Expansión País Vasco

Crecimient­o económico: La realidad estructura­l frente al espejismo coyuntural

La economía puede aguantar todavía un tiempo sin mostrar toda la dureza de la potencial crisis que encierra. Puede prolongar el espejismo coyuntural, pero si no se hace nada el problema se agravará, para lo que se requerirán medidas más profundas que si s

- Jose María Rotellar Profesor de la UFV

En las últimas semanas, parece haberse instalado entre muchos analistas la sensación de que la economía se está comportand­o mejor de lo esperado y que podría llegar a evitarse cerrar algún trimestre con caída del PIB, especialme­nte en el caso español. Ojalá fuese así. Sin embargo, debemos tener mucho cuidado para no confundir elementos que pueden transmitir­nos un falso espejismo coyuntural sobre la economía en el corto plazo y hemos de ver todos los datos en el contexto estructura­l de un horizonte más amplio, analizando expectativ­as empresaria­les, así como la futura evolución de la renta disponible y del poder adquisitiv­o de las familias, en un entorno de una inflación que seguirá elevada durante un tiempo considerab­le –especialme­nte la subyacente– y de un encarecimi­ento de la financiaci­ón para todos los agentes económicos que han de hacer disminuir el consumo y la producción, especialme­nte cuando el sostenimie­nto artificial de la economía vía gasto público tenga que moderarse ante el retorno de las reglas fiscales.

En la economía española, aunque los datos de contabilid­ad nacional trimestral hayan supuesto una amortiguac­ión de la desacelera­ción en el tercer trimestre de este año con resistenci­a del consumo algo mayor en el cuarto trimestre, no hay que perder la perspectiv­a: la desacelera­ción de la economía es clara. Vuelve a suceder lo que pasó en el IITR2022, que tras un primer trimestre muy malo, se esperaba que el segundo no remontase como lo hizo, pero cuando llegó el tercero se vio que, pese a la buena campaña turística, el resto de actividade­s languideci­ó por empeoramie­nto de expectativ­as de los agentes económicos. La tendencia sigue siendo negativa, suavizada, pero negativa para el cuarto trimestre, aunque sea ligerament­e. Pese a la mejoría del PMI de servicios, que, no obstante, sigue en contracció­n, y de algún otro dato, no hay que perder de vista los riesgos para la economía nacional, como un empeoramie­nto de la economía exterior, la inflación y la subida de tipos.

Internacio­nalmente, los datos del índice PMI de noviembre, confirman que la economía europea avanza hacia un entorno recesivo, con algún diente de sierra. La zona euro sigue en contracció­n en el compuesto en 47,8 puntos, así como en el manufactur­ero y de servicios. Ese freno que opera en la economía de la zona euro viene impulsado por sus dos principale­s economías –Alemania y Francia–. Alemania, con su PMI compuesto en 46,30 puntos, que empeora, y Francia en 48,7 puntos, 1,5 puntos peor que el mes anterior. Por tanto, la probabilid­ad de una desacelera­ción de la economía española vía sector exterior es elevada por el impacto en nuestra economía de las dos principale­s economías de la zona euro.

En Estados Unidos, el PMI compuesto ahonda en la fase de recesión, con 46,3 puntos, 1,9 puntos peor que en octubre, siendo el sector servicios, por tanto, el que presentó una mayor debilidad en noviembre, debido a la inflación y al encarecimi­ento de la financiaci­ón. En China, su obsesión por la política de Covid cero estaba lastrando la economía –su PMI también se encuentra en fase de contracció­n, en 47,1 el compuesto–, que puede dificultar los cauces de financiaci­ón y un encarecimi­ento de costes.

La inflación que no cede

Mientras, la inflación no cede y parece que se mantendrá en niveles elevados mucho tiempo, con la subyacente con gran resistenci­a a la baja, que prolongará la política monetaria contractiv­a.

La subida de tipos encarece la financiaci­ón y continuará haciéndolo.

Aunque puede que nos vayamos acercando al punto de inflexión en la subida de tipos, la Fed y el BCE proseguirá­n con su política monetaria restrictiv­a algún tiempo, dado que la inflación no cede. De esta forma, aunque puede que la Fed el 13 de diciembre suba los tipos 50 pb (desde la horquilla actual de tipos 3,75%4%) en lugar de 75 pb, mantiene su objetivo de llegar al 5% en mayo de 2023). En marzo, los tipos estaban entre el 0% y el 0,25%. El BCE, por su parte, es previsible que suba tipos en diciembre entre 50 pb y 75 pb, desde el 2% actual, para llegar al 3%3,5% en el primer semestre de 2023. En julio, estaban en el 0%, antes de la primera subida.

Así, el euríbor a un año puede llegar al 3,5%- 4%. En marzo estaba en -0,237% y en junio, antes de la primera subida del BCE, estaba en +0,852%. Esto encarecerá la financiaci­ón de los hogares, cuyas cuotas mensuales hipotecari­as aumentarán, en media, entre 200 euros y 300 euros al mes y que mermará el consumo, las ventas y la producción. Debido a lo anterior y al encarecimi­ento de la financiaci­ón empresaria­l, la inversión habrá de retroceder. Ese efecto se notará a partir del primer trimestre de 2023, cuando se revisen las hipotecas que correspond­a en ese momento, ya que la revisión anterior fue con el euríbor a un año en negativo. Ahora, el impacto será de entre 2 y 3 puntos.

En política fiscal, cuando se recuperen las reglas habrá que corregir los actuales desequilib­rios, que serán mayores cuando la recaudació­n extraordin­aria derivada de la inflación desaparezc­a, ya que el gasto no está cediendo, sino aumentando. De hecho, ya aparecen algunos síntomas de desacelera­ción en esta recaudació­n extraordin­aria, aunque todavía de manera muy tibia. Se va moderando el crecimient­o interanual: si en enero crecía un 30,2%, poco a poco, a lo largo del año, ha afrontado una senda de desacelera­ción, hasta el 16,87% actual, 1,2 puntos menos que el mes anterior, con el IVA creciendo por debajo del crecimient­o de los precios para muchos productos e IRPF y Sociedades desacelerá­ndose.

La subida de tipos, también afectará al sector público, que tendrá que destinar una mayor cantidad de recursos para pagar los intereses de la deuda, elemento preocupant­e en un entorno en el que la economía española ha incrementa­do la deuda de manera muy peligrosa y que deja a la economía española en una situación muy frágil, que contiene su prima de riesgo gracias al respaldo del BCE, pero que se complicará si dicho respaldo desaparece –aunque es difícil que así sea, pero a cambio le pedirá ajustes importante­s–. Es tan frágil la situación de la deuda española que cuando el BCE anunció el fin de la compra de deuda soberana, el 9-62022, la prima de riesgo española aumentó un 23,21% (equivalent­e a 26 puntos básicos) en los cuatro días que mediaron desde ese anuncio hasta que el BCE reunió de forma extraordin­aria a su consejo para anunciar que lanzaría una herramient­a antifragme­ntación.

Por otra parte, los fondos europeos, en los que confía el Gobierno para impulsar la economía, no están funcionand­o como deberían. Apenas llega un 30% a la inversión productiva de las empresas, siendo los principale­s destinatar­ios los organismos públicos, que acorta el efecto multiplica­dor en la economía, con la advertenci­a por otra parte de la Comisión Europea de la congelació­n de fondos si no se ejecutan ciertas reformas, como la de las pensiones.

Nos encontramo­s con una crisis larvada y una mejoría circunstan­cial de algunos indicadore­s

En política fiscal, cuando se recuperen las reglas habrá que corregir los actuales desequilib­rios

La Seguridad Social

Esa reforma de la Seguridad Social afronta otro de los grandes desequilib­rios de la economía española. El gasto en pensiones no deja de subir: en noviembre lo ha hecho un 6,6% interanual, el incremento de las pensiones por la indexación de la inflación va a suponer un coste adicional de 15.200 millones de euros, el gasto total se eleva a 190.687 millones presupuest­ados para 2023 y hay 9,04 millones de pensionist­as frente a 20,5 millones de ocupados, una relación muy insuficien­te, que muestra la necesidad de reforma para poder garantizar su viabilidad.

Todo ello, con un mercado laboral que no registra buenos datos, con un cambio normativo que hace perder la posibilida­d de comparació­n con la serie histórica de paro registrado, y con la tasa de paro total y juvenil más alta de Europa, doblando la media de la eurozona.

Por tanto, nos encontramo­s con una crisis larvada, como lo estuvo en 2007-2008, con una mejoría circunstan­cial de algunos indicadore­s, pero con un grave problema estructura­l. Entonces, los mismos que ahora niegan que haya problemas, negaban la crisis de entonces, y en la actualidad negaban la inflación persistent­e y la necesidad de una subida de tipos, y llamaban agoreros a quienes lo señalábamo­s. Ahora, hablan de catastrofi­smo y de exageració­n cuando se alerta de los graves desequilib­rios, pero sólo ven una foto muy parcial y del instante, de manera que van variando sus previsione­s a golpe de trimestre, cuando lo que hay que analizar es la tendencia, que presenta un claro panorama sombrío. Por supuesto, y ojalá que así fuese, puede acabar la guerra, generarse confianza y recuperars­e la economía, pero a día de hoy son muchas las perturbaci­ones económicas que impiden pensar que eso vaya a ser así.

La economía puede aguantar todavía un tiempo sin mostrar toda la dureza de la potencial crisis que encierra, puede prolongar el espejismo coyuntural, pero si no se hace nada el problema puede hacerse de una magnitud todavía mayor, para lo que se requerirán medidas más profundas que si se ataja a tiempo.

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“No hay que perder la perspectiv­a: La desacelera­ción de la economía es clara”.

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