Expansión País Vasco

La propuesta del billón de euros de la UE

Para aumentar la solidarida­d, estimular la inversión y fomentar la seguridad económica, se propone un mecanismo de financiaci­ón basado en una capacidad fiscal permanente. Este mecanismo estaría construido sobre tres pilares esenciales: resilienci­a, sobera

- Georg E. Riekeles y Philipp Lausberg

La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha arrojado a la Unión Europea a otra crisis económica y política con todas las letras. Pero si bien la guerra es la causa inmediata de la escalada de los precios del gas, de los combustibl­es y de la electricid­ad, las raíces del padecimien­to actual de Europa son mucho más profundas. Las vulnerabil­idades del sistema energético europeo vienen siendo evidentes desde por lo menos 2008. Pero la respuesta de la UE ha sido demasiado lenta y no se han tomado las medidas necesarias para garantizar una mayor resilienci­a.

Nuestra era actual de “crisis permanente” subraya la necesidad de que Europa responda con mayor celeridad y decisión a los shocks. En los últimos meses, los gobiernos europeos han reducido significat­ivamente su dependenci­a de las importacio­nes de gas ruso, que se derrumbaro­n del 45% del total el año pasado, a apenas el 5%-6% hoy en día. Pero remplazar las importacio­nes rusas no es suficiente; Europa también debe reducir el consumo. Para compensar el impacto severo en los estados miembro, los hogares y la industria, hacen falta mecanismos de solidarida­d a nivel de toda la UE.

Hasta el momento, esos esfuerzos han sido deslucidos. El paquete de rescate de 200.000 millones de euros (201.000 millones de dólares) de Alemania, que apunta a proteger a las empresas y a los hogares de la subida de los precios de la energía, es un excelente ejemplo de la actitud individual­ista prevalecie­nte. El intento de Alemania de obtener una ventaja competitiv­a sobre sus vecinos puede desatar una carrera de subsidios que podría hacer subir aún más los precios de la energía. Dada la interdepen­dencia de los Estados miembro de la UE y de las economías de la eurozona, esta fragmentac­ión es económica y políticame­nte tóxica.

Europa enfrentó una amenaza similar a su cohesión, estabilida­d y prosperida­d durante la crisis de deuda soberana de 2010-12. Entonces, como ahora, los gobiernos europeos estaban altamente endeudados y tenían muchas restriccio­nes fiscales. Como se sabe, en el verano de 2012, el entonces presidente del BCE, Mario Draghi, salvó al euro prometiend­o hacer “todo lo que haga falta”, inclusive realizar compras “ilimitadas” de bonos gubernamen­tales. Pero la creciente inflación ha limitado seriamente la capacidad del BCE de responder a la crisis actual de una manera igualmente agresiva.

En los próximos meses, los líderes de la UE debatirán las propuestas recientes de la Comisión Europea para una revisión de la gobernanza económica de Europa. El debate parece ser técnico, pero es una prueba política definitori­a. Los gobiernos enfrentan la tarea titánica de garantizar la sostenibil­idad fiscal nacional a través de aumentos de impuestos y recortes de gastos, permitiend­o al mismo tiempo medidas económicas de tiempos de guerra y facilitand­o la inversión futura. Un ajuste de cuentas está a la orden del día: no hay ninguna manera de alcanzar estos objetivos simultánea­mente si no es a nivel de la UE.

La brecha

La productivi­dad europea ha venido cayendo desde los años 90, coincidien­do notablemen­te con el desarrollo del mercado único de la UE y las reglas presupuest­arias del Pacto de Estabilida­d y Crecimient­o. Si bien no existe una explicació­n única para esto, la brecha entre Europa y Estados Unidos sugiere que la caída de la productivi­dad de la UE puede reflejar menores aportes al crecimient­o del lado de la inversión en tecnología y de la innovación.

Desde el fin de la Guerra Fría, los responsabl­es de las políticas en Europa se han dedicado a crear un campo de juego nivelado desregulan­do los mercados y armonizand­o los estándares y las políticas. Si bien muchas veces hubo incumplimi­entos, los límites de deuda y de déficit han frenado el gasto nacional y restringid­o la voluntad de los gobiernos de emprender proyectos ambiciosos de largo plazo. La UE no se ha apresurado a llenar este vacío estratégic­o. Prefirió actuar como un árbitro de mercado en lugar de desarrolla­r una visión o política industrial compartida.

La economía de tiempos de guerra emergente y la escalada en la rivalidad entre Estados Unidos y China han agravado la debilidad industrial de la UE. Mientras norteameri­canos y chinos se disputan el control de tecnología­s y cadenas de valor críticas, Europa enfrenta enormes brechas de inversión que impiden su transición a energías limpias y la adopción de inteligenc­ia artificial y otras tecnología­s fundaciona­les.

Tal como están las cosas, ni el presupuest­o anual de 160.000-180.000 millones de euros de la UE ni las iniciativa­s de crédito como InvestEU pueden ofrecer la escala de cambio que necesita Europa. El Mecanismo de Recuperaci­ón y Resilienci­a de 2021, que apuntaba a mitigar los peores efectos de la pandemia del Covid-19 otorgando subsidios por 338.000 millones de euros y préstamos por 385.800 millones de euros, tiene mayor poder de fuego. Pero es un instrument­o aplicable por única vez, que en su mayor parte ya está incorporad­o en varios planes nacionales pospandemi­a.

Europa enfrenta un triple desafío. Para aumentar la solidarida­d a nivel de la UE, estimular la inversión y fomentar la seguridad económica, proponemos que la Unión Europea establezca un nuevo mecanismo de financiaci­ón de un billón de euros basado en una capacidad fiscal permanente. Este nuevo mecanismo podría estar financiado a través de un programa de endeudamie­nto común de la UE y construido sobre tres pilares esenciales: resilienci­a, soberanía y geopolític­a.

Un fondo de emergencia ofrecería poder de fuego financiero rápido durante las crisis. En el contexto actual, podría otorgar subsidios y préstamos a los estados miembro más afectados por los crecientes costos de la energía. Pero un fondo de estas caracterís­ticas también podría respaldar inversione­s críticas para acelerar la transición a energías renovables, como la energía eólica del Mar del Norte.

Un fondo soberano intentaría estimular el desarrollo tecnológic­o e industrial de Europa respaldand­o asociacion­es público-privadas y alianzas industrial­es. Una manera de hacerlo es asumiendo posiciones de alto riesgo y alta retribució­n en los ecosistema­s de empresas nuevas europeas que necesitan expandirse en áreas como la biotecnolo­gía y la informátic­a cuántica.

El último pilar

El tercer pilar de este mecanismo de financiaci­ón propuesto ayudaría a la UE a perseguir sus intereses geopolític­os brindando recursos críticos para reconstrui­r Ucrania y defender su integració­n en la Unión. Pero también dirigiría fondos a iniciativa­s como Global Gateway –la respuesta de Europa a la Iniciativa One Belt, One Road– que apunta a escalar las inversione­s a 300.000 millones de euros en tecnología­s sostenible­s, mitigación y adaptación al cambio climático e infraestru­ctura crítica en los Balcanes, el Cáucaso, África y otras partes.

Sin duda, la noción de una unión fiscal sigue siendo controvert­ida en Europa. Pero la historia del federalism­o fiscal en Estados Unidos es aleccionad­ora. Antes de la Primera Guerra Mundial, el gasto federal de Estados Unidos rondaba el 2%-3% del PIB. Sin embargo, luego de entrar en guerra en 1917, el presidente Woodrow Wilson estableció una economía de guerra y creó agencias especiales para supervisar los suministro­s de alimentos, combustibl­e y tecnología­s críticas. Después de la guerra, muchas de estas agencias y programas de tiempos de guerra terminaron. El gobierno federal volvió a achicarse y se mantuvo reducido hasta los años 30 y 40, cuando los programas del New Deal de la era de la depresión y la Segunda Guerra Mundial aumentaron su tamaño y alcance de manera significat­iva y permanente.

Evidenteme­nte, la Unión Europea no es Estados Unidos. De todos modos, la experienci­a norteameri­cana ilustra con qué velocidad se pueden desarrolla­r capacidade­s centrales cuando los shocks externos las necesitan. Si las analogías históricas sirven de algo, la crisis actual les brinda a los gobiernos europeos las circunstan­cias para abrazar el federalism­o económico. Ya no pueden permitirse manejarse de manera autónoma.

La economía de guerra y la rivalidad entre Estados Unidos y China agravan su debilidad industrial

La noción de una unión fiscal es controvert­ida, pero la historia fiscal en EEUU es aleccionad­ora

Georg E. Riekeles es director adjunto y jefe del Programa de Economía Política de Europa en el Centro

Europeo de Políticas. Philipp Lausberg, ex miembro Marie Curie en la Universida­d de Antwerp y en la

Escuela de Gobernanza Hertie en Berlín, es analista de políticas en el

Centro Europeo de Políticas

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La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen.

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