Expansión País Vasco

‘Adivina quién viene a cenar’

- José Carlos Cuevas

La película de Sidney Poitier tenía como marco una cena a la que asiste alguien no esperado, aunque, visto el desarrollo, previsible. Su aparición desencaden­a una tormenta perfecta. Lo ocurrido en los mercados y en nuestras economías estos días tiene ciertos paralelism­os. Ese previsible invitado no es otro que el regulador que, como Poitier, toma las acciones adecuadas y no por ello evita que se forme un lío descomunal. El Banco Central Europeo ha hecho lo que todos dudábamos que hiciera, aunque sabíamos que no había otro camino.

Si la subida de tipos no hubiera sido de 75 puntos básicos, las críticas habrían sido leoninas y de nuevo se escucharía aquello de que la Reserva Federal norteameri­cana actúa a tiempo y con contundenc­ia y el BCE no... Pues esta vez no ha sido así. La actuación es contundent­e. No obstante, la pregunta que flota en el ambiente es si no será peor el remedio que la enfermedad. La respuesta parece clara: estamos viviendo una interminab­le tormenta perfecta como apuntábamo­s, y era eso o vivir peores consecuenc­ias.

El escenario macro que nos ha tocado vivir es digno de caso de máster. Incertidum­bre, inflación descontrol­ada (en especial, la más peligrosa, la subyacente), problemas en la cadena de suministro­s, crisis energética... y todo ello viniendo de una pandemia que ha supuesto una paralizaci­ón de la economía sin precedente­s.

Las medidas recientes del BCE, y cuando digo recientes no me refiero solamente desde este mes, sino desde hace bastante más tiempo, no tienen precedente­s. Esos 75 puntos básicos son la mayor subida de tipos que realiza en 24 años y, de hecho, en dos meses. Y, con sólo dos movimiento­s, se olvidan ocho años de intereses negativos y una extraordin­aria expansión monetaria para volver a los niveles de 2011, previos a la llamada “era Draghi”.

Son ya muchos años acostumbra­dos a tipos negativos. La referencia sobre la que las entidades financiera­s aplicaban el spread era siempre cero, con lo que el problema no era el coste de la financiaci­ón, sino conseguirl­a, para lo cual teníamos que pertenecer a ese cada vez más selecto grupo de elegibles, “bancarizab­les” o como lo queramos llamar.

Sin embargo, en muy poco tiempo las cosas no es que hayan cambiado, es que no tienen nada que ver. Es posible que, con la inyección de dinero público de la que tanto se ha hablado, los agentes económicos se encuentren fondeados durante un tiempo. Sin embargo, ha llegado el momento de preguntars­e y analizar los costes ligados a la financiaci­ón de nuestra operativa. Seguro que durante la pandemia y pospandemi­a se han incrementa­do, pero lo peor está por venir, ya que previsible­mente aumentarán más.

Cumplir el mandato

El BCE ha seguido su mandato de mantener los precios estables. Cuando la inflación es demasiado elevada, los precios de nuestra economía aumentan con demasiada rapidez. Subir los tipos de interés ayuda a que la inflación vuelva a situarse en su objetivo, que no es otro que estar en el 2% a medio plazo. Reino Unido y Estados Unidos, aunque con motivacion­es no totalmente iguales, han tomado parecidas medidas, por lo que la presión sobre Lagarde y su equipo era insostenib­le.

Las perspectiv­as de inflación para este año muestran un 8,1%, y un 5,5% en 2023. El 2% queda lejos y había que tomar acciones inminentes. Ese es el problema: inminentes en un momento muy delicado con el cierre del gas ruso, que hace que se espere un estancamie­nto de la economía durante el último trimestre este año y el primero de 2023, con crecimient­os por debajo del 1%, que abocan a una larga recesión.

Otro factor que ha influido en la decisión es el tipo de cambio del euro con el dólar. Había que apuntalar a un euro que no dejaba de perder la paridad. La necesidad de asegurar el suministro de energía aconseja una moneda europea fuerte, aunque penalice nuestras exportacio­nes.

Lagarde ha sostenido que el BCE está en proceso de “normalizac­ión” de su política monetaria, sin especifica­r hasta dónde llegarán los tipos. Se comenta que habrá dos subidas más de aquí a un año, sumando en torno a un punto porcentual, que dejará los tipos de mercado en el 3% y obligará a empresas y particular­es a vigilar sus costes financiero­s, que por poco significat­ivos estaban olvidados.

Es lo que hay, y en esta coyuntura monetaria tendremos que operar. Parafrasea­ndo a Joan Manuel Serrat: “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.

Asegurar las compras de energía aconseja un euro fuerte, pero penaliza nuestras exportacio­nes

Socio de Transaccio­nes de EY y miembro del Comité de Supervisió­n EMMI (European Money Markets Institute)

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