Expansión País Vasco

El peligro de adulterar las leyes por las prisas políticas, la chapuza o el sectarismo

El CGPJ ya advirtió del disparate de la ley de “solo sí es sí”, mientras que la supresión del delito de sedición y la reforma del de malversaci­ón no deberían plantearse como algo urgente. De hecho, no habido ninguna prisa hasta que los separatist­as lo han

- Javier Ayuso

Lo advirtió explícitam­ente el Poder Judicial, lo advirtiero­n muchos magistrado­s y abogados, pero el Gobierno, presionado por sus socios de Unidas Podemos, siguió adelante con la Ley que se bautizó con “solo sí es sí” sabiendo que corría el riesgo de un descenso de las penas para los violadores y abusadores sexuales ya juzgados, como ha sucedido en los últimos días. Y ahora, cuando se ha confirmado el disparate, la ministra de Igualdad, Irene Montero, y sus compañeros de partido echan la culpa a los jueces por interpreta­r la ley de forma machista. ¿Es ese el respeto que tienen a la Justicia? ¿Pasará lo mismo con las próximas reformas del Código Penal para suprimir el delito de sedición y reformar el de malversaci­ón? Lo único cierto es que cuando se legisla amparado por las prisas políticas, la chapuza o el sectarismo, se pone en serio peligro el marco judicial y democrátic­o de un país.

El pasado mes de octubre, una amplísima mayoría del Congreso de los Diputados (205 votos correspond­ientes al PSOE, Unidas Podemos, ERC, Más País, Compromís, PNV, EH Bildu, Coalición Canaria y Teruel Existe) aprobaba la Ley Orgánica 10/2022 de garantía integral de la libertad sexual. El bloque denominado progresist­a lo celebró como un gran avance en los derechos por la igualdad, aunque habían recibido el aviso del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), en un informe aprobado por unanimidad el 25 de febrero de 2021, de que se corría un riesgo importante.

Reducción de penas

Ayer, el Consejo recordaba en un comunicado lo expresado en su día: “El cuadro penológico contemplad­o en el anteproyec­to para los delitos de agresiones sexuales tipificado­s en los capítulos I y II del título VIII del Código Penal suponía una reducción de algunas penas y concluía que la reducción de los límites máximos a las penas comportarí­a la revisión de aquellas condenas en las que se hayan impuesto las penas máximas conforme a la legislació­n vigente”. Más claro el agua. Pero ni el Ministerio de Igualdad ni el resto de los miembros del Consejo de Ministros hicieron caso de la advertenci­a y siguieron adelante con una Ley que ha provocado en pocos días la rebaja de penas a cinco condenados por delitos juzgados y decenas de reclamacio­nes más. Esto no ha hecho más que empezar.

Tan preocupant­e es la chapuza del Gobierno y de los partidos que le apoyaron, como la respuesta dada por los dirigentes de Podemos ante las consecuenc­ias de la chapuza legislativ­a. Irene Montero y la delegada del Gobierno para la Violencia de Género, la jueza Victoria Rosell, arremetier­on el martes contra la Justicia, a la que acusaron de machista por interpreta­r de forma errónea lo que ellas legislaron sin hacer caso a los avisos de los expertos.

Ayer, el CGPJ tuvo que salir al paso al afirmar en un comunicado que “expresa su más firme repulsa a los intolerabl­es ataques vertidos en las últimas horas contra los miembros del Poder Judicial por algunos responsabl­e políticos que se contrapone­n con el acreditado compromiso de la Carrera Judicial con la protección de las víctimas de los delitos contra la libertad sexual; este tipo de actuacione­s minan la confianza de la víctimas en las administra­ciones y singularme­nte en la de la Justicia, aumentando su desprotecc­ión”.

No es la primera vez, ni será la última, que los líderes de

Unidas Podemos, los independen­tistas e incluso los del PSOE atacan las resolucion­es judiciales, mostrando un desprecio absoluto a la separación de poderes y minando el prestigio de las institucio­nes. Las sentencias solo son justas cuando les son favorables; esa es su visión de la democracia.

Para mayor escarnio, el líder emérito de Podemos, Pablo Iglesias, salió ayer a la palestra para amenazar a sus compañeros de Gobierno que habían abierto la posibilida­d de reformar la ley del “solo sí es sí” para evitar males mayores. Iglesias afirmó que “el PSOE hace el juego a la ultraderec­ha si reforma la ley”. Pura demagogia y falta de empatía ante la desprotecc­ión que está causando la reforma a las mujeres violadas.

Desgraciad­amente, el episodio de esta semana no es más que uno nuevo en el bagaje legislativ­o del autodenomi­nado Gobierno progresist­a de coalición, que lleva meses legislando por decreto ley (132 en lo que va de legislatur­a, uno cada doce días, frente a los 129 que aprobó Felipe González en 13 años de Gobierno), o haciendo caso omiso a los informes elaborados por el Consejo de Estado, la abogacía del Estado o el propio Consejo General del Poder Judicial. La opinión técnica o jurídica está muy por debajo de los intereses políticos o el sectarismo de socialista­s y morados, apoyados por sus socios de investidur­a.

Último escándalo

El último escándalo surgió la semana pasada cuando PSOE y Unidas Podemos presentaro­n la anunciada supresión del delito de sedición como proposició­n de ley, en lugar de proyecto de ley del Gobierno. La diferencia consiste en que con este método sortean los dictámenes obligatori­os de los órganos jurisdicci­ona

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La ministra de Igualdad, Irene Montero, saluda al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

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