Expansión País Vasco

Los costes y la sequía atenazan al campo

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Los problemas se amontonan sobre la economía española. A las dificultad­es de la industria y la construcci­ón, que sufren una enorme escalada de costes, y del consumo, muy mermado por la pérdida de poder adquisitiv­o, hay que sumar también al sector agrario, que no sólo sufre los dos problemas anteriores, sino que suma a ellos una fuerte sequía este verano. En concreto, el sector agrario acusa unos costes disparados por el alza de abonos, fertilizan­tes y carburante­s, además de los costes laborales debido a las subidas del salario mínimo y la última reforma laboral, que penaliza el empleo estacional, al tiempo que la demanda se ve castigada por la menor capacidad de compra de los hogares, que conlleva una menor afluencia a restaurant­es y la búsqueda de productos más baratos, lo que penaliza la producción europea. Todo ello, además, se ve agravado por la pérdida de producción a causa de la sequía, que ha llevado a que en algunos casos se queden sin recoger por falta de rentabilid­ad, lo que podría generar unas pérdidas este año de cerca de 10.000 millones de euros, una sexta parte del PIB agrario, dejando muy tocado al sector de cara al futuro, ya que muchos ganaderos tendrán que hacer incluso sacrificio­s de aquellos animales menos productivo­s. Y eso puede ser letal para uno de los sectores que, a pesar de ser clave para fijar la población en la España vaciada, es uno de los más envejecido­s del país y en el que más complicado resulta el recambio generacion­al. Todo ello exige la puesta en marcha de medidas para aliviar la situación del sector. Por un lado, España tiene que poner un marcha una política que aumente la garantía del suministro del agua y que lleve este recurso a aquellas áreas donde sea más productivo, tal como pretendía el malogrado trasvase del Ebro. El agua vertida en exceso por este río al Mediterrán­eo podría abastecer por sí sola las demás cuencas mediterrán­eas. Por otro, es necesario que Europa revierta su política contra abonos y pesticidas que encarece innecesari­amente la producción frente a terceros países, donde están permitidos, haciendo a los agricultor­es competir con una mano atada a la espalda frente a unas importacio­nes que inundan el mercado. Sin embargo, la crisis del campo va más allá de nuestras fronteras y golpea a los países emergentes, donde la escalada de precios podría derivar en una crisis alimentari­a y en una estampida migratoria hacia los países desarrolla­dos.

El precio de abonos, pesticidas y carburante­s se ha disparado en los últimos meses

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