El bodegón se da un festín de metáforas en el Banco de España
La institución inaugura hoy su segunda muestra en el chaflán de la plaza de Cibeles.
Del Barroco a la vanguardia, este género reivindica su lugar en el mundo del arte
¿Qué significa un vaso bocabajo junto a dos cucharas? ¿Qué pinta un perro bajo un surtido de viandas? ¿Qué misterio esconde un huevo sobre un fondo negro? La nueva exposición del Banco de España, titulada Flores y Frutos, es toda una reivindicación del bodegón, un género a menudo considerado de segunda línea al que, sin embargo, los artistas han ido alimentando de enigmas y trampantojos. Detrás de los inocuos puerros, mendrugos de pan y calabazas se esconden la vanidad cortesana, la barroca evanescencia del tiempo, la experimentación de la vanguardia y la crítica social.
La nueva muestra del Banco de España, comisariada por Yolanda Romero, se inaugura hoy en la sala que la institución ha abierto en el chaflán de su sede en la plaza de Cibeles, en la milla de los museos. Es la segunda de la institución y llega tras 2.328 reales de vellón, dedicada a los orígenes de la colección del Banco de España, con obras de Goya o Federico de Madrazo.
Lo que se ofrece ahora es un repaso por cuatrocientos años de historia del género del bodegón a través de medio centenar de obras de más de una treintena de artistas. De todas ellas, destaca Pomona y Vertumno, perteneciente a la colección del banco y pintada en el año 1626 por Juan Van der Hamen y León. Este cuadro del pintor madrileño de ascendencia flamenca se expone por primera vez, tras su restauración, junto Ofrenda a Flora, cedida por el Museo Nacional del Prado.
Al explicar el cuadro, Romero avisa de la alegoría del amor y de que los bodegones “esconden metáforas en las flores y en las frutas”. “El género estaba considerado como menor y Van der Hamen quería que tuviese la consideración académica de género noble”, explica a propósito de este artista, a quien se le atribuye el primer cuadro de un transexual, La monja alférez. La ambición de Van der Hamen abre camino a otros creadores y sirve para iniciar la exposición, en la que los cuadros se afanan por hablar más allá de lo evidente. “Lo que ves no es lo que es”, indica la comisaria.
En los primeros bodegones del siglo XVI se intentaba reflejar un mundo ampuloso, a veces con la pretensión de ocultar la realidad económica del momento. No faltan los tulipanes que por entonces protagonizaron una fiebre especulativa y que acabaron provocando el primer
La propuesta coincide con la creciente inflación, que dispara el precio de la cesta de la compra
crack bursátil de Europa. “Un tulipán llegó a alcanzar el valor de una casa en los canales de Ámsterdam”, explica Romero. Las flores son también un artículo de lujo.
“Los primeros bodegones llegan con la cornucopia o el cuerno de la abundancia”, señala la comisaria. Se trata de alimentar a través de los propios alimentos la vanidad de la época. Aparecen con todo su exotismo productos nuevos llegados de América, como el tomate o el maíz.
El género se pone interesante con el Barroco. Las manzanas, las perdices y las coles aún palpitantes quedan capturadas en el lienzo, antes de que el pintor se las coma o ellas mismas se pudran por su cuenta. La demostración perfecta de la fragilidad de la vida, de su tránsito hacia la muerte. El eros gastronómico se enfrenta al tánatos de la podredumbre; la materia orgánica, a la espiritualidad que escapa de ella. Para rematar el barroquismo, la luz se encarga de enfatizar los contrarios con sus claroscuros y penumbras.
Inflación
Sin embargo, de todos los contrastes, el más imprevisto para el Banco de España es el que se produce entre esta exposición y la evolución económica a la que se dedican sus técnicos. La muestra coincide de manera involuntaria con una inflación rampante, que dispara el precio de los alimentos. Parece un momento irónicamente oportuno para una muestra de bodegones. Las viandas ganan brillo con el IPC desbocado. La cesta de la compra parece elevarse a categoría de arte, ya sea al óleo o en el súper más cercano. Ars longa, vita brevis y manzanas fuji.
Al margen de este contratiempo, uno de los atractivos de la exposición es apreciar cómo ha evolucionado este género al ritmo de las grandes tendencias pictóricas. Los artistas no han dejado de utilizarlo para experimentar y reforzar sus planteamientos. Con la fuerza del Barroco y de la metáfora, el bodegón parece un recurso inagotable: Joan Fontcuberta convierte desechos en naturaleza muerta, Paula Anta juega con las flores artificiales, Xavier Ribs hace con ellas “micropolítica” y Gonzalo Puch encajona el preceptivo desfile de rábanos y fruteros entre figuras de Le Corbusier.
Una muestra de lo lejos que puede llegar el bodegón está en las obras de Maria Loboda y en sus “bolsos adivinatorios”, como los llama Romero. Los objetos que las mujeres llevan en sus bolsos son también materia de bodegón. El Banco de España entra al trapo y, en un rincón de la sala, ha colocado un jarrón con flores con significados enfrentados.
El objetivo de la muestra parece el mismo que el perseguido por Van der Hamen: dar una dignidad al bodegón, un tipo de arte considerado menor. Este género, asegura, no solo proclama la fugacidad de la vida, sino también la hospitalidad, la abundancia y la representación de la siempre frágil y perecedera naturaleza. La institución ya logró poner en valor, en su anterior exposición, los retratos de gobernadores del banco, asociados a grandes pintores de su tiempo.
Aparte de cuadros, en Flores y Frutos se exponen fotografías y cerámica. Hay también un acercamiento botánico, tan propio de ese racionalismo ilustrado que impregna desde sus orígenes al Banco de España. La exposición está dedicada a José María Viñuela, conservador de la institución entre 1982 y 2015, fallecido en junio.