Expansión País Vasco

La inflación no se ha ido de vacaciones

- Rafael Pampillón Olmedo

El Índice de Precios al Consumo (IPC) en tasa interanual se redujo en agosto cuatro décimas respecto al mes anterior, hasta situarse en el 10,4%. Una bajada que se ha debido a la reducción de los precios de los carburante­s en agosto: la gasolina cayó un 11% mientras que el diésel se abarató un 8%.

Una interpreta­ción optimista, de esta ligera desacelera­ción del crecimient­o de los precios, es que la inflación (a pesar de la intensidad, persistenc­ia y visibilida­d) es temporal. Los que piensan así señalan que la reducción del precio de las materias primas (el petróleo, por ejemplo) y la paulatina reducción de los atascos en el aprovision­amiento de las empresas mejorará la economía por el lado de la oferta.

Además, el ajuste gradual de los tipos de interés por parte del BCE irá conteniend­o el crecimient­o de la demanda, lo que permitiría ser optimista y contemplar un escenario de reducción de la inflación en los próximos trimestres.

Otra versión más realista señala que el mejor dato de agosto con respecto a julio parece un dato aislado y no una señal de cambio de tendencia. Una golondrina no hace verano, ni siquiera, segurament­e, un pequeño grupo de ellas. Una prueba es que en España la inflación subyacente, que excluye a la energía y los alimentos frescos, sigue acelerándo­se, pasando de un 6,1% en julio al 6,4% en agosto. A ello se une que Alemania estima que su inflación escalará por encima de los dos dígitos, mientras el Reino Unido pronostica que la suya puede superar el 18%.

Por tanto, lejos de complacern­os, porque la inflación se ha reducido un poco, debemos seguir preocupado­s. Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal (FED), en una reciente reunión de banqueros centrales en Jackson Hole, dejó claro que un buen dato en un mes o en dos no es suficiente. Y por eso, en su opinión la

Reserva Federal debe seguir aumentando los tipos de interés para garantizar la estabilida­d de precios, aun reconocien­do que esas subidas de tipos causen dolor a las familias y a las empresas.

Políticas de estabilida­d de precios

Por tanto, aunque en España el dato de inflación de agosto haya sido un poco mejor que el de julio, está todavía muy lejos con respecto al objetivo de mantener la inflación estable entre el 2% y el 3%. Y ¿qué puede hacer el Gobierno de España para

reducir la inflación? Para reducir la inflación hay que ampliar y mejorar la oferta (el aparato productivo) a la vez que se restringe la demanda con políticas fiscales y monetarias restrictiv­as. Como la política monetaria no se decide en España, la demanda agregada se tiene que controlar a través de la política fiscal. En este sentido, la política fiscal debería ser mucho menos expansiva de lo que está siendo. Hay que apostar por una fuerte reducción del déficit público o de lo contrario se seguirá agravando la inflación y la deuda pública. Dos factores que van a hipotecar el crecimient­o futuro de nuestra economía.

Además de contraer la demanda, a través de un mayor control del gasto público, se necesita también expandir la oferta agregada, es decir, mejorar el aparato productivo con un programa de política económica que estimule la producción y el empleo. ¿Cómo?: 1) Mejorando la capacidad de gestión del Servicio Público de Empleo para reducir el elevado número de vacantes que tienen las empresas; 2) Disminuyen­do los costes fiscales y laborales de las empresas; 3) Facilitand­o que las pequeñas empresas se conviertan en medianas; 4) Creando un clima que favorezca que se siga invirtiend­o en formación profesiona­l; 5) Garantizan­do una mayor flexibilid­ad de la economía: fomentando, por ejemplo, la competenci­a entre las empresas que operan en los distintos mercados; y 6) Diseñar una transición energética que ofrezca seguridad y estabilida­d en el coste de la energía.

Estas medidas de demanda y de oferta son necesarias si no queremos que la inflación acabe devorando, paulatinam­ente, el poder adquisitiv­o de los ciudadanos.

Controlar la inflación es muy importante para el crecimient­o económico y el empleo. No se debe olvidar que un marco económico estable impulsará la creación de empresas, reforzará la competitiv­idad nacional y aumentará nuestras exportacio­nes. La prosperida­d futura de España, como país, dependerá, en gran medida, de que se adopten estas políticas.

Sin olvidar que la inflación es, en sí misma, negativa para la sociedad. Se la suele llamar el impuesto de los pobres, ya que las clases más desfavorec­idas son las que destinan la mayor parte de su renta al consumo. Por eso, debemos combatirla sin tregua. Como dijo el expresiden­te norteameri­cano Ronald Reagan, la inflación es tan violenta como un asaltante, tan intimidato­ria como un hombre armado, y tan mortal como un asesino a sueldo.

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