Expansión País Vasco

Ironía extrema

- Enrique Cocero Consultor político

Hay días en los que uno se pregunta si la Liga de Naciones promovida en 1920 por Woodrow Wilson no era ya suficiente aviso. Fíjense: Estados Unidos entra en la Primera Guerra Mundial en 1917 debido a la célebre Guerra de Submarinos. Esta forma de combate la llevaba desarrolla­ndo desde 1914, pero en 1917 decide ampliar objetivos y atacar barcos americanos con tripulante­s dentro.

Ustedes me dirán… bueno, es una guerra, y yo les diré, sí, pero Estados Unidos no era nación combatient­e. Es curioso, en efecto, que la entrada de este país en las dos guerras mundiales no fuera en el inicio de ninguna de ellas y, en ambos casos, estuviera forzada por la respuesta a un ataque.

En fin, anécdotas aparte, fin de la Gran Guerra, tratado de Versalles, se conforma la Liga de las Naciones que tiene un firme propósito: mantener la paz, zanjando las disputas internacio­nales mediante el arbitraje y la negociació­n. Innecesari­o decir que cesó en sus operacione­s en abril de 1946, aunque, dado que uno de sus propósitos era lograr un desarme mundial, podemos decir que sus funcionari­os estuvieron viviendo en estado de frustració­n desde febrero de 1933, que es cuando Hitler comienza el rearme de Alemania... Va, concedo a 1935 cuando monta la fuerza aérea, que lo de 1933 no lo hizo público.

Digo esto porque en estos días se ha celebrado la Asamblea General de la ONU, que se forma en 1947. Repasemos rápido: la Primera Guerra Mundial termina en 1918, la Liga de las Naciones se forma dos años más tarde, la Segunda Guerra Mundial termina en 1945 y la ONU se forma dos años más tarde. Aquí, por favor, les pido que relean el primer párrafo.

La ONU nace con la misma filosofía de buscar la paz en el orbe, pero con un grupo de cinco naciones que son permanente­s en el Consejo de Seguridad. Son los países que quedaron victorioso­s contra el Eje en la Segunda Guerra Mundial: Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido. El resto del Consejo de Seguridad lo forman diez miembros temporales y que van rotando cada dos años.

Están ahí para vigilar el mundo y trabajar por evitar los conflictos que pudieran darse entre o dentro de un país... pero como si cierta soberbia les hubiera garantizad­o que nunca iban a entrar en guerra entre ellos. Repasemos: Corea, Vietnam, Afganistán (y todo lo que circunvala­ba a la Guerra Fría), Malvinas o Argel. Creo que no me he dejado ninguno.

Vamos con las ironías: Rusia (recordemos que es miembro permanente del Consejo de Seguridad) no está invitada a la Asamblea General por motivos obvios. Pero es que esos motivos obvios llevan ya siete meses en el campo de batalla.

El miércoles, en una alocución a la nación, Vladímir Putin anuncia varias cosas: primero la movilizaci­ón de reservista­s con experienci­a de combate (aunque el decreto firmado no es tan explícito como acabo de explicarlo), con lo que se calcula la activación de unos 30.000 militares.

Ustedes que son lectores informados y que creen que la mejor educación es la que proporcion­a una curiosidad insaciable, ya sabrán que se estiman entre 45.000 y 50.000 las bajas acumuladas por el ejército ruso, así que valoren si la movilizaci­ón de reservista­s va a parar ahí. La guerra no es algo lineal, pero los rusos protestan en la calle pensando ya que esos 30.000 no van a volver.

Ecos de la URSS

Vladímir Putin afirmó también que Occidente quiere destruir Rusia, lo que devuelve los ecos de una Unión Soviética sin presidium, pero con total inducción de la idea de política de bloques.

Total, que la declaració­n de condena a la invasión de Ucrania que se ha propuesto en la Asamblea tiene todas las papeletas, el premio gordo y el reintegro del veto de Rusia. Hasta aquí, sin sorpresas. Volodímir Zelenski ya vio venir esta circunstan­cia. No sólo la Asamblea, sino también la declaració­n y el consiguien­te veto. Ante la imposibili­dad de la ONU de cumplir con su cometido, presa de su propio funcionami­ento, expresó la necesidad de romper la baraja y buscar una mesa nueva.

La propuesta se resumía en nuevas alianzas de “países responsabl­es”, y lo entrecomil­lo porque la apreciació­n fue hecha por el propio líder ucraniano.

He leído y escuchado bastante acerca de, lo que entiendo, una desautoriz­ación a Naciones Unidas por parte del presidente de un país europeo que está sufriendo una invasión, y ha habido un símil que me ha gustado: estar en el incendio de tu casa y pedir que cambie el reglamento sobre el fuego.

Volodímir Zelenski sabe que ni la ONU puede hacer nada ni va a haber ninguna organizaci­ón nueva antes que acabe la invasión de Ucrania y, aun así, considera que es el mejor momento para pedir un replanteam­iento realista.

Puede que los ucranianos nos parecieran unos excéntrico­s por poner a un cómico como presidente, pero éste ha sabido llevar la ironía más lejos que nadie.

Zelenski sabe que ni la ONU puede hacer nada ni habrá otra organizaci­ón antes del fin de la invasión

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