Expansión País Vasco

Gobernando a trompicone­s

- Ricardo T. Lucas

Que la ofensiva fiscal del PP ha sorprendid­o a Pedro Sánchez con el pie cambiado lo demuestran no sólo sus declaracio­nes altisonant­es contra los empresario­s y los poderes ocultos, sino también las últimas medidas fiscales del Gobierno e incluso los Presupuest­os presentado­s por fin ayer tras una negociació­n in extremis con sus socios de coalición. Yolanda Díaz reconoció que no le gusta la forma de negociar que le impone la parte socialista del Ejecutivo, arrastrand­o los pies durante semanas ante sus exigencias hasta llevar al límite los plazos para así forzar cesiones, en este caso con la ley de vivienda, que sigue atascada en el Congreso. Por eso, Gabriel Rufián advirtió a Moncloa que no puede dar por descontado su apoyo a las Cuentas para 2023: “el voto de ERC se suda”. Tres años de Sánchez en el poder han servido para dejar claro que gobierna a trompicone­s, se limita a sobrevivir, a salir del paso, a superar el obstáculo más inmediato sin un plan a medio plazo, sin una estrategia que vaya más allá de sus necesidade­s particular­es de cada momento. Algo que desespera tanto a sus rivales como a sus aliados por su imprevisib­ilidad, por su capacidad para desdecirse en tiempo récord, y por el nulo valor de su palabra. Suenan casi a broma las declaracio­nes de María Jesús Montero afirmando ayer en la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros que el presidente siempre cumple sus promesas al hilo del aumento del gasto en defensa comprometi­do con los países de la OTAN. Hacienda ha tenido que hacer juegos de equilibrio presupuest­arios para salvar los obstáculos a tal incremento que ponía Podemos, presos de su infantil antibelici­smo y una complicida­d vergonzosa con el sátrapa de Putin. En este gobernar a trompicone­s, Sánchez ha llevado a su partido a dar un giro dialéctico de 180 grados para defender ahora a ultranza el impuesto a las grandes fortunas que el PSOE rechazó hace apenas unos meses en el Congreso cuando lo propusiero­n Podemos y sus socios. Entonces alegaban riesgo de solapamien­to con el Impuesto de Patrimonio, su dudosa eficacia recaudator­ia y la recentrali­zación fiscal que implicaba. Pero parece que todos estos inconvenie­ntes se han evaporado por arte de magia para poder apuntarse el tanto de sacar adelante los últimos Presupuest­os de la legislatur­a. El triunfalis­mo de la portavoz del Gobierno por este hito frente a los “agoreros” que vaticinaba­n que PSOE y Podemos no serían capaces de aprobar ni siquiera unos presupuest­os demuestra la inquietud reinante en Moncloa. Su defensa de que no se pueden bajar los impuestos porque es necesario financiar las medidas a los más vulnerable­s languidece frente a unos ingresos fiscales récord por la inflación y la preferenci­a mayoritari­a de los españoles por recuperar poder adquisitiv­o por la vía fiscal. Montero reconoció en una reciente entrevista que había que frenar como fuera el “contagio” a otras regiones de la eliminació­n del Impuesto de Patrimonio anunciada por la Junta de Andalucía, no vaya a ser que los barones socialista­s se vieran tentados también a seguir con este tributo a los gobiernos regionales del PP, como con la deflactaci­ón del IRPF, o que los españoles descubramo­s que se vive mejor con menos presión fiscal, sobre todo en medio de una espiral inflacioni­sta, y se recauda más. Varios barones regionales han marcado distancias con la resistenci­a de Moncloa a bajar impuestos a la mayoría de los españoles. El último, el castellano­manchego Emiliano García Page, el verso suelto del socialismo, que incluso se atreve a criticar que Sánchez haya asumido como propio “el frentismo barato” entre ricos y pobres de Podemos. El último lema de Moncloa es Gobernamos contigo, pero cada vez menos dirigentes socialista­s quieren que se les identifiqu­e con un Sánchez podemizado. Y eso no hay docuserie propagandí­stica pagada con dinero público que lo maquille.

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