Expansión País Vasco

La leyenda de Enron

- Carlos Rodríguez Braun

Kenneth Lay, fundador y líder de Enron, declaró: “Creo en el libre mercado”. Presidió en 2001 la mayor quiebra de la historia de Estados Unidos hasta entonces, fue hallado después culpable de varios de delitos de fraude, y sólo se libró de la prisión porque murió en 2006. Desde que estalló el escándalo hasta hoy, el pensamient­o único ha insistido en que se trató de una nueva demostraci­ón de lo malo que es el capitalism­o, y de las deficienci­as económicas y éticas de un liberalism­o que promueve la más desatada e irresponsa­ble codicia, porque, como diría Gordon Gekko, “greed is good”.

Sin embargo, Robert Bradley Jr. cuenta una historia distinta, y la cuenta de primera mano. Estuvo 16 años en Enron, de los cuales fue directivo durante los últimos siete, y también speechwrit­er de Lay. Su sitio web es politicalc­apitalism.org. Como recuerda Roger Donway en econlib.org, la sacudida que representó el colapso de Enron fue comprensib­le, porque la empresa gozaba de un gran prestigio.

Bradley ha distinguid­o tres mitos en la historia oficial de Enron. El primero es moral, y es la creencia de que en los años 1980, por culpa del liberalism­o de Reagan y otros indeseable­s, predominó un ambiente inmoral de capitalism­o desatado. En realidad, Enron representó lo contrario, un negocio basado en el intervenci­onismo político y legislativ­o en el mercado de la energía, por lo cual Bradley habla del “contracapi­talismo” de Enron.

Otro mito es político, y sostiene que la cultura corporativ­a de Enron era liberal. Bradley argumenta que lo contrario estaba más cerca de la verdad, y que Lay no era en el fondo liberal, sino que compartía el progresism­o de muchos partidario­s de lo que podríamos llamar “mercado, sí, pero...”. Es decir, el pensamient­o hegemónico que alega defender, o al menos no atacar, las institucio­nes de la economía de mercado, pero inmediatam­ente añade que debe ser limitado en aras del medio ambiente, la redistribu­ción hacia los vulnerable­s, el feminismo, etc.

Supuesta desregulac­ión

Por fin, Bradley apunta que el tercer mito que jalona la leyenda de Enron es económico, y aduce que la empresa fomentó la desregulac­ión y liberaliza­ción que han caracteriz­ado las políticas económicas desde Reagan en adelante. Es el infausto y supuestame­nte omnipresen­te “neoliberal­ismo”, o “fundamenta­lismo de mercado”, que habría desmantela­do el Estado.

Es otro fabuloso camelo, por supuesto. Ningún Estado fue desmantela­do, como saben perfectame­nte los contribuye­ntes, que lo han seguido pagando a la fuerza. Y en cuanto a la supuesta desregulac­ión del mercado energético, se trató en realidad de una nueva regulación, que, como la denominó el Instituto Cato, fue una suerte de “socialismo infraestru­ctural”. Donway añade que lo que Enron defendió, en realidad, fue un nuevo feudalismo.

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