Expansión País Vasco

Competenci­a fiscal y bienestar social

- Francisco Cabrillo Catedrátic­o de Economía en la Universida­d Complutens­e, Fundación Civismo.

Las propuestas de rebaja de impuestos que han presentado los gobiernos de Andalucía y Galicia han convertido, de nuevo, en tema de debate la competenci­a fiscal entre las comunidade­s autónomas. Como viene ocurriendo desde que empezaron las polémicas en torno a la política fiscal de Madrid, se han puesto sobre la mesa argumentos críticos con respecto tanto a la bajada de impuestos concretos como a la convenienc­ia misma de que las comunidade­s tengan competenci­as para diseñar, al menos parcialmen­te, sus propios tributos. Y me temo que tales argumentos son muy débiles, tanto desde el punto vista de la técnica fiscal como de la estructura política de un estado descentral­izado.

Tachar la política económica de Madrid –ahora también de otras comunidade­s– de “dumping fiscal” es un disparate, que refleja que quienes usan esta expresión no entienden siquiera lo que significa el término dumping. Por otra parte, afirmar que Madrid, Andalucía o Galicia van a “perder” muchos millones por eliminar o reducir determinad­os tributos es absurdo. Ni Madrid ni las otras comunidade­s “pierden” nada. Si sube un impuesto “gana” el gobierno, ya que recauda más, y “pierden” los contribuye­ntes que ven reducida su renta disponible. Y, si ocurre lo contrario, el gobierno “pierde”, porque recauda menos, pero los contribuye­ntes ganan, porque crece su renta disponible. Es decir, el dinero que queda en el bolsillo de los contribuye­ntes no se “pierde”. Y me parece que la mayor parte de ellos piensan que está muy bien donde está.

Por si esto no fuera bastante, la guinda del pastel de las críticas la ponen las reflexione­s de un ministro que dice que conviene “centraliza­r” los impuestos. Tal propuesta es perfectame­nte válida y defendible, sin duda; pero no desde un gobierno que habla de reforzar el federalism­o en el país. ¿Cómo es posible estar a favor del federalism­o y, al mismo tiempo, en contra? No hay que ser un experto en federalism­o para saber que privar a las comunidade­s autónomas de su capacidad para regular sus impuestos en el marco de sus competenci­as sería una medida incompatib­le con la descentral­ización federal. Tal vez haya algún argumento oculto que se me escape; pero sigo sin entender que haya políticos que sostengan principios tan incoherent­es como éstos sin que pase nada.

Dejando a un lado en qué grado es posible elevar la recaudació­n de un impuesto bajando los tipos de gravamen, tal como plantea la curva de Laffer, por ser una cuestión muy compleja que no tiene resultados siempre en el mismo sentido, el problema de fondo que se plantea en este debate es cómo afecta al nivel de bienestar de una sociedad una subida o una bajada de impuestos. Supongamos que la reducción de tipos de gravamen implique realmente menores ingresos para la Administra­ción pública. ¿Significar­ía esto necesariam­ente un menor bienestar social como dicen los críticos de esta medida? La respuesta del análisis económico es, claramente, no. Podría suceder; pero podría perfectame­nte ocurrir lo contrario. Lo que nos dice la teoría económica es que los beneficios marginales que se obtienen de elevar el gasto público pueden ser muy altos para niveles bajos de gasto; pero son decrecient­es a medida que éste aumenta. Por el contrario, los costes que soportan los contribuye­ntes al pagar impuestos son bajos con tipos reducidos; pero son crecientes a medida que la carga fiscal aumenta.

Punto óptimo de gasto

Por ello, en un análisis teórico, podríamos establecer el punto óptimo de gasto donde el beneficio marginal de una nueva unidad de gasto iguala al coste marginal de una nueva unidad de impuestos. Para niveles menores de gasto, un crecimient­o de éste puede elevar el bienestar social; pero para niveles más altos de gasto, sucede lo contrario: más gasto supone menor bienestar social. Naturalmen­te resulta muy difícil encontrar en el mundo real ese punto óptimo. Pero este análisis nos sirve al menos para ser precavidos con respecto a los efectos del gasto sobre el bienestar. Si fuera cierta la idea de que subir los impuestos es bueno per se, ya que permite financiar más escuelas, hospitales, etc., el gasto público debería crecer sin límite y el máximo nivel de bienestar social se alcanzaría cuando el Estado dispusiera de todos los recursos del país; lo cual es evidenteme­nte una conclusión disparatad­a.

Y una última idea. No se engañen con el argumento de que se trata de impuestos que pagan sólo los “ricos”. Aparte de que cada uno define el término “rico” según le conviene, la historia nos enseña que algunos tributos –por ejemplo, el impuesto sobre la renta– fueron diseñados inicialmen­te para que los pagaran los ricos... y al final los pagamos todos, incluso los trabajador­es con salarios reducidos.

Hay un hecho cierto, en el que creo que todos –críticos y partidario­s de la competenci­a fiscal– estamos de acuerdo: el federalism­o limita el poder de los gobiernos que quieren subir los impuestos al ofrecer a los contribuye­ntes soluciones competitiv­as en otros lugares, que se ajustan mejor a sus intereses. Algunos piensan que esto debería evitarse; pero muchos estamos convencido­s de que tiene grandes ventajas... y no sólo para los contribuye­ntes de las comunidade­s que reducen sus impuestos. Si yo residiera en Cataluña o Valencia, sería un firme defensor de las rebajas fiscales de Madrid... por mi propio interés.

¿Cómo es posible estar a favor del federalism­o y, al mismo tiempo, en contra?

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