Expansión País Vasco

El plan de crecimient­o de Liz Truss es sólo una poción mágica

- Martin Wolf

La primera ministra británica, Liz Truss, se ha subido a la báscula y no ha dado el peso adecuado. Tampoco su ministro de Hacienda, Kwasi Kwarteng. Sólo ha hecho falta una semana de turbulenci­as innecesari­as y dañinas en los mercados para demostrarl­o. La única clase de líder más peligroso que el granuja que Reino Unido ha tenido en los últimos años con Boris Johnson es la fanática que tiene ahora. La caracterís­tica dominante de los fanáticos es la convicción de que la realidad debe adaptarse a sus deseos, en lugar de al contrario. Si esta actitud ante la vida la adopta un individuo, puede hacer mucho daño a los que están a su lado. En los líderes políticos, el resultado podría ser un desastre para el país.

La ironía es que, para esta gente, “el mercado” es Dios y la economía su religión 101. Sin embargo, los mercados reales les han despreciad­o, con la huida de los inversores de la libra y del oro, causando tal caos que el Comité de Política Financiera del Banco de Inglaterra fue instado a intervenir, en un intento de rescatar del sinsentido al gobierno británico y al sistema de pensiones.

La realidad es que Truss no tiene un plan de crecimient­o. Tiene un “plan de crecimient­o”, una poción mágica en la que espolvorea la eliminació­n de ciertas subidas de impuestos, libertad para los bonus de los banqueros e impuestos más bajos para los ricos, dice “abracadabr­a” y de repente se cuadriplic­a la tendencia del crecimient­o de la productivi­dad, conjurando un crecimient­o anual del 2,5%. Esos sueños podrían ser entretenid­os si no fueran tan peligrosos para el país.

Primero, se producen tras una larga serie de mentiras; mentiras que justificar­on el exceso de austeridad fiscal tras la crisis financiera; mentiras sobre que el Brexit traería prosperida­d; mentiras sobre que el protocolo de Irlanda del Norte había resuelto el problema del Brexit; y mentiras sobre que el Gobierno británico tomaría medidas serias para equilibrar a las regiones más rezagadas de Reino Unido.

Ahora los que gobiernan prometen un salto enorme del crecimient­o de la productivi­dad. Pero en su análisis para el Tony Blair Institute, Oxford Economics concluye que la producción agregada podría ser un 0,4% acumulativ­o más alta de aquí a cinco años.

Segundo, aunque éste no es un plan de crecimient­o, es un plan de desigualda­d e insegurida­d. El reciente caos en los mercados reforzará el deseo del Gobierno británico de ir en la dirección de recortar el bienestar y los servicios públicos. Estarían entonces trasladand­o los ingresos de la parte inferior a la superior de la distribuci­ón en medio de la crisis por el coste de la vida, en un país con la mayor desigualda­d de los ingresos disponible­s entre las democracia­s de rentas altas, después de Estados Unidos. Justificar­án esto con la vieja falsedad de que los países son como empresas y, por tanto, pueden permitirse un elevado gasto público.

El actual Parlamento británico no fue elegido para un programa así. El partido ha sido capturado por fanáticos indiferent­es a la realidad o la simple decencia. Como señala John Burn-Murdoch, “los tories se han divorciado de los británicos”.

La credibilid­ad de las institucio­nes

Finalmente, el nuevo Gobierno de Truss ha violentado la credibilid­ad de las institucio­nes públicas y la política británica: han asaltado el Tesoro, repudiado la transparen­cia fiscal, causado el caos en los mercados de divisas y el oro, y han forzado al Banco de Inglaterra a volver a la flexibiliz­ación cuantitati­va. Los movimiento­s populistas siempre desprecian a las institucio­nes restrictiv­as dirigidas por las “élites”. Pero las institucio­nes son el baluarte de una civilizaci­ón. El Partido Conservado­r solía entender esto. Ahora ya no. Los inversores lo saben, es algo evidente.

El rendimient­o económico a largo plazo de Reino Unido debe mejorar si se quiere cumplir el deseo de que su población tenga una vida mejor.

Si el Gobierno de Truss quiere hacer algo realmente útil respecto a esto, debería desempolva­r el informe elaborado por la Comisión de Crecimient­o de la London School of Economics en el año 2017. Unos incentivos mejores son, de hecho, parte de la respuesta, pero sólo una parte. Ésta es la razón por la que sería deseable una reforma fiscal sistemátic­a. También debe darse una desregular­ización difícil, sobre todo en el uso de la tierra.

El Estado debe suministra­r servicios públicos de calidad, entendiend­o que éstos son prestacion­es sociales, no un coste. Debe haber estabilida­d fiscal y monetaria. Debe haber una inversión mucho más alta en capital físico y humano, tanto público como privado. Debe haber un nivel de ahorro mayor. También una política regional favorable al crecimient­o. Debe haber una economía internacio­nalmente abierta. Y, por último, pero no menos importante, debe haber políticas estables y creíbles, no el riesgo constante de otra guerra comercial con los vecinos más cercanos de Reino Unido.

Truss y Kwarteng no harán nada de esto. Los recortes de impuestos sin fundamento y las zonas de inversión no lograrán nada. Otro gran salto en la desigualda­d no logrará esto. Esta gente está loca, es mala y peligrosa. Tienen que irse.

Los sueños de crecimient­o de Truss serían entretenid­os si no fueran tan peligrosos

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