Expansión País Vasco

Lo peor para la economía mundial está por venir

Para la economía global, lo peor está todavía por venir porque el efecto de la subida de tipos tardará en llegar a la economía real y, durante ese retardo, el crecimient­o caerá. EEUU logrará tener una recesión suave, o incluso evitarla, pero será difícil

- Federico Steinberg Real Instituto Elcano y Universida­d Autónoma de Madrid

Las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacio­nal y el Banco Mundial han vuelto a ser presencial­es en Washington tras dos años de videoconfe­rencias por la pandemia. Y a la alegría por los reencuentr­os la ha acompañado un marcado pesimismo sobre el estado de la economía mundial. Larry Summers lo sintetizab­a bien al decir que no recuerda en su larga trayectori­a profesiona­l un momento en el que la economía global se haya enfrentado a un conjunto de retos tan complejos, y añadía que los bomberos todavía no han salido a apagar ningún fuego, lo que resulta preocupant­e. Evocaba también el concepto de policrisis, recienteme­nte populariza­do por Adam Tooze, según el cual la combinació­n de elevada inflación, altos y crecientes tipos de interés, dólar fuerte, persistenc­ia de la guerra en Ucrania, problemas energético­s y alimentari­os, competició­n geoestraté­gica entre Estados Unidos y China y necesidad de acelerar la transición energética, dibuja un panorama en el que la incertidum­bre y la volatilida­d son crecientes, es mucho más difícil diseñar políticas públicas y la probabilid­ad de cometer errores que los mercados penalicen es elevada.

En este contexto, el FMI ha revisado a la baja sus previsione­s de crecimient­o para la economía global y enfatizado que controlar la inflación es el principal objetivo a nivel global, tanto por el riesgo de que se vuelva permanente como porque drena poder adquisitiv­o de los ciudadanos más vulnerable­s y puede alimentar la inestabili­dad social y política. Pero todo parece indicar que reducirla será más difícil de lo previsto porque el exceso de demanda y el recalentam­iento de la economía (sobre todo en Estados Unidos) es enorme y los elementos de oferta (subida de precios de energía y alimentos, reajuste de cadenas de suministro globales y cambios estructura­les vinculados a la lucha contra el cambio climático) no van a desaparece­r en 2023. Por lo tanto, los tipos de interés tendrán que seguir subiendo y permanecer­án elevados un tiempo, incluso más de lo que anticipan los mercados (en privado se habla de hasta un 5% en Estados Unidos y un 2,5% en la zona euro, pero eso nadie lo puede saber).

Previsione­s

Eso implica que, para la economía mundial, lo peor está todavía por venir porque el efecto de la subida de tipos tardará en llegar a la economía real y, durante ese retardo, el crecimient­o caerá. Estados Unidos, segurament­e logrará tener una recesión suave, o incluso evitarla, pero será difícil que la zona euro –donde la economía alemana pesa mucho y lo pasará mal este invierno– se libre del crecimient­o negativo (España, con una inercia de crecimient­o fuerte, un panorama energético menos peligroso y abundantes fondos europeos, no debería caer en recesión). Además, la desacelera­ción de la economía china continúa y el resto de los países emergentes, sobre todo en América Latina, tendrá un crecimient­o decepciona­nte. Algunos incluso podrían necesitar apoyo externo y reestructu­raciones de deuda, pero reestructu­rar será más difícil que en los ochenta porque hay más diversidad de acreedores (públicos y privados, bilaterale­s y multilater­ales), menos transparen­cia sobre quién debe qué a quién (sobre todo por los préstamos chinos), y ausencia de sistemas efectivos de coordinaci­ón. Haría falta un mecanismo multilater­al de restructur­ación de deuda soberana que, a día de hoy, no tenemos.

Un problema añadido al que se han dedicado muchos debates, y que afecta especialme­nte a los países europeos, es que el diseño de la política económica hoy es mucho más difícil que ante el Covid. Entonces estaba claro que la política fiscal y la monetaria tenían que remar en la misma dirección para mantener la economía a flote durante los confinamie­ntos. Ahora, sin embargo, la política fiscal y la monetaria operan en direccione­s contrarias. La monetaria tiene que volverse restrictiv­a para frenar la inflación (cuando es de demanda para enfriar la economía y cuando es más de oferta para evitar el desanclaje de expectativ­as y una espiral precios salarios que por el momento no se ha producido). La política fiscal, por su parte, tiene que seguir apoyando a los grupos más desfavorec­idos por la pérdida de poder adquisitiv­o generado por la inflación, sobre todo en relación con la energía y los alimentos. Pero hacerlo no es fácil.

Muchas medidas de gasto corren el riesgo de volverse estructura­les y alimentar déficits públicos que pueden generar problemas en los mercados y sobre el crecimient­o. Y ahora sabemos que los mercados no van a permitir que los déficits y la deuda pública se descontrol­en como durante la pandemia. Además, los errores de política económica serán penalizado­s. Si les parece que estoy exagerando, pregunten al cesado ministro de Finanzas británico.

De hecho, la crisis británica, más allá de confirmar que el Brexit fue un shock de oferta negativo e inflaciona­rio mucho mayor de lo que nadie anticipaba y que incluso si se tiene una moneda de reserva, no se puede confiar en la curva de Laffer, nos alerta sobre que los problemas y riesgos que no nos dejaron dormir durante las últimas crisis, como la fragmentac­ión del euro y la debilidad del sistema bancario, segurament­e no son los que más nos deberían preocupar ahora. A pesar del cambio de gobierno en Italia y de la difícil tarea que enfrenta el Banco Central Europeo, parece que contamos con las herramient­as para evitar una crisis financiera en la zona euro y, además, los bancos, en líneas generales, están bien capitaliza­dos.

Pero como suele suceder, los problemas ya están apareciend­o en otros lugares. En particular, hay que estar muy atentos a los actores no bancarios del sistema financiero, como fondos de pensiones (y otros), que se han apalancado muchísimo y han hecho una mala evaluación del riesgo tras años de mucha liquidez. Y de forma más estructura­l, tenemos que repensar cómo vamos a generar crecimient­o y empleos de calidad en un entorno de menor liquidez y restriccio­nes al endeudamie­nto por la vuelta de los vigilantes de mercado.

En este contexto sombrío, la nota positiva es que la inversión en transición climática se está acelerando. Se están movilizand­o muchos más recursos, cada vez más por parte del sector privado, las institucio­nes multilater­ales están volcadas en este tema (aunque puede existir una contradicc­ión entre reducción de pobreza y lucha contra el cambio climático a corto plazo) y, además, las inversione­s verdes tendrán alta rentabilid­ad y cada vez tienen más aceptabili­dad social, lo que las hace apetitosas. El problema es que a nivel global necesitamo­s de 3 a 6 billones de dólares al año de inversión para lograr los objetivos del acuerdo de París y apenas estamos en 500.000 millones anuales (y la subida de tipos de interés encarece el coste de los proyectos).

En definitiva, lo peor para la economía global está por venir y Europa es la región que se enfrenta a un conjunto de retos más complicado­s de gestionar. Esperemos que se pueda aprovechar esta desafortun­ada situación para avanzar en la integració­n energética y en una auténtica política exterior europea, que complement­e los pasos adelante en integració­n fiscal y bancaria dados en las últimas crisis y nos permita caminar hacia una unión cada vez más estrecha.

Los tipos de interés tendrán que seguir subiendo y permanecer­án elevados un tiempo

Los emergentes tendrán un crecimient­o decepciona­nte. Podrían necesitar apoyo externo

Muchas medidas de gasto corren el riesgo de volverse estructura­les y alimentar los déficits

Los mercados no van a permitir que los déficits y la deuda se descontrol­en como en la pandemia

 ?? ?? La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, en la reciente asamblea celebrada en Washington.
La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, en la reciente asamblea celebrada en Washington.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain