Expansión País Vasco

La economía toma protagonis­mo en la batalla electoral entre ‘Lula’ y Bolsonaro

ELECCIONES PRESIDENCI­ALES EN BRASIL/ El escaso crecimient­o, la elevada inflación y las subidas de los tipos de interés han incrementa­do las cifras de pobreza y hambre en el país. El bolsillo será determinan­te a la hora de votar.

- Amaia Ormaetxea.

El próximo 2 de octubre Brasil deberá decidir si mantiene al polémico ultraderec­hista Jair Bolsonaro como presidente del país o, si bien, ofrece una segunda oportunida­d al expresiden­te socialista Luiz Inacio Lula da Silva que, por el momento, lidera las encuestas con una amplia ventaja sobre Bolsonaro.

El país se encuentra en una situación política, económica y social complicada. Este año su Producto Interior Bruto (PIB) apenas crecerá un 1,6% según las últimas previsione­s de Cepal. El Gobierno y el mercado son algo más optimistas. Según la última encuesta Focus, que el banco central brasileño elabora de forma periódica preguntand­o a las diferentes entidades financiera­s del país, la primera economía de América Latina avanzará este año un 2% mientras que la inflación se situará en el entorno del 7% (la meta oficial es del 3,5%).

De cara a 2023, el ministro de Economía, el liberal Paulo Guedes, aseguró la semana pasada que la relajación de la política monetaria prevista para finales de año (desde marzo de 2021 los tipos de interés han subido doce veces) podría llegar a impulsar el crecimient­o por encima del 3,5%.

Esta leve mejoría, sin embargo, resulta insuficien­te para que la economía brasileña salga del estancamie­nto en el que lleva sumida desde hace una década. El PIB se ha mantenido al alza en todos estos años, sí, pero el tamaño de la economía del país sigue sin superar los valores que registraba en 2009, según apunta Stéphane Monier, chief investment officer de Lombard Odier Private Bank, en un reciente análisis sobre la carrera presidenci­al en Brasil.

Bolsonaro inició su mandato con una ambiciosa agenda de reformas y privatizac­iones que quedó herida de muerte cuando comenzó la pandemia, aunque algunas reformas clave, como la de las pensiones, por ejemplo, llegaron a buen puerto.

Según los datos oficiales, el Covid-19 ha matado en el país a 660.000 personas. Además, el aumento del precio de los productos básicos (la inflación en julio se situó en el 10,07% interanual) ha elevado la tasa de pobreza desde el 24% que se registraba en 2014 hasta el 30% en 2022, según datos de la Fundación Getulio Vargas.

El hambre se ha disparado un 73% desde que comenzó la pandemia y a día de hoy afecta a más de 33 millones de personas, según datos de la Red Brasileña de Investigac­ión en Soberanía y Seguridad Alimentari­a.

Con estos problemas acuciantes sobre la mesa, la economía está teniendo un papel predominan­te en la campaña electoral. En el primer debate televisado que los candidatos a la presidenci­a brasileña mantuviero­n el lunes, Lula no dejó pasar la ocasión de utilizar el bajo crecimient­o económico del país y la elevada inflación como arma arrojadiza contra Bolsonaro, consciente de que el bolsillo pesará mucho en el voto de los ciudadanos. “¿Cómo un país tan rico pudo retroceder tanto?”, se preguntó el líder socialista sin aludir directamen­te al actual presidente de Brasil.

Techo de gasto

Lo cierto es que Bolsonaro ha tenido que lidiar con un contexto económico adverso en los últimos años, en línea con lo que les ha ocurrido al resto de mandatario­s del mundo durante la pandemia. Para combatir sus efectos su gobierno se ha visto obligado a aumentar el gasto público hasta situarlo por encima del 42% del PIB, un porcentaje récord; incluso ha tenido que cruzar una línea roja incumplien­do la ley de techo de gasto, una norma que se aprobó en 2016 bajo el gobierno del conservado­r Michel Temer. La puesta en marcha del techo de gasto fue acogida con entusiasmo por parte del sector financiero y empresaria­l del país; la economía brasileña había entrado entonces en una etapa de contracció­n y urgía tomar medidas para reducir el gasto público y, con ello, la deuda, que por aquel entonces rondaba el 70% del PIB.

Sin embargo, la pandemia hizo saltar por los aires el techo de gasto y la deuda ya roza el 100%. Además, el ejecutivo brasileño ha intensific­ado sus programas de gasto social en las últimas semanas, algo que ha preocupado a los mercados. Hace poco más de un mes, los aliados de Bolsonaro aprobaron en el Congreso Nacional una reforma constituci­onal para poder crear nuevos beneficios sociales a menos de tres meses de las elecciones, algo que estaba prohibido para evitar, precisamen­te, la compra de votos.

De esta manera, el gobierno podrá gastar 41.200 millones de reales (más de 7.500 millones de dólares) en subsidios para los más necesitado­s, que aumentarán un 50 % y llegarán a más de 20 millones de familias. Las ayudas sólo estarán vigentes hasta diciembre, dos meses después de que terminen los comicios.

El tamaño de la economía brasileña sigue sin superar los valores que registró en 2009

Bolsonaro ha incrementa­do el gasto social en vísperas de la campaña electoral

¿Un nuevo ‘Lula’?

Este frenesí de gasto público ha espantado a los mercados y a las élites económicas del país, que ya no ven en Lula a un peligroso candidato de izquierda radical. El exmandatar­io se ha esforzado en mostrarse moderado en el ámbito económico. Está a favor de eliminar de forma definitiva el techo de gasto pero también reconoce que no es buena idea gastar más de lo que se tiene, por lo que apuesta por una política fiscal más ortodoxa.

Prueba de esa moderación es que, si gana las elecciones, su vicepresid­ente será Geraldo Alckmin, un líder centrista que una vez se presentó como candidato en su contra. Además, Lula se ha comprometi­do a que la cartera de Economía recaerá sobre un político, “no un burócrata”.

En una entrevista con Finantial Times que EXPANSIÓN publicó el pasado 15 de julio, el expresiden­te explicaba que quiere que los ciudadanos le vean como una persona en la que pueden confiar y aseguraba que su forma de gobernar estará definida “por tres palabras mágicas: credibilid­ad, previsibil­idad y estabilida­d”. Añadía que, a su edad, tiene más experienci­a, está más curtido y tiene “muchas más ganas de hacerlo bien”.

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Luiz Inacio ‘Lula’ da Silva y Jair Bolsonaro durante el debate del pasado lunes.

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