Más proteccionismo no es la respuesta a Biden
El multimillonario programa de ayudas a las empresas norteamericanas aprobado por la Administración Biden con el pretexto de contener la histórica inflación impulsando la producción nacional coloca a los países europeos frente a una difícil disyuntiva. La Unión Europea ha hecho gala durante décadas de sus políticas para promover en todo el mundo el libre comercio y una competencia justa. Pero el afloramiento de sus debilidades estratégicas a raíz de la pandemia y, posteriormente, tras la invasión rusa de Ucrania ha generado un replanteamiento de las normas contra las ayudas de Estado, así como de las inversiones prioritarias a financiar con fondos públicos. Ahora, la ley proteccionista de Estados Unidos ha disparado las presiones de los gobiernos europeos sobre Bruselas para responder con un programa similar que impida un traslado en masa de la producción al otro lado del Atlántico al calor de los generosos subsidios prometidos por Biden. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ha propuesto crear un fondo industrial con vocación de permanencia y orientado a promover la transición energética en el continente. Pero entrar en una carrera de subsidios con Estados Unidos, como ya sucedió con la guerra de los aranceles desatada por Donald Trump durante su Presidencia, no sólo tendría un elevado coste para las arcas europeas –y, por tanto, para los contribuyentes–, sino que también dañaría la credibilidad de Europa ante el resto de sus aliados comerciales como polo de las libertades y de las mejores prácticas regulatorias. La respuesta comunitaria no puede ser un mayor proteccionismo.