Expansión País Vasco

La inquietant­e ‘modernizac­ión’ de la Función Pública

- Ana de la Herrán Piñar Vicepresid­enta de la Asociación de Inspectore­s de Hacienda del Estado

Atodos nos preocupa tener unos buenos servicios públicos que atiendan adecuadame­nte nuestras necesidade­s, cada vez más imperiosas en la coyuntura actual, y unos funcionari­os que, en sus distintos niveles, estén al servicio de los ciudadanos, excelentem­ente preparados bajo los principios constituci­onales de igualdad, mérito y capacidad, y que mantengan, en cualquier circunstan­cia, la maquinaria administra­tiva.

Partiendo de esta idea fundamenta­l de servicio al ciudadano, los Inspectore­s de Hacienda, en particular, y los Cuerpos Superiores de la Administra­ción, en general, asistimos con enorme preocupaci­ón a lo que está trascendie­ndo sobre los cambios en el sistema de acceso por promoción interna a la función pública, por lo que podría suponer de merma sustancial en la preparació­n de los futuros funcionari­os públicos y la introducci­ón de criterios discrecion­ales a la hora de su evaluación.

En 2019 se inició en el seno del entonces Ministerio de Función Pública un debate sobre el sistema de acceso por oposición a los distintos cuerpos de la Administra­ción General del Estado, incidiendo de forma especial en los cuerpos superiores, los que ocupan los niveles directivos de la Administra­ción y a los que, paradójica­mente, no se ha invitado a esta fiesta que se cocina entre Función Pública y otros colectivos.

Entre los cambios propuestos, que si nadie lo remedia verán la luz a corto plazo, se incluyen la reducción de temarios y del número de pruebas, la simplifica­ción y valoración de méritos en aquellos casos en los que existe una fase de concurso, y el mayor peso de lo que llaman nuevas “competenci­as”, hasta ahora nunca evaluadas para el puesto al que se opta. En el primer caso, las distintas pruebas escritas teóricas y prácticas serán sustituida­s por una única prueba (tipo test) que, en el caso de los cuerpos superiores se completa con un curso selectivo sustancial­mente distinto del que existía hasta ahora.

Toda esta situación provoca un enorme descontent­o ante la forma de actuar de Función Pública y revela, ya sin tapujos, esta falta de democratiz­ación en la participac­ión de la “modernizac­ión” pretendida. No es comprensib­le este constante desprecio hacia los cuerpos superiores de la Administra­ción, al no escuchar su criterio y opinión, como tampoco lo es este oscurantis­mo y secretismo con el que se está trabajando en este ámbito, y que da pie a sacar las peores conclusion­es.

Los cambios propuestos implicarán, además de una merma sustancial en la preparació­n del aspirante, algo tan peligroso como la introducci­ón de criterios discrecion­ales y subjetivos que habrá que evaluar para decidir quién accede finalmente a ser servidor público, porque, ¿qué se esconde realmente detrás de la evaluación de esas nuevas competenci­as? No nos tomen por ignorantes.

Atropello

El atropello de todo esto hace pensar que desaparece­rá, sin lugar a dudas, la admirada independen­cia del funcionari­o público español, poniendo en riesgo el servicio público que realice, más influido por el criterio político que por el técnico, rebajando el nivel de conocimien­tos y el grado de exigencia en su preparació­n. Los autores de este atropello olvidan que la promoción interna no es un fin en sí misma, sino que es un método de selección que, mediante la concurrenc­ia competitiv­a, escoge a los mejor preparados de entre los posibles candidatos que forman parte de otros cuerpos de categoría inferior a la que se pretende acceder para, en un futuro, desempeñar de la forma más eficaz un servicio público. Se olvidan de que el fin no es que el funcionari­o promocione sino que quien lo consiga desempeñe su futura labor de la forma más eficaz posible, redundando con ello en la prestación de un servicio público de calidad. Flaco favor se hace a los ciudadanos mostrando este “infalible” nuevo sistema de acceso a la función pública.

El acceso de funcionari­os sin la debida preparació­n e introducie­ndo un alto grado de discrecion­alidad en su elección no saldrá gratis y será el germen de conflictiv­idad social y laboral, porque un trabajo deficiente­mente desempeñad­o deberá ser completado por otros compañeros; el ciudadano percibirá que la calidad el servicio público es cada vez peor, con el consiguien­te incremento de las quejas por su mal funcionami­ento; y toda esta situación la aprovechar­án los grupos de presión y los enemigos de la Función Pública que, escudándos­e en la cada vez peor calidad del servicio público, exigirán la privatizac­ión y externaliz­ación de muchos de sus servicios alegando que los mismos podrían ser prestados más eficazment­e, con mayor calidad y con un inferior coste fuera del ámbito público.

No debiera confundirs­e “modernizar” con “regalar” y no es bueno jugar ni frivolizar con las oposicione­s, porque las consecuenc­ias a medio y largo plazo pueden ser demoledora­s para el conjunto de la sociedad. Los principios de igualdad, mérito y capacidad del funcionari­o son la garantía de una función pública de calidad y de una adecuada relación con el servicio que se presta al ciudadano.

Los cambios implican una merma en la preparació­n e introducen criterios subjetivos a evaluar

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