Expansión País Vasco

Sintonía entre bancos y Gobierno para encontrar una salida a los problemas de las hipotecas variables

- Salvador Arancibia

El Gobierno y los bancos están cerrando un acuerdo, que tardará todavía en plasmarse en algo real, para tratar de encontrar una fórmula que alivie de parte de sus obligacion­es financiera­s a las familias más vulnerable­s, que ven cómo se encarece la cuota mensual de sus préstamos hipotecari­os como consecuenc­ia de la subida de los tipos de interés.

En principio, los requisitos para poder reordenar los pagos comprometi­dos hasta ahora son claros: que la unidad familiar no sobrepase unos ingresos ligerament­e superiores a los 24.000 euros anuales, que la nueva cuota sea al menos un 30% mayor a la que estaba pagando hasta la subida de los tipos y, que en todo caso, el esfuerzo financiero que ésta represente llegue al 40% de los ingresos totales.

En cifras concretas, se trata de familias que tengan que destinar al menos 9.600 euros anuales de sus ingresos (800 euros al mes) a amortizar su hipoteca. Y que esa cantidad suponga que ha pasado de estar pagando en el entorno de los 615 euros mensuales a la nueva suma como consecuenc­ia de la abrupta subida del euribor experiment­ada en los últimos meses.

Quienes se podrán acoger al aplazamien­to de parte de esa factura mediante un alargamien­to de la vida del crédito, pero con la condición de que no pagarán menos de lo que venía siendo su cuota anterior, son aquellos que cumplan los requisitos anteriores y tengan una hipoteca a tipo variable firmada después de 2012.

Excepcione­s

Quedan fuera de la medida, por tanto, quienes firmaron una hipoteca a tipo fijo (su cuota no varía a lo largo de toda la vida del préstamo), que en los últimos años ha sido la oferta más promociona­da por las entidades financiera­s (aunque con distinta intensidad) y quienes tengan una hipoteca de más de 10 años de antigüedad.

Esto último tiene sentido, porque este tiempo suele ser el plazo medio en el que las familias acaban pagando toda su hipoteca, aunque la firmaran inicialmen­te por un periodo más largo, y porque a partir de ese tiempo la amortizaci­ón del capital va constituye­ndo la parte más importante de las cuotas y, por lo tanto, la carga de intereses tiende a ser menor cada vez.

La importanci­a, desde el punto de vista del negocio bancario, de los posibles aplazamien­tos no es uniforme para todas las entidades. En primer lugar, precisamen­te por la diferente composició­n de la cartera hipotecari­a en función de si han promociona­do más o menos las de tipo fijo.

En este sentido, tanto Sabadell como CaixaBank, algo más el primero, podrían verse menos afectados que el resto de entidades al haber apostado de forma más clara por ese tipo de préstamos durante los últimos años.

En sentido contrario, CaixaBank –que tiene una cuota de mercado hipotecari­o cercana al 50%–, junto con el resto de los bancos surgidos de las antiguas cajas de ahorros (Unicaja, Ibercaja

y Abanca) y probableme­nte también BBVA, que integró en su balance a buena parte de las antiguas cajas catalanas, estarían más expuestos por la tipología media de clientela que tienen y que suele estar más cerca de los perfiles en los que la subida de los tipos de interés afecta más a su renta real disponible.

Además, estas últimas entidades salvo CaixaBank, siguieron apostando por las hipotecas a tipo variable mayoritari­amente.

En el lado opuesto, Bankinter, que también ha priorizado las hipotecas variables y que en los últimos años ha crecido mucho en su cuota de mercado general, podría no tener que renegociar un paquete importante de estos créditos porque, en general, sus clientes superan ampliament­e los 24.000 euros de ingresos anuales contemplad­os como el umbral máximo para poder acogerse a la refinancia­ción.

Reclasific­ación

Para los bancos, además de ampliar el plazo de los préstamos ya concedidos, lo que no tiene por qué resultar un problema en sí mismo, ya que van a seguir ingresando al menos las mismas cuotas que hasta ahora, la renegociac­ión de estos créditos les obligará a clasificar­los como refinancia­dos y ello implica pasarlos a stage 2 y, por lo tanto, constituir provisione­s para hacer frente a posibles problemas futuros, aunque no se hayan manifestad­o todavía.

Las entidades han tratado de conseguir no tener que hacerlo y lo han ido diciendo a quienes querían oírlas, aun sabiendo que realmente no había ninguna posibilida­d de evitarlo. Se ha dicho que se negociaba con el Banco de España y con el Banco Central Europeo una posible flexibilid­ad contable, como ocurrió con los créditos ICO de la pandemia.

La cuestión, lo saben los bancos desde siempre, es que no son estos supervisor­es quienes definen las normas contables (entre ellas, las provisione­s a efectuar y las condicione­s), sino que es la Autoridad Bancaria Europea la responsabl­e.

Y esta institució­n, presidida por José Manuel Campa, no tiene capacidad para adoptar medidas flexibles (al margen de que le pareciera bien o no hacerlo) de este tipo cuando se trata de que un único país, o varios, adopte medidas de apoyo concretas a sus ciudadanos. Tienen que ser decisiones para todos los países miembros, lo que no es el caso, entre otras cosas porque en naciones tan relevantes como Francia o Alemania las hipotecas son mayoritari­amente a tipo fijo desde siempre.

Además, tampoco se trata de una medida a la que se pudieran acoger todos aquellos que tengan contratada una hipoteca, sino que se exigen unas condicione­s previas muy claras que limitan mucho el universo de quienes pueden hacerlo.

Aunque es evidente que muchas familias van a tener dificultad­es para hacer frente a sus nuevas obligacion­es financiera­s (la subida ya experiment­ada por el euribor implica que quien tenga una hipoteca de 100.000 euros va a ver incrementa­da su cuota en 3.000 euros anuales y, por lo tanto, que es necesario buscar una fórmula que permita que esa nueva carga no afecte en exceso a su nivel de vida), no parece que, en todo caso, los problemas vayan a adquirir la dimensión de la anterior crisis financiera.

Por varios motivos. El primero, porque el nivel de ahorro y de endeudamie­nto en general de las familias es mucho mejor que entonces. En segundo término, porque los bancos han sido, en general, más estrictos a la hora de valorar el riesgo de las personas a las que daban hipotecas y han limitado la relación entre el crédito concedido y el valor de inmueble a un porcentaje más bajo de lo que se hizo entonces. En último término, no parece que el impacto de la desacelera­ción económica que se vislumbra sobre el empleo vaya a ser tan grave como lo fue en la crisis de 2008.

Las entidades financiera­s están dispuestas a ampliar el plazo de amortizaci­ón para suavizar las cuotas

La magnitud del problema no es la que tuvo tras la crisis financiera de 2008 porque el mercado laboral está resistiend­o

 ?? ?? José María Méndez, director general de la Ceca, y Alejandra Kindelán, presidenta de la AEB.
José María Méndez, director general de la Ceca, y Alejandra Kindelán, presidenta de la AEB.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain