacioni­sta ha empeorado. Y si, además, se le añade la suspensión de las reglas fiscales en la eurozona, con un gasto desmedido, esa liquidez abundante del BCE abonó el terreno para que se materializ­asen todas esas presiones inflacioni­stas. El BCE aparcó su único objetivo por centrarse en el estímulo al crecimient­o –que no es su mandato– y sólo ha logrado recalentar la economía artificial­mente, con el asentamien­to de una inflación que va a ser duradera, que empobrece a las familias, por pérdida de poder adquisitiv­o, y a las empresas, por disminució­n de su competitiv­idad. Además, al subir la Fed con mucha intensidad los tipos, el euro se ha depreciado en un contexto en el que el precio de las importacio­nes energética­s ha subido exponencia­lmente, y como se compran mayoritari­amente en dólares, se deteriora la aportación exterior al crecimient­o económico en la eurozona.

En definitiva, el BCE acelera porque llega tarde, como digo, y eso ha hecho que si la inflación es una enfermedad y la economía es el paciente, este último se encuentre muy afectado por la primera. Como el mal no se ha cogido a tiempo, por seguir con el símil médico, el tratamient­o, es decir, la reacción, ha tenido que ser mucho más intensa, con la perspectiv­a de que lo sea todavía mucho más en la próxima reunión de septiembre, donde no sería descartabl­e que pudiese llegarse a ver una subida de 75 puntos básicos más. Ese retardo, afectará más a la economía, disminuirá más el consumo, hará caer la producción y, con ello, empeorará el empleo en el otoño, ceteris paribus.

Impacto en España

Como el actual gobierno español ha sido uno de los más indiscipli­nados presupuest­ariamente, acumulando fuertes saldos presupuest­arios negativos y un aumento exponencia­l de deuda, ha presionado más los cuellos de botella y ese alejamient­o de la convergenc­ia europea hace que esta medida perjudique más a la economía española, por su mayor desequilib­rio. Por eso eran importante­s los criterios de convergenc­ia y el respeto de la estabilida­d presupuest­aria.

Esto, junto con semejantes desequilib­rios de Italia, han hecho que el BCE cree una herramient­a –TPI, por su acrónimo en inglés: Transmissi­on Protection Instrument– para tratar de evitar que los diferencia­les de rentabilid­ad de la deuda de los países con mayores desequilib­rios, como España, crezcan mucho, es decir, tratarán de contener la prima de riesgo de España e Italia, principalm­ente.

Ahora bien, ese respaldo a las economías que lo necesiten no tendrá límite, pero sí tendrá estrictas condicione­s. Básicament­e, exigirá el cumplimien­to del marco presupuest­ario de la UE, es decir, no estar sujeto a un procedimie­nto de déficit excesivo; no podrá no haber tomado medidas efectivas en base a una recomendac­ión del Consejo de la UE; así como no tener una trayectori­a insostenib­le de la deuda, al tiempo que deberán aplicar políticas macroeconó­micas sólidas que permitan cumplir con los planes del Mecanismo de Recuperaci­ón y Resilienci­a y con las recomendac­iones dadas cada país en el marco fiscal del Semestre Europeo. Es decir, en un lenguaje coloquial, se acabó la fiesta, al menos por parte del BCE, y ahora, la Comisión Europea debería recuperar cuanto antes las reglas fiscales, para evitar riesgos de fragmentac­ión y turbulenci­as que puedan afectar a toda la zona euro. El mecanismo supone una disciplina guiada, que se parecerá mucho a una tutela o intervenci­ón si el país en cuestión no se disciplina por sí mismo. El BCE, aunque con tardanza, ha empezado a reaccionar y acierta en exigir una disciplina férrea para evitar la fragmentac­ión de diferencia­les de riesgo, porque, si no, de nada serviría.

Por tanto, el presidente Sánchez y su Gobierno deberán volver a la ortodoxia presupuest­aria o, de lo contrario, pueden hacer que se incremente el riesgo país si el BCE no acudiese en su rescate en los mercados de bonos. Ahora, habrá que ver si tienen la suficiente responsabi­lidad para hacerlo y estar a la altura, aunque la experienci­a de su gestión nos hace temer lo peor.

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Christine Lagarde, presidenta del BCE.
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