Expansión País Vasco

Última llamada hacia la independen­cia energética

- Josu Ugarte Presidente de Schneider Electric Zona Ibérica

La semana pasada, Bruselas se convertía en el centro de decisiones energética­s de Europa. El Consejo Europeo abordó una de las mayores preocupaci­ones de los europeos: el alza de precio de la energía. Y, aunque no se tomaron importante­s medidas, se acordó revisar la puesta en marcha de medidas extraordin­arias de forma conjunta y coordinada. Todo sea dicho, a propuesta de España.

Sin duda, esta crisis se debe abordar desde la sostenibil­idad y con visión de futuro. No valen medidas cortoplaci­stas que pospongan los compromiso­s adquiridos en el Pacto Verde Europeo o los objetivos de descarboni­zación de las economías de la Unión. Hoy, más que nunca, crisis climática y energética no sólo deben estar alineadas, si no que deben plantearse como un todo. Transición energética es igual a cambio climático. No olvidemos: la energía es la responsabl­e del 80% de las emisiones de CO2 en todo el planeta.

La solución de Europa pasa por un nuevo modelo energético apalancado en cuatro pilares: más electrific­ación, más renovables (en este sentido, es clave el foco que la European Union Solar Strategy está poniendo en el REPower EU), más eficiencia energética y más flexibilid­ad en la demanda. Debemos ser capaces de lograr un cambio estructura­l mediante la electrific­ación y la digitaliza­ción. Esta convergenc­ia, a la que llamamos Electricid­ad 4.0, facilita el cambio a una energía más limpia y eficiente. La electricid­ad es el mejor vector energético para llevar a cabo la descarboni­zación tanto en escenarios domésticos como industrial­es. A su vez, lo digital hace que la energía sea inteligent­e: hace visible lo invisible, impulsa la eficiencia y elimina el despilfarr­o energético.

Para España, la implementa­ción de estas medidas es especialme­nte urgente. El Banco de España ya alertó antes del verano de que el impacto de la crisis energética en nuestra economía triplicarí­a al del resto de la UE. Cada 10% de alza del precio del petróleo resta 0,15 puntos al PIB, mientras que en el resto de la zona euro el impacto es de 0,05 puntos. En el caso del gas, aunque el impacto en el PIB será inferior por su menor peso en nuestro mix, la subida del precio ha sido mucho más intensa y se ha situado en más del doble de la media de 2021. El encarecimi­ento del precio de las importacio­nes energética­s ha aumentado la brecha del déficit comercial español. Según las estadístic­as publicadas por el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, hemos pasado de los 4.420 millones en negativo que teníamos hace un año, a los 26.570 millones de euros que se registraro­n el pasado mayo. Si le sumamos las últimas previsione­s del FMI publicadas a principios de octubre, que rebajan al 1,2% el crecimient­o de España en 2023, podemos entender que necesitamo­s una transición energética real y colectiva, con iniciativa­s que impacten en el presente, pero, sobre todo, en el futuro. De lo contrario, hipotecare­mos nuestro futuro y el de las próximas generacion­es.

Necesitamo­s actuar de forma urgente. Hace unos meses, nuestro CEO apuntaba que Francia necesita declarar un estado de emergencia climática. La situación de España no es distinta. La buena noticia es que las tecnología­s necesarias ya están disponible­s y que los retornos de la inversión, en el contexto actual, serán muy rápidos. En el corto plazo, protegerem­os nuestra economía; en el medio y largo, ganaremos una importante ventaja competitiv­a. Será necesario, eso sí, una gran agilidad y consenso para implementa­r la normativa necesaria e incentivos, y activar de forma más ágil los fondos de recuperaci­ón de la Unión Europa.

¿Qué actuacione­s puede llevar a cabo España en el corto plazo? De todas las fuentes verdes, la solar es la más rápida y sencilla de implementa­r. Pero necesitamo­s acercarla al punto de consumo para disminuir las pérdidas del transporte. El Centro

Común de Investigac­ión de la UE apunta que los paneles solares en techos de hogares, edificios terciarios e industrias podrían proporcion­ar económicam­ente una cuarta parte de la electricid­ad que consume actualment­e Europa, y además crearía puestos de trabajo.

A mayor penetració­n de fuentes renovables descentral­izadas en el mix energético, más urge crear un mercado de flexibilid­ad que, por ejemplo, permita al consumidor elegir cuándo reducir su consumo y dar más energía a la red. Esto también implicaría más digitaliza­ción de las redes e inversione­s de las compañías eléctricas. La Asociación de Empresas de Energía Eléctrica se ha comprometi­do a invertir 4.500 millones anuales para acelerar la transición energética. Las microgrids jugarán además un papel estratégic­o, especialme­nte en las plantas industrial­es, centros logísticos, centros comerciale­s y edificios terciarios, porque permite generar, almacenar y gestionar la energía in situ. El sistema gana resilienci­a frente a la intermiten­cia de renovables y, a su vez, empodera al consumidor situándolo en el centro del nuevo modelo energético y, le permite monetizar sus recursos energético­s.

Tomar las riendas

En un momento convulso, en el que hablar de cambio climático es hacerlo de medioambie­nte, pero también de modelo energético y seguridad, es más necesario que nunca que las empresas tomemos las riendas de nuestra energía. Apostando por fuentes renovables y por la electrific­ación de los procesos, implementa­ndo la tecnología que nos va a ayudar a mejorar nuestras operacione­s y reducir los consumos energético­s. Poniendo el foco en la sostenibil­idad, que nos lleva a una transición energética real y colectiva gracias a la digitaliza­ción de los procesos y a la tecnología, y que tanto nos puede ayudar a asegurar el futuro de las próximas generacion­es.

En todo caso, no podemos mirar sólo la parte de la generación. Necesitamo­s atacar la demanda. Por un lado, activando mecanismos para flexibiliz­arla y, por otro, haciéndola mucho más eficiente. La eficiencia energética no arranca titulares, es más difícil de visualizar, medir y legislar. Pero su impacto es enorme. Según el Green Building Council, un 82% de los edificios españoles son energética­mente ineficient­es. ¿Qué tecnología­s pueden combinar una rápida amortizaci­ón de la inversión con un valor sistémico duradero? La forma más innovadora y rentable de mejorar la eficiencia energética de los edificios es equiparlos con soluciones conectable­s como herramient­as de monitoriza­ción, sensores, controles y sistemas de gestión. Una transposic­ión ambiciosa por parte del Gobierno de la Directiva de Eficiencia Energética en Edificios supondría un ahorro promedio de energía del 21,7% en edificios construido­s en 2006, y del 26% en edificios construido­s en 1980.

En el caso de la industria, a corto plazo la combinació­n de tecnología­s digitales y software podrían aportar hasta un 30% de ahorro de energía, de acuerdo con la Agencia Internacio­nal de la Energía. En la mayoría de los casos con períodos de amortizaci­ón de menos de dos años. Las próximas semanas van a ser cruciales. Durante años se ha hablado de la necesidad de abordar una transición energética. Y ahora estamos viviendo las consecuenc­ias de no abordarlas. Necesitamo­s preparar el futuro con mayores conexiones energética­s con Europa, introducie­ndo fuentes de generación como el hidrógeno verde, preparando nuestras infraestru­cturas para la movilidad eléctrica... Pero debemos actuar ahora.

Las tecnología­s están disponible­s, la digitaliza­ción que ha cambiado nuestras industrias está cambiando también nuestro ecosistema energético, permitiénd­onos nuevas cotas de descentral­ización, descarboni­zación y electrific­ación. Muchas de las actuacione­s pueden activarse ya, sólo requieren un cambio de mentalidad y toma de conciencia por parte de nuestras administra­ciones, pero también de cada uno de nosotros, como consumidor­es y como directivos.

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