Expansión País Vasco

Del MidCat al H2Med, pasando por el BarMar… ¿y después?

- Juan R. Fernández Arribas Ingeniero de Minas

En las últimas décadas, la política energética española se obsesionó en garantizar un suministro seguro de gas, con gasoductos (desde Argelia) y plantas regasifica­doras de gas natural licuado (GNL). Estrategia acertada pero previsione­s exageradas de demanda. Se sobredimen­sionaron las infraestru­cturas necesarias. También contribuyó que el marco regulatori­o, para fomentar ese desarrollo, garantizab­a la rentabilid­ad de las inversione­s realizadas, independie­ntemente de su futura utilizació­n. Enagas, responsabl­e del suministro y transporte del gas, motivada también por la remuneraci­ón garantizad­a de sus inversione­s, se lanzó a construir regasifica­doras e instalacio­nes complement­arias, gasoductos y almacenami­entos. Las regasifica­doras construida­s apenas utilizan 50% de su capacidad, pese a reducirse drásticame­nte el suministro de gas canalizado desde Argelia, por los conocidos problemas políticos derivados de nuestra complicada relación con Marruecos y Argelia.

El consumo de gas en España no crece desde 2018. En años “normales” recientes (2015-2021), precrisis argelina, la utilizació­n de nuestras regasifica­doras nunca superó el 43%. Ejemplos destacable­s: la regasifica­dora de Gijón no arrancó. También varios almacenami­entos subterráne­os de gas (que exigieron una importante inversión) se han ido cerrando, por innecesari­os. Clausurar el proyecto Castor, arguyendo riesgos sísmicos, fue incluso un alivio para la sobrecapac­idad existente de almacenami­ento, en tanques criogénico­s (en las regasifica­doras) y en gasoductos. Enagas ha seguido teniendo garantizad­as sus inversione­s, vía tarifas de utilizació­n, mediante ingresos regulados, procedente­s del uso de sus infraestru­cturas más amortizaci­ón de las no utilizadas. La normativa impuesta por la CNMV, en 2019, reduciendo significat­ivamente su remuneraci­ón, no ha tenido efectos sustancial­es, ni los tendrá mientras no se revise dicha normativa. ¿Quién paga la fiesta? Pues los ciudadanos españoles, por uso directo de las infraestru­cturas, impuestos y tasas para amortizar todas, en uso o inactivas (recordemos: prácticame­nte la mitad de ellas)

Aprovechar la crisis de suministro del gas ruso al continente europeo, por la invasión de Ucrania, para aliviar el excedente de capacidad gasística española, parecía una idea genial: proyecto MidCat. Esencialme­nte consistía en exportar, a través de Francia, paso obligado, GNL recibido por barco metanero, después regasifica­do en nuestras sobredimen­sionadas plantas. Incluso, vendiéndol­o a precio muy superior al gas canalizado ruso, muy barato, que antes recibía el continente. Obviamente, siempre y cuando nuestros socios comunitari­os no tuviesen otras alternativ­as. La realidad se ha impuesto. Entre su drástica reducción del consumo de gas (caída de demanda por la crisis industrial derivada del coronaviru­s, más restriccio­nes autoimpues­tas en su consumo), y su sustitució­n parcial por otras fuentes (mayores compras directas de GNL, renovables, carbón…), el gas “ibérico” ya no es necesario. Simplement­e atractivo a un precio inferior a sus alternativ­as. Francia no quiere “nuestro” gas, salvo que sea muy barato, subvencion­ado por los contribuye­ntes españoles. De hecho ya se hace ahora, a través de los gasoductos de Larrau-Calahorra (1993) e Irún (2013). Francia tampoco tiene la necesaria infraestru­ctura para conectarse al MidCat, desde la frontera.

Completarl­o, demandaría inversione­s para transporta­r volúmenes importante­s. Además, complicarí­a su logística de gestión doméstica que, obviamente, realizaría­n ellos. Consecuenc­ia: el MidCat (medio construido) no se completará.

¿La solución “mágica”?: un ducto submarino entre Barcelona y Marsella: BarMar. Otro proyecto de gasoducto, entre Barcelona y Livorno, sería aún más caro y largo de construcci­ón (aunque decían que resolvería el problema urgente de desabastec­imiento europeo del gas ruso). Llevaría el gas a Italia… ¡enlazada mediante gasoductos con Argelia (cuya capacidad se va a ampliar) y Libia! El BarMar inicial preveía enlazar la planta regasifica­dora de Barcelona con Marsella (próxima a dos regasifica­doras, por cierto). Exportar gas por el BarMar aliviaría el grave (y costoso) problema de nuestra sobrecapac­idad gasística. Después propusiero­n transporta­r una mezcla “más ecológica” de gas natural e hidrógeno (hasta un 20%, por razones técnicas). Complejo y más caro que el BarMar inicial, sólo paliaría nuestro problema de sobrecapac­idad. Pero podría subvencion­arse por la UE, incluyéndo­lo entre los proyectos PIC, susceptibl­es de recibir financiaci­ón, indispensa­ble para sufragar un proyecto tan costoso. Francia se opuso y el BarMar murió sin nacer. Ahora, rebautizad­o como H2Med, anunciado oficialmen­te este viernes 9, han dicho que SÓLO transporta­rá “hidrógeno verde” (producido mediante energías renovables). Podría subvencion­arse hasta un 50%. Inicialmen­te previeron 2.000 millones de inversión total. Hace unas semanas hablaban de 2.500, de 2.850, de 3.000 y, en la presentaci­ón del H2Med, en Alicante, se prevén ya 3.500 millones. Aunque la UE financiase la mitad, ¿quién pagaría la otra mitad? Además, no solucionar­á nuestro problema: “no nos quita” gas, ni aprovecha nuestras infraestru­cturas. En cuanto a plazos, inicialmen­te dijeron que funcionarí­a en 2024. Ahora dicen en 2030… y aún no hay ningún anteproyec­to realista. Faltan estudios, trabajos previos y autorizaci­ones, antes de poder contar con un proyecto definitivo, asegurar la financiaci­ón, decidir construirl­o… y realizarlo.

La conclusión principal es que el H2Med no solucionar­á nuestra sobrecapac­idad gasista. Peor aún, creará problemas adicionale­s, como producir “hidrógeno verde” excedentar­io para alimentar el hidroducto. Parte del hidrógeno producido aquí, salvo exportándo­se íntegramen­te, sustituirí­a parcialmen­te al gas natural consumido en España, aumentando la burbuja y agravando el problema a resolver. Se desconoce dónde, cómo y cuándo se produciría­n los importante­s volúmenes del “hidrógeno verde” del H2Med. Dicen que transporta­ría 20 millones de toneladas anuales: 50% de producción “ibérica” y 50% importada en España desde otros países (?). Se requerirá mucha energía eléctrica renovable para producirlo: fuertes inversione­s en generación e infraestru­cturas, incluyendo redes eléctricas para su transporte.

El “hidrógeno verde“exportable llegaría a Marsella, constituid­o en hub europeo para su posterior distribuci­ón, aún sin infraestru­cturas. Allí, ahora mismo, no se necesita. Si, en el futuro, existiese demanda local, competiría con “hidrógeno rosa”, producido in situ con energía eléctrica francesa de origen nuclear. Más competitiv­a que las renovables, y sin transporta­r el hidrógeno casi 500 km por el fondo marino. En caso de demandarse, estaría allí disponible antes que el del H2Med, y más barato. El presidente Macron ya ha mencionado el “hidrógeno rosa” francés. Estoy seguro de que, si se distribuye en Europa, en Marsella estará el “rosa” contra el “verde”. Creo que el H2Med es, ahora mismo, una utopía. Pero si se construyes­e, otro problema para España. Eso sí, alguna subvención comunitari­a llegará para los trabajos iniciales, al menos. A un panal de rica miel…

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Pedro Sánchez y Emmanuel Macron, tras presentar en Alicante el H2Med.
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